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Tercera edad, primera videollamada: así se vive la cuarentena al otro lado de la brecha digital

Las limitaciones del aislamiento han obligado a las personas mayores hacer “de la necesidad virtud” y ponerse al día con tecnologías que les habían dejado atrás

Tercera edad y tecnologia
Un hombre mayor sostiene un 'smartphone'Alex Macro (Getty Images)

Ovidio de Vega tiene 81 años y acaba de empezar a usar Youtube para ver pelis de vaqueros. “Tengo el techo del comedor con agujeros de disparos por todas partes”, bromea. La cuarentena le ha dejado aislado en su pueblo, Sahagún de Campos (León), y esta recién descubierta ventana a los éxitos de John Wayne, Gary Cooper y Burt Lancaster le ayuda a llenar las horas más lentas. Llegó a la plataforma guiado por su hijo, que le pasó el enlace a una búsqueda en Google con las palabras clave películas completas español oeste youtube. “Yo internet lo he utilizado profesionalmente. Había hecho videoconferencias, pero yo llegaba al despacho y me lo tenían todo montado. Solo tenía que hablar”, recuerda. El octogenario comparte ahora sus últimas andanzas digitales asomado a una videollamada de Whatsapp, otra novedad para los días de encierro.

Hasta el año pasado, los españoles mayores de 74 años que hacían uso de internet para videoconferencias no alcanzaban el 10%, según Eurostat. Habrá que ver qué dicen las encuestas el año que viene, porque Ovidio no es el único que ha dado el paso para salvar digitalmente las distancias impuestas por la Covid-19. “Las personas mayores han hecho de la necesidad virtud y muchas de ellas están utilizando la tecnología para socializarse también en este tiempo. Pero el hecho de que haya muchas personas mayores utilizando la cámara de WhatsApp no indica que la brecha de edad la vayamos a salvar por esta crisis. Va a seguir ahí y tenemos que tenerla en cuenta”, alerta Mari Luz Rodríguez, profesora de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Evolución del uso de internet para llamadas de voz y videoconferencias en España

María del Carmen García, que tiene 65 años, no había manejado una tablet hasta que la cuarentena le impidió ver a sus nietos. “Yo no la tocaba porque me daba un poco de miedo, sobre todo para no romperla”, admite también durante una videollamada desde su casa, en Móstoles. Por suerte, convive con una de sus hijas, que se encargó de darle un cursillo acelerado de Google Hangouts y ahora cada tarde puede ver a Martín el más pequeño de sus nietos intentando dar besos a la pantalla de la tablet de su madre. “Con las llamadas de teléfono no se entera”, comenta.

El papel de hijos, nietos, sobrinos y demás allegados como profesores improvisados está siendo clave para tender puentes que acorten la brecha digital durante esta crisis. Pero no vale cualquier manera de enseñar, advierte Antonio Serrano, director ejecutivo de SpaceTechies: “Lo que más les suele pasar es que piden ayuda a sus hijos o a sus nietos, pero estos van tan acelerados que en vez de enseñarles a pescar les dan el pez ya capturado, es decir, en vez de explicarles de manera pausada cómo proceder con un dispositivo, se lo dan hecho y, de esta manera, no aprenden”. En su empresa, que incluye programas de introducción a la tecnología para personas mayores, estructuran el temario en dispositivos: ordenador, móvil y tablet. “El móvil es la herramienta con la que se manejan mejor porque es la que más han utilizado. El ordenador portátil, por el contrario, les suele costar un poco más. Ahora bien, es solo cuestión de práctica, paciencia y cariño con ellos”, precisa Serrano.

Mercè Oller que tiene 80 años y reside en Barcelona, asegura estar bastante familiarizada con su ordenador, que con la llegada de la cuarentena se ha convertido en poco menos que un entrenador personal. “Hay unas clases de gimnasia para gente ya mayor. Te salen los ejercicios que tienes que hacer y una modelo en la pantalla que los va haciendo: ahora con el pie derecho, una cosa, la otra... Yo me pongo con una silla enfrente y voy repitiendo”, explica. Estas rutinas le permiten, por un lado, hacer más llevaderas las horas que pasa en su piso y, por otro, mantenerse activa: “Pues claro, muchas veces, el sofá te llama. Pero no me conviene estar ahí mucho tiempo”. Además, no todo es corpore sano: “En el ordenador también hay ejercicios de estimulación cognitiva. Te salen un montón. Yo no he tenido tiempo de hacerlos todos, pero son entretenidos”, asegura.

Uso de internet por tipo de actividad En España y la UE

Con el avance del tiempo, las cosas han cambiado. Según evidencian los datos de Eurostat, ahora hay más españoles usando internet para videollamadas entre los mayores de 74 años que los que había en 2010 de entre 55 y 64 años. De hecho, en muchas de las actividades que registra esta entidad, España se sitúa por encima de la media europea, especialmente en el uso de aplicaciones como WhatsApp para mensajería instantánea. La brecha se está cerrando, pero no a velocidad suficiente. Los distintos grupos de edad siguen avanzando en la digitalización en una escalera que invariablemente deja a los mayores en los peldaños más bajos. Mari Luz Rodríguez, advierte además que la importancia de eliminar estas diferencias no reside solo en la necesidad de cubrir carencias de socialización y entretenimiento, y menos en el transcurso de una crisis como esta. “Puede haber problemas, incluso de prestación de salud. La mayor parte de las personas hoy no están en los hospitales, están siendo atendidas por vía telefónica desde los consultorios”, señala.

Por contrapartida, hay situaciones en las que la adaptación no es tan simple como un cursillo acelerado. El smartphone que mejor se amolda a Micaela González, que tiene 93 años, es uno con teclas bien grandes que le permite apañarse lo justo para llamar y recibir llamadas. “Aunque ella prefiere el fijo”, puntualiza su nieta, Paula. Ahora que los familiares no pueden visitarla en su casa de Fuente Obejuna (Córdoba), la nonagenaria se queja de que no tiene un móvil como el de los jóvenes para ver las fotos de sus bisnietos, pero la adaptación es un reto. “A mi abuela aprender a usar este teléfono ya le ha costado, y lo tiene desde hace igual tres años. El otro día, por ejemplo, todavía me preguntaba cómo se desbloqueaba, que le salía una llavecita y no sabía hacerlo. Y el teléfono tiene un botón para eso”.

Además, Micaela ha vivido sola durante mucho tiempo, así que sus hijos decidieron complementar el teléfono de grandes teclas con una cámara que les permite asomarse a su salón. “Mi madre habla con ella por teléfono, pero a lo mejor de vez en cuando entra, mira que está bien y sigue con lo suyo”, comenta Paula. Lo bueno es que su abuela no tiene que hacer nada: basta con que se siente frente a la tele, en su sillón, para aparecer en las pantallas de su familia.

En Famileo apuestan por buscar otras vías para acercar los frutos de la vida digital a este colectivo. “Hace tiempo que cogimos la determinación de no forzar la tecnología en las personas mayores”, explica Christian Marion, director ejecutivo de la división española de esta startup nacida en Francia. Su propuesta es una plataforma en que la parte digital de la familia comparte sus fotos y anécdotas. En una segunda fase, todos esos contenidos se maquetan en una revista que luego se hace llegar a las generaciones más analógicas. “No forzamos a los millennials a escribir postales y tampoco forzamos a ponerse al día con las tecnologías. Partimos de la base de que lo que queremos es transformar el mensaje y que cada uno se sienta a gusto con su método tradicional de comunicación”.

Serrano no pierde la confianza: “Espero que esta crisis sanitaria tan tremenda, nos ayude a todos a reflexionar, a ser más pausados, a no ir tan deprisa y así poder ayudar a los más mayores”, afirma. Mari Luz Rodríguez, por su parte, insiste en que el coronavirus solo ha hecho más evidente una brecha que ya estaba ahí: “Tenemos que hacer una expansión de la formación y cualificación en competencias digitales básicas. Y esta situación también ha demostrado que no era tan complicado: que la propia tecnología puede ayudarnos a ello, ya que la propia tecnología tiene la capacidad de llegar a todos los sitios, a todos los hogares, siempre que reparemos las brechas sociales y económicas”.

Mientras tanto, Ovidio de Vega puede asomarse a Facebook para ver los ensayos que comparte la Banda Sinfónica de Sahagún, que desde que empezó la cuarentena publica los vídeos de sus integrantes tocando desde sus casas. María del Carmen García ha empezado a usar más la tarjeta de crédito en las tiendas (para las compras online aún es pronto). Mercè se pone vídeos en inglés para completar el aprendizaje que hace en sus libros. Y Micaela González por lo menos ha visto el lado útil de todo esto. “Yo creo que le ha servido para ver que no es un invento del demonio. Al final estaría bien que ella ahora pudiera ser un poco más independiente”, concluye su nieta.

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