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El año 0 de la incierta revolución tecnológica de los próximos 20 años

La inteligencia artificial propiciará una transformación sin precedentes que no está exenta de riesgos

Jordi Pérez Colomé
Diane Greene, CEO de Google Cloud, durante su conferencia en la charla principal de la feria Next 2018 en Londres.
Diane Greene, CEO de Google Cloud, durante su conferencia en la charla principal de la feria Next 2018 en Londres. Google

Hay cientos de miles de imágenes de retinas humanas. Los médicos sabían que los vasos sanguíneos de las retinas pueden aportar indicios sobre las posibles enfermedades de un paciente, pero no cómo buscarlos ahí. La inteligencia artificial resuelve el problema: es capaz de leer miles de imágenes de retinas para encontrar patrones relacionados con el riesgo de infarto. Más pronto que tarde una imagen de la retina podrá sustituir un análisis de sangre para evaluar los riesgos.

Diane Greene, consejera delegada de Google Cloud, cree que en este ámbito se producirá la próxima gran revolución tecnológica. La inteligencia artificial contribuirá a resolver, según Greene, el cambio climático o los problemas de gasto excesivo de energía y mejorará increíblemente las cosechas. Greene es una de las pioneras de Silicon Valley, donde ha fundado tres empresas (Google le dio 150 millones de dólares por una, cantidad que Greene donó a ONG). Habla con EL PAÍS en la feria Next, celebrada en Londres y organizada por su empresa. En una de las conferencias principales, Rajen Sheth, encargado de la línea de producto de inteligencia artificial y aprendizaje automático, usó una imagen de 1994 de Mosaic, el primer navegador. Nacía Internet para el gran público. Ahora, 30 años después, estamos en un nuevo momento Mosaic, según Sheth: 2018 es el año cero de la gran innovación de los próximos 20 años.

Tecnología democratizada

Google Cloud es la filial de Google para la tecnología almacenada en la nube. Su tarea principal es vender a empresas sus servicios avanzados, entre ellos la inteligencia artificial. "Cloud democratiza todo lo que tiene Google", dice Greene. "Cualquier empresa de cualquier tamaño podrá sacar ventaja de estas herramientas y crear sus modelos".

Esto tiene sus riesgos. El principal se deriva de cómo se seleccionan los datos para crear los modelos: "En muchos casos, si usamos la inteligencia artificial de una manera tendremos una cantidad increíble de sesgos; aplicada de otra distinta, puede ser tremendamente beneficiosa", dice Sheth.  Amazon, por ejemplo, usaba en 2015 un programa para fichar ingenieros. Los currículums que usaron para ver qué ingenieros preferían eran, como es aparentemente lógico, los ingenieros que ya estaban en plantilla. ¿Qué problema hubo? Que la mayoría era hombres. El algoritmo penalizaba a las mujeres.

Greene se defiende: "Es una tecnología nueva, que la gente no acaba de entender bien". Errores como aquellos a los que alude Sheth son, para Greene, un mal menor: "Todas estas cosas deben ser tenidas en cuenta, pero eso no es razón para detener el progreso", dice.

En Google, sin embargo, sus empleados sí los han tenido en cuenta. En verano escribieron unos principios de inteligencia artificial en los que afirman que no trabajarán con la industria del armamento. La empresa no ha renovado el proyecto Maven y no ha pujado por el proyecto Jedi, dos grandes contratos con el Pentágono. ¿Si no lo hace Google, otros lo van a hacer? Greene responde en silencio y abriendo los brazos. Es decir, sí. Greene explica así a sus ingenieros: "La propia comunidad de IA es la que se hace más preguntas, porque son los que la entienden mejor. Hay por ejemplo un artículo donde explican que diseñaron un par de gafas para una mujer en un experimento de reconocimiento facial. Y la cámara pensaba que cualquiera con esas gafas era esa mujer, aunque llevara barba. Engañaron al algoritmo". Eso, según Greene, en el mundo real no pasará.

El sector de las finanzas es otro ejemplo. Un modelo puede definir quién tiene más probabilidades de devolver los préstamos, lo que quizá prive sistemáticamente de acceder a ellos a un grupo de ciudadanos: "Esto puede tener consecuencias legales", advierte Sheth. Greene lo explica de modo distinto: "Si no sabes explicar el modelo es mejor que no lo uses. Porque habrá sesgos. Puedes hacerlo, pero tienes que mostrar los riesgos a la gente", dice. Y añade: "Pero la gente ya incurre en sesgos sin IA al dar préstamos", aunque son sesgos no sistematizados o que pueden variar si cambia el empleado que decide.

La entrevista con Greene fue la primera con un medio español. También era la primera vez en tres años que Greene saludaba al jefe de Google Cloud España, Isaac Hernández. Cuando Hernández acompañó al periodista de EL PAÍS, Greene saludó y tomó a los dos por reporteros. Cuando se deshizo la confusión, Greene admitió haber pensado: "Qué periódico tan raro que manda a dos periodistas para entrevistarme". Es un ejemplo del increíble ritmo de crecimiento de esta "start-up gigante", según Greene.

Google Cloud es el tercer gran protagonista que llega al sector de la nube. Amazon y Microsoft le llevan ventaja. A Greene le persigue una cita sacada de contexto donde habría admitido que Google iba a ser la primera empresa por cuota en la nube en 2020. "Dije que era posible", matiza. Y lo mantiene: "Es un mercado enorme. Ahora estamos al 10% del mercado global".

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Sobre la firma

Jordi Pérez Colomé
Es reportero de Tecnología, preocupado por las consecuencias sociales que provoca internet. Escribe cada semana una newsletter sobre los jaleos que provocan estos cambios. Fue premio José Manuel Porquet 2012 e iRedes Letras Enredadas 2014. Ha dado y da clases en cinco universidades españolas. Entre otros estudios, es filólogo italiano.

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