¿Bot o humano? Los políticos multiplican sus seguidores en Twitter durante el estado de alarma
Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Pablo Casado, Inés Arrimadas y Santiago Abascal registran un pico en cuentas creadas el 14 de marzo
Al menos 1.190 de los 1,3 millones de seguidores en Twitter del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, crearon sus cuentas el 14 de marzo. Ese mismo día, se unieron a la red social cerca de 800 de los 2,5 millones de followers del vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias. Entre las filas de los más de 400.000 usuarios que siguen al presidente del PP, Pablo Casado, figuran unos 500 que comparten esa fecha de nacimiento. Para Inés Arrimadas, presidenta de Ciudadanos, el balance es parecido: 370 de sus casi 648.000 seguidores. Y en el caso de Santiago Abascal, su homólogo en Vox, 370 de los 440.000 followers que tiene en Twitter llegaron a la red social el día antes de que se hiciera oficial el estado de alarma.
Los listados completos de seguidores de los principales líderes políticos revelan la presencia de un número creciente de usuarios recién llegados a Twitter, según los datos de más cinco millones de cuentas analizados por EL PAÍS. Pese a las recientes informaciones que señalaban una actividad anormal en el perfil del presidente del Gobierno y la asociaban a seguidores falsos, este aumento de cuentas de nueva creación es común a otros miembros del Gobierno y la oposición. ¿Son hordas de bots? ¿Son ciudadanos preocupados? Es difícil determinarlo con los datos disponibles, pero sabemos que el incremento de la actividad en esta red social no es exclusivo de España. Twitter ha confirmado que la “conversación global” sobre la covid-19 ha traído consigo un incremento del 23% lo que califican como “usuarios diarios monetizables”, con respecto a lo registrado en el primer trimestre del año.
Josep Arpal, cofundador de 7-50 Strategy, apunta a los incrementos globales que señala Twitter y se inclina más por la posibilidad de que estemos ante un fenómeno fundamentalmente humano e impulsado por el aburrimiento. “Gente que no tenía Twitter se lo ha abierto y gente con perfiles públicos se ha abierto uno falso para ocultar su identidad y poder comentar cualquier cosa sin tener repercusión personal”, explica. “Cuando uno se crea una cuenta de Twitter, la propia red social sugiere seguir cuentas y lo hace por temáticas: medios de comunicación, deportes, instituciones, políticos... Por eso, sobre todo los que comunican directamente cosas de la covid-19 han tenido un incremento anormal”.
El cambio de tendencia que revelan los seguidores de los perfiles estudiados se hace patente y constante, aunque en niveles inferiores, pasado el 14 de marzo. En los últimos tres meses y hasta el estado de alarma las fechas de creación de las cuentas de los seguidores de Twitter de Pedro Sánchez se repartían de forma relativamente homogénea. Cada día se unía a la red social una media de 232 usuarios que en un momento dado siguieron a Sánchez (no es posible acceder a la fecha concreta). Desde el comienzo del estado de alarma, la media diaria seguidores recién llegados al perfil del presidente ha ascendido a 633.
Estos incrementos mantienen niveles similares en los demás perfiles estudiados. Las cifras de cuentas creadas durante el confinamiento rondan el doble de los niveles anteriores, con la excepción de Pablo Casado, cuyo promedio seguidores diarios creados a partir del 14 de marzo triplica al de quienes se registraban diariamente en la red social antes de esa fecha. “Esto también suele pasar cuando empiezan las campañas electorales, al principio, hay un repunte anormal de crecimiento de seguidores”, comenta Arpal.
Bots y cuentas falsas se han convertido en una recurrente arma arrojadiza. Pero no es tan fácil determinar cuántos de ellos engordan las listas ni cuál es su origen, partiendo de los datos públicamente accesibles en Twitter. “Debido a los límites de privacidad y la falta de datos abiertos, se complica mucho más la tarea de detectar perfiles falsos”, explica Alessandro Bernardi, analista de redes sociales y cofundador de Social Elephants. La fecha de creación de la cuenta es una de las variables que suelen emplearse en el cóctel de datos públicamente accesibles que aplicaciones como SparkToro o TwitterAudit para verificar si un usuario es real o no. “La idea es analizar unas cuantas señales públicas, detectar patrones y compararlos con la huella digital que deja una cuenta de Twitter humana”, añade Bernardi.
Sin embargo, este análisis no aporta información suficiente para determinar de manera inequívoca si al volante de cada cuenta hay un bot o un humano. “Deberías sospechar de cualquier herramienta online que escupe una respuesta muy rápido. Twitter establece un límite de velocidad en los datos que los programadores pueden descargar en un momento dado”, señala Kevin McElwee, ingeniero de aprendizaje automático.
La información publicada el miércoles por el diario Abc señalaba que un 43% de los seguidores de Pedro Sánchez son falsos de acuerdo con el análisis de la herramienta online SparkToro. Esta misma web registra porcentajes similares para los demás líderes: para Pablo Iglesias el 42%, el 41% en el caso de Inés Arrimadas y el 40% con los perfiles Pablo Casado o Santiago Abascal. Pero ofrece una fiabilidad limitada, entre otras cosas, por las pequeñas dimensiones de la muestra empleada -2.000 usuarios en la versión gratuita y 100.000 en la de pago-, frente a los 1,3 millones de seguidores que acumula Sánchez en su perfil de Twitter. “La precisión va a depender mucho del número de seguidores que tengas”, señala Lucía Montero, experta en estrategia y gestión en redes sociales y profesora colaboradora de los Estudios de la Información y de la Comunicación de la UOC. En este sentido, confirma Montero, la fiabilidad de los análisis de ambas disminuye conforme aumenta el número de seguidores de las cuentas propuestas.
Por otra parte, sortear estas limitaciones y contar con el listado completo de seguidores no garantiza la revelación de quién es quién. “Hasta los humanos tienen problemas para distinguir a un bot de una persona real. Es difícil enseñar a un ordenador a hacer esto”, añade McElwee. También entra en este particular juego de espejos deformantes el criterio que cada herramienta de analítica establece para determinar qué se considera cuenta falsa. Los desarrollos de terceros, con accesos restringidos a datos de uso de la red social, proponen inferencias sobre los datos más accesibles. TwitterAudit toma en consideración el número de tuits, la fecha del último tuit y la ratio del número de seguidores frente al de seguidos de las 5.000 cuentas que estudia. SparkToro incluye fotos de perfil, nombres, palabras clave en los perfiles…
A la caza del ‘fake’
Los esfuerzos de Twitter para mitigar la cuestión de las cuentas falsas son constantes y se han visto reforzados durante la crisis del coronavirus. Tras la entrada en vigor de las nuevas medidas de control de contenidos engañosos o potencialmente dañinos sobre la pandemia, el 18 de marzo, se retiraron más de 1.100 tuits y se verificaron de más de un millón de cuentas que estaban dirigidas a discusiones sobre el coronavirus con comportamientos propios del spam o intereses manipuladores.
A la investigación conducida por Facebook estos días, que ha concluido con la identificación de un repunte de los ataques de spam a gran escala en numerosos países y en páginas de todo tipo, se sumó esta semana Twitter, que ha confirmado que está analizando las características de los seguidores de Pedro Sánchez. La pugna no es nueva, pero ha ido evolucionando desde la aparición de los primeros perfiles falsos. “Inicialmente se compraban fake followers para presumir de notoriedad, tanto los personajes públicos como las marcas. Luego se ha visto que eso de tener una enorme comunidad de seguidores falsos (inactivos) más bien representa un problema”, comenta Bernardi.
En este contexto, la portavoz del Grupo Socialista en el Congreso, Adriana Lastra, advertía desde su cuenta de Twitter que recientemente había “un extraño crecimiento exponencial” de seguidores aparentemente falsos, dado su escaso nivel de actividad. “Supongo que será una campaña para desacreditar esta cuenta y a mis seguidores”, afirmó. Montero confirma que estas prácticas están cobrando peso, como una estrategia de descrédito con la que se aspira a “generar desconfianza”. Bernardi, por su parte, advierte que cuando una campaña persigue este tipo de objetivos en las redes sociales “unos humanos reales pueden hacer mucho más daño que una flota de cuentas falsas”.
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