El hospital europeo de la tecnología
Una tienda de informática de un pueblo de Sevilla se convierte en 15 años en una de las mayores redes de servicio técnico de reparaciones
Todo empezó en una pequeña tienda de informática de Bormujos, un pueblo situado en las afueras de la capital andaluza y de 20.000 habitantes. Sin formación universitaria entonces, pero con la cabeza llena de proyectos, ambición y mucho desparpajo, Alejandro Costa, con 23 años, comenzó a desarrollar una idea que, 15 años después, ha cristalizado en CyG IT Solutions, una de las mayores redes de servicio técnico de Europa. Se trata de un hospital de dispositivos tecnológicos por donde pasan al año 300.000 pacientes de las principales marcas y empresas: Toshiba, de la que gestionan la atención posventa para Bélgica, Holanda y Luxemburgo; Samsung, Asus, FCC, El Corte Inglés, Telefónica o Correos, a la que reparan las PDA.
Aquella pequeña tienda de Bormujos es hoy, en el municipio cercano de Bollullos de la Mitación, también de Sevilla y de 10.000 habitantes, una empresa internacional con 134 trabajadores locales, 15.000 técnicos desplegados por todo el mundo y una facturación de 20 millones, según el cierre del pasado año. A la planta llegan productos de 84 países de cuatro continentes.
Costa, que ahora tiene 38 años y es director general de la empresa, recuerda que le fue más difícil romper la frontera psicológica de Despeñaperros (la barrera natural de Andalucía con el resto de España) que la de los Pirineos. “Nos daban huesos difíciles de roer y nos costó mucho que nos dieran carne”, rememora ahora, cuando ha sido finalista de los Premios Alas a la Internacionalización de la Empresa Andaluza que otorga Extenda, Agencia Andaluza de Promoción Exterior, en la categoría de Empresa Exportadora.
Pero de la digestión de aquellos huesos, algunos imposibles y de los que aprendieron a decir que no, ha surgido una empresa tecnológica que se fundamenta en la innovación para poder competir con los salarios más bajos de países competidores.
De cada uno de los productos que entran y salen de la planta o de las delegaciones se graba en un vídeo del antes y el después para garantizar al fabricante y al usuario que se devuelven sin taras generadas en el proceso de reparación.
Un sistema de inteligencia artificial propio, denominado Aitana y que se ha convertido en un producto más de la compañía, facilita el “triaje” (término adoptado del francés que se aplica al proceso de selección y clasificación de pacientes empleado en la medicina de emergencias). “Con la enorme base de datos que disponemos y la inteligencia artificial desarrollada, en un 90% sabemos qué le pasa al dispositivo sólo con la descripción de los síntomas”, explica Costa.
Con el diagnóstico, el portátil, el móvil, la impresora o cualquier otro elemento, entra en la cadena de reparación, automatizada para ganar el mayor tiempo posible en cada paso. “Lo llamamos producto a hombre, lo que quiere decir que es el dispositivo y las piezas las que se mueven. No se cruza nadie, evitamos desplazamientos y ganamos en eficacia”, explica el máximo responsable de la compañía.
Son dos de las claves para ser competitivos frente a países con salarios más bajos. La otra es la política de personal. C&G se nutre de trabajadores y estudiantes de la zona, a los que da las primeras experiencias laborales y a los que fideliza implicándolos en la compañía y con facilidades de conciliación. “Eso nos lo tomamos muy en serio. Nunca he salido tarde por una reunión. Se respetan los tiempos previstos y nos acomodamos a las necesidades de las personas”, afirma Mamen Blanco, directora de Talento, Desarrollo y Cultura Corporativa. La dirección es paritaria, pero la plantilla, aunque va cambiando, está mayoritariamente formada por hombres. “Hay muy pocas mujeres en este ámbito”, lamenta Blanco, que se enfrenta a un problema global de déficit de personal femenino en carreras tecnológicas.
Otra de las apuestas competitivas de esta empresa es la reutilización de componentes de dispositivos rechazados. “Se puede llegar a aprovechar un 90% de una impresora”, explica un trabajador mientras repara una con piezas de otras tres. C&G recupera el material que los clientes o las compañías desechan para reparaciones de algunas unidades siempre que estén en perfecto estado. “Es como tener un desguace y un taller en el mismo sitio”, explica Alejandro Costa.
Baterías, sistemas operativos y discos duros son las principales reparaciones que llegan a la planta. Pero las categorías son infinitas. “Ahí es donde entra la creatividad”, explica el directivo junto al equipo que revisa circuitos de una placa para determinar dónde se encuentra el fallo.
Con todo este engranaje, C&G ha conseguido una fidelización de las compañías que asegura que arroja una recurrencia del 90% en la facturación, es decir, que nueve de cada diez empresas vuelven a confiar en sus servicios.
A la cartera de nuevos clientes podría incorporarse Lenovo, con quien mantienen conversaciones, y en los planes de expansión no descartan dejar el modelo de sociedad limitada para salir a Bolsa. El mercado potencial sigue creciendo. No solo por los usuarios que optan por reparar unidades antes de cambiar el modelo de móvil o de portátil, sino principalmente por las empresas, que han comenzado a recurrir al pago de cuotas por la disposición de la tecnología que necesitan y que suele precisar de renovaciones y actualizaciones cada cuatro años.
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