Paul Mason: “Las grandes tecnológicas creen que la sociedad existe al margen de ellas”
El periodista y activista apuesta por nacionalizar servicios como Facebook o Twitter
Paul Mason (Leigh, Reino Unido, 1960) decidió hace dos años hacerse autónomo, tras doce años trabajando como editor de economía en un programa de actualidad de la BBC y un período más breve en Channel 4. “En Reino Unido los periodistas que trabajamos para medios de servicio público no podemos participar en el debate político. En España os iría mejor con una norma como esta”, afirma el periodista, ahora miembro del partido laborista. De visita a Barcelona como ponente en el simposio Decode defiende nacionalizar algunos de los servicios de las grandes empresas tecnológicas. En una entrevista con EL PAÍS, propone “quitarles parte de la infraestructura y darles la opción de ofrecer modelos de negocio sobre una base”. “Si puedo cambiar de banco en 24 horas, ¿por qué no puedo elegir entre Facebook A y Facebook B?”, se pregunta.
Uno de los Facebook podría ser de pago y sin publicidad, otro gratuito con anuncios. Uno te podría garantizar que solo toma 10 datos sobre ti y saber exactamente cuáles son: “¿Tengo ahora alguna forma de saber si mi móvil está diciendo a Facebook cuál es la longitud de mis pasos?", se pregunta Mason. Estos servicios, que se conectarían a una misma red para que la gente pudiera interactuar, de forma similar a como ocurre con los bancos, también podrían tener cláusulas como una que garantizara que “mis datos no se usarán para que el Estado ruso o Donald Trump manipulen la política”.
“Las grandes tecnológicas parece que creen que la sociedad existe al margen de ellas”, asegura Mason, que ve a Twitter como “la mayor herramienta antisemita” del mundo, tema que él, también director de cine, abordó en su primera película, el corto Astoria (2016). Por este motivo, considera crucial “fragmentar los monopolios tecnológicos hasta que se comporten, o si no se comportan”. Su próximo libro, que se publicará en 2019, toma el nombre de un fragmento de una cita de Lev Trotski: Clear Bright Future (Futuro claro y brillante, en inglés). En él, imagina cómo cambiará la sociedad cuando la inteligencia artificial irrumpa con fuerza.
La tecnología no debe dominar las personas a través de un “control algorítimico” de unas apps que influyen en sus decisiones y “dan forma a su comportamiento”. En su nuevo trabajo, Mason defiende el “humanismo radical”, donde el ser humano tiene que estar en el centro de “un uso prudente de la tecnología” al servicio de la “justicia social”. “La inteligencia artificial aún no es mejor que la humana”, defiende el periodista. No obstante, asegura que llegará el momento en el que las máquinas “respondan a preguntas que los humanos no podamos entender”. “Si no las creamos siguiendo un código moral, la primera cosa que harán es hacer daño a la gente”, añade. Centrado en el futuro ya en su anterior trabajo, donde exploró el postcapitalismo, Mason reivindica que es vital la omnipresencia de los valores.
Trabajar menos horas y dar menos peso al salario
Conviene evitar que los humanos nos convertimos en meros algoritmos, asegura el escritor británico, que menciona el pronóstico en esta línea hecho por el historiador Yuval Noah Harari. “Si eres un algoritmo con una casa preciosa y un yate, es una cosa; si trabajas en un almacén de Amazon y el algoritmo te dice cómo tienes que mover la mano y que no puedes ir al baño, es otra”, reflexiona Mason. A su parecer, los humanos tendríamos que trabajar menos horas y nuestra economía no tendría que depender al 100% de los salarios. Piensa que cobrar por hacer cosas que nos gustan en nuestro tiempo libre y que tener la sanidad, el transporte y la educación gratis tendría que estar garantizado en el futuro por los gobiernos como fruto de la automatización.
“A un trabajador de Uber, si le subes un 5% el salario quizá no le importa mucho, pero si le das acceso gratuito al metro, es otra cosa”, considera. “En Reino Unido hace unos años había 4.000 máquinas de lavado de coche automáticas, hoy solo hay 1.000, y 20.000 migrantes, algunos ilegales, que los lavan a mano. ¿Es esto el progreso?”. “Los partidos de derechas están obsesionados en crear trabajos que no hay ninguna necesidad de que existan”, lamenta.
España, “ridícula” tras del 1 de octubre
"Sea cuál sea tu posición sobre la cuestión nacional en Cataluña, tecnológicamente la organización del referéndum me impresionó", asegura Mason, que estuvo en Barcelona durante su celebración. Según él, la organización de la votación del 1 de octubre de 2017 fue un ejemplo de "tecnología humana", ya que fue la gente la quien lo promovió pese a haber sido declarado ilegal por parte del Gobierno y con la infraestructura de red de la Generalitat intervenida.
"Estuve en un colegio de Sant Andreu y pararon la votación porque pensaban que el Estado les bloqueaba la conexión. No sé si era cierto, pero todo tenía que ser transparente", cuenta el periodista. Según él, el encarcelamiento de Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, el caso del rapero Valtònyc y el expresident Carles Puigdemont en el exilio hacen que "España se vea ridícula". "No hay prudencia en el uso de la ley, claramente no es así en el caso catalán", concluye esperanzado con el nuevo Gobierno que ha tenido el "coraje" de pactar con Podemos, partido al que Mason es afín.
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