_
_
_
_
_
Laboral

Malentendidos, desconexión con el resto del equipo, ansiedad: la cara oculta del teletrabajo

Tener la oficina en casa conlleva retos para los que no nos habían preparado. Y quizá haya que ir preparándose para convivir mucho tiempo con ellos

Desde que teletrabajamos han surgido conflictos derivados de la comunicación telemática; malos rollos del tipo ‘tardan mucho en contestarme’, o ‘le escribo y no está’, o ‘no le veo la cara y no sé cómo me lo está diciendo”, reconoce María Soria, jefa de recursos humanos de La Tienda Home, un portal de venta de muebles. “Se presupone mucha información en las conversaciones y se malinterpreta el tono del correo o el chat en cosas banales que normalmente tendrían fácil solución yendo a la mesa del compañero”, prosigue. “Cuando las relaciones se enfrían también flaquea la actitud de colaboración, con lo que es más difícil solucionar problemas sobredimensionados”, reflexiona Soria. En su empresa creen haber encontrado el remedio: “Dimos cámaras voluntarias a los empleados y la comunicación ha mejorado una barbaridad”.

El teletrabajo era una idea de futuro hasta que llegó la covid-19. En 2019 solo el 4,8% de la población activa de España trabajaba habitualmente desde casa, según Eurostat. Durante el estado de alarma la proporción llegó a colocarse en torno al 16%, de acuerdo con la EPA. En ausencia de una cultura del teletrabajo previamente consolidada, la pandemia ha movido las guías sobre las que discurren las relaciones laborales. El teletrabajo conlleva nuevas situaciones ante las que no todos saben reaccionar.

Malentendidos y falta de comunicación 

“La comunicación escrita empezó a suponer un problema”, coincide Javier Fondevila, CEO de Holded, sobre la introducción del teletrabajo generalizado. “Los mensajes se empiezan a trasladar por escrito y a veces el nivel de sensibilidad puede verse afectado. ¿Cómo lo abordamos? En las reuniones hicimos hincapié en que nadie escriba de mala fe”, cuenta el emprendedor. Otro problema similar surge cuando la información directamente deja de fluir. “Desde que teletrabajamos forzosamente falta poder compartir información in situ con mis compañeros”, narra Óscar, administrativo en una empresa multinacional. “Antes en la oficina avanzábamos de manera conjunta, ahora debo retomar el ERTE iniciado por un compañero y me toca empezar casi de cero”, explica.

Más allá de los malentendidos y las pérdidas de información, la psicóloga María Soria considera que la gran dificultad actual en la gestión de los recursos humanos procede de un error en el planteamiento del teletrabajo, pues a menudo se concibe como una adaptación tecnológica del trabajo convencional. “Pensamos que es lo mismo pero desde casa, y en realidad necesitamos reformular la manera de trabajar”, afirma. Dicha traslación resulta perversa cuando el trabajo devora la esfera personal. “Yo teletrabajando no consigo desconectar, cuando termino utilizo el mismo ordenador y escucho la misma tele que durante la jornada laboral. Es imposible”, reflexiona Diego, profesional del sector sanitario. “Y si quiero un respiro y no tengo a mis compañeros cerca, ¿cómo lo hago? ¿Me pongo a jugar a la Nintendo Switch en medio de un proyecto?”.

Soledad, ansiedad, depresión

Obviamente, también hay adeptos al trabajo remoto: el 74% de los españoles, según una encuesta auspiciada por la Cámara de Comercio. No siempre es fácil producir encadenado a una mesa bañada por el chorro de luz artificial de la oficina. Ni conciliar cuando el correo lo tenemos a 30 kilómetros de casa. Es un sistema que funciona de manera voluntaria pero que hace sufrir cuando falta espacio, ventilación, tranquilidad o compañía. “Ha habido más casos de soledad de lo que las empresas puedan identificar”, apunta Salvador Sicart, director de HAYS Response, la filial del grupo de selección de personal dedicada a proyectos de duración variable. “Todo el mundo tiene que sensibilizarse con ciertos casos de bajas por ansiedad o depresión. Lo apuntaría como una de las cosas a mejorar. Es difícil detectar estos casos, porque, ¿cómo sabes que alguien no está fingiendo su sonrisa en la webcam para conservar el trabajo? Necesitamos un nuevo modelo para detectar esos casos”, afirma Sicart, que reconoce cierta incapacidad para introducir las emociones en el diálogo laboral. “Se está prestando menos atención a la parte emocional porque prima lo funcional, cómo conseguir rentabilidad, cómo administrar las contrataciones y despidos, etcétera. La parte emocional parece que subyace, pero en muy pocos casos ha sido el elemento principal de preocupación de las empresas”.

A veces reconforta el sentimiento de pertenencia a un proyecto común, alivia la incertidumbre. Pero en estas circunstancias tampoco es fácil sostenerla. “En nuestro caso lo más complicado durante la etapa de teletrabajo está siendo el mantener la cultura de empresa”, cuenta Javier Fondevila. “Por ejemplo, durante el confinamiento fichamos a 15 personas y fue muy difícil darles la bienvenida sin que respirasen el ambiente de la oficina”, recuerda. “Cuando no podemos estar todos en el mismo edificio intentamos suplantar la presencialidad con actividades digitales y lugares de encuentro, caso de un canal en Slack llamado Coffee Room”.

El Whatsapp echa fuego

En ese sentido, humanizar el teletrabajo pasa muchas veces por desdibujar las fronteras entre ocupación, ocio e intimidad. El móvil vibra insistente sobre la mesilla porque nuestra oficina se desfoga en el grupo de Whatsapp. El departamento entero se mete en nuestro salón porque las videollamadas resuelven problemas de comunicación. Por la tarde, concierto en Instagram Live. Por la noche, escape room virtual. La empresa se multiplica para llegar digitalmente a donde no puede hacerlo de manera presencial. ¿Supone eso una invasión? “Cuando se hace de manera voluntaria me parece sumamente positivo”, responde Sicart. “Los departamentos de marketing han puesto a funcionar el cerebro a mil por hora y han sacado actividades maravillosas”, afirma. “Por experiencia, la gente lo agradece”.

La participación en actividades extralaborales, leída como un termómetro de la identificación con la empresa, se resiente cuando hay tensión latente entre gerencia y trabajador. “Antes te asomabas y veías quién estaba en su puesto, pero con el teletrabajo es complicado controlar. Por desgracia, lo de la presencia a veces cuenta más que la productividad y la sensación de desconfianza aumentó al inicio de la pandemia”, relata Soria, de La Tienda Home, satisfecha tras el cambio de visión de su compañía. “Ahora valoramos el resultado y no la presencialidad. Ese era el camino, pero a efectos prácticos es con el teletrabajo cuando más está funcionando”, cuenta.

En relación a la productividad en el trabajo remoto hay un estudio de referencia elaborado en 2015 por Nicholas Bloom, profesor de la Universidad de Stanford, a partir de los resultados obtenidos en un experimento de nueve meses en una importante empresa de turismo. El experto concluyó que el teletrabajo mejora el rendimiento de los empleados en un 13% —si no es consecuencia de un encierro involuntario.

Despidos por videollamada

Tal vez el simulacro de interacción humana más surrealista es el que se da en los despidos por Zoom. Sentir el vértigo en una llamada que se entrecorta. Apagar la cámara y recibir el finiquito por email. Un corte seco y frío que ahorra estrés al otro lado de la línea: “El presentismo hace que conviertas en informalidad cualquier tipo de comu-nicación con la gente que convives ocho horas al día, pero desde que trabajamos de manera remota hemos añadido cierta formalidad a las relaciones y eso es positivo en algunos aspectos concretos, como el hecho de comunicar el despido”, afirma Sicart.

En un futuro de menor contacto físico las empresas deberán ajustar sus mecanismos para mejorar la productividad sin bloquear el factor humano. Durante la transición al modelo mixto de presencialidad y teletrabajo parece importante escuchar las inquietudes del empleado, crear oportunidades de comunicación, fomentar la mediación desde recursos humanos e implicar al trabajador en la organización de sus tareas remotas para anticipar carencias de información —así avanzará aunque el compañero no conteste.

Convivir con la distancia social en el trabajo

También tocará asumir la distancia de manera natural. Aquí las empresas de logística llevan ventaja. De las pocas que crecen durante la pandemia, estas compañías son ejemplo de compañerismo remoto bien resuelto. “Siempre puede haber tensiones por déficit de afecto, pero nosotros llevamos décadas teletrabajando sin problemas”, afirma Juan Pablo Lázaro, presidente de la compañía de transporte urgente y logística Sending. “En el comité de dirección funcionamos con multillamadas desde hace 20 años. Los clientes se comunican por teléfono, los compañeros igual, los transportistas también; algunos se han hecho novios tras conocerse por teléfono. La pregunta no es si nos tensiona el teletrabajo, la pregunta es por qué no lo adoptamos antes”, sentencia Lázaro. Quizá sea tan simple como agarrarse al presente desbocado con la tecnología de antaño: cerrar sesión en Whatsapp y tirar del viejo telefonazo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_