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Innovar: un asunto de ecosistemas

En un viaje por los cinco continentes el blogger y experto en nuevas tecnologías busca las claves del futuro

Centro de investigación tecnológica en Bangalore (India)
Centro de investigación tecnológica en Bangalore (India)PUNIT PARANJPE/ REUTERS (EL PAÍS)

Aprovechando este momento de relativa calma que es agosto quisiera sacar un primer balance –parcial- de mis viajes alrededor del mundo de la innovación. Después de haber visitado 33 ciudades, entrevistado a cerca de 200 personas y leído algunos libros y artículos sobre el tema, la expresión que se impone para describir lo que posibilita su avance es 'ecosistema'. Implica un complejo juego de ensamblajes tecnológicos y de encuentros humanos. Ambos por lo general se benefician al apoyarse en la mayor diversidad posible y funcionan en relación abierta con el resto del mundo.

Sea cual fuere la definición que uno les asigne, las innovaciones siempre resultan del ensamblaje improbable de elementos, a menudo conocidos, que permiten poner a disposición de la sociedad productos, procesos o servicios "objetivamente nuevos o mejorados", como dicta la OCDE. Tal es el caso, por ejemplo, de NandiMobile.com, la compañía ghanesa que marida los SMS y la inteligencia artificial para ofrecer un servicio de enlace a sus clientes adaptado a las realidades africanas.

La lectura del libro de Steven Johnson "Where Good Ideas Come From" (De dónde vienen las buenas ideas) ayuda a comprender que siempre son fruto de procesos lentos puesto que derivan de la noción de ensamblaje y de diversidad. Los elementos están ahí desde hace tiempo y la innovación se vuelve posible el día en que alguien encuentra el medio para acomodarlos de una manera nueva. A eso se refiere en buena medida la palabra en inglés "hack" (que hace pensar en el uso de un hacha), mientras que el árabe utiliza el mismo término que para "ardid".

De tales ensamblajes dependen los encuentros –también improbables– entre personas diferentes pero animadas por un mismo espíritu emprendedor, es decir, por la voluntad de reunir recursos que no controlan (aún) para concretar una idea, que es, al inicio, del orden de los sueños. Cada quien es libre de optar por lanzarse a ganar dinero (emprendedores de negocios), a crear una empresa socialmente responsable (emprendedores sociales) o a movilizar gente buscando que su mundo se transforme (emprendedores activistas).

Porque la innovación siempre trata de un proceso social que implica la puesta en relación y la colaboración entre hombres y mujeres venidos de experiencias y horizontes distintos. La verdadera riqueza se desprende de la diversidad, y resulta fundamental facilitar el encuentro de ingenieros, diseñadores y emprendedores que, en el sentido que atribuí al término, se dividen en lo tres grupos arriba citados, y no precisan regirse por la misma filosofía.

Requieren, sí, de sitios donde reunirse a intercambiar ideas, a compartir proyectos, a considerar embarcarse en una aventura común. Los entrevisté en los cafés de los centros comerciales en Kuala Lumpur (todos con acceso a internet, requisito obligatorio de la municipalidad), en los locales para "polinizar las ideas" de JokkoLabs en Dakar, del iHub en Nairobi, así como en las conferencias de Arabnet organizadas en diferentes puntos del mundo árabe, o en el remodelado barrio de Porto Digital en Recife, Brasil.

Les resta encontrar a inversionistas dispuestos a financiar el lanzamiento de esas aventuras siempre riesgosas. "Aquí hay dinero, pero quienes lo tienen no invierten en lo virtual o en aventuras que juzgan poco seguras", ha sido la frase más común escuchada en cada una de mis escalas. De Brasil a Polonia, pasando por África y Turquía, la mayoría repite el estribillo. Un verdadero bloqueo. A excepción –por el momento– de Israel, la India y Rusia... que, si bien pasaron por ahí, ya trascendieron tal obstáculo.

Para salir del aludido bloqueo es menester, casi siempre, un logro espectacular (teniendo en cuenta el contexto local pre-existente) que consiga, por un lado, que la gente entienda que en el campo de las tecnologías de la información puede triunfarse con una buena idea y, por el otro, que vale la pena invertir en ellas. Tampoco hace falta ser Google o Facebook, pero sí alcanzar cierto tipo de éxito, como IndiaGames en Mumbai –recomprada en 2011 por Disney–, o ICQ en Tel Aviv –recomprada en 1998 por AOL.

Mi balance parcial arroja, pues, que hay gente en el mundo entero dispuesta a apostar por la innovación, particularmente en las TIC, para desarrollarse, para enriquecerse o para lograr sacudir su mundo. Pero toma su tiempo por la simple razón de que, por definición, los ecosistemas se comportan con la complejidad de un ente vivo.

Ningún elemento tomado por separado podría lograrlo. Y si bien gobiernos y legisladores pueden allanar su emergencia, en ellos no reside la capacidad de crearlas. Le toca a los emprendedores promoverlas. Y son todos diferentes entre sí porque, por naturaleza, respiran al ritmo de la sociedad que les rodea.

Componente nuevo y esencial, la internet permite informarse desde cualquier parte del mundo sobre lo que mejor se hace en cualquier otra. No nos imaginamos cuan al tanto están los interesados en los desarrollos más recientes y de punta. También ayuda a que se comuniquen, a que entren en contacto, que interactúen. Facilita, a fin de cuentas, que trabajen juntos independientemente de la ciudad donde cada uno se encuentre, como lo ilustra LetiGames –una empresa de juegos africanos creada por un joven ghanés y otro keniano. Para ello el inglés es indispensable. Un punto a favor de los indios y en contra de los brasileños o de los rusos, por ejemplo.

He aquí, pues, algunos elementos de reflexión provisional. Pueden seguir mis peregrinaciones en mi blog unpasomas.fundacion.telefonica.com/winch5/, donde daré cuenta, además de mi segunda vuelta alrededor del mundo, de la que incluyo los pasos: Ho Chi Minh City, Singapur, Manila, Hong Kong, Shangai, Beijing, Seúl, Tokio, San Francisco, Boston, Nueva York, de fines de agosto a principios de octubre.

Antes de volver a salir seguiré compartiendo algunas de las enseñanzas más notables.

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