_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La mentira de las verdades

Hay aparatos para cada cosa, pero aún falta por inventar el aparato tecnológico perfecto, aquel que nos permite realizar todas las cosas

El cantante Justin Bieber presenta un robot en la feria CES de Las vegas.
El cantante Justin Bieber presenta un robot en la feria CES de Las vegas.DAN GLUSKOTER (EFE)

El mejor curso de literatura no lo recibí en el colegio. Tampoco en la universidad. Fue hace unos años y lo impartía Mario Vargas Llosa, con su libro La verdad de las mentiras. En ese ensayo, tan ameno que parece una novela, repasa las mejores, a su juicio, obras de ficción del siglo anterior. Para ello se fija no solo en la calidad de la prosa, en el estilo, que sería lo suyo, sino que describe en qué circunstancias se movía el autor de la novela o el tiempo político vivido; es decir, Mario Vargas Llosa cuenta lo que hay de verdad detrás de esas mentiras, las novelas.

Durante cinco días, dos periodistas de EL PAÍS hemos visitado Las Vegas para cubrir la información del CES, la feria del consumo electrónico, una locura de casi 3.000 empresas, con más de 20.000 productos desparramados por el centro de convenciones de la ciudad y por varias urbes, que aquí llaman hoteles. Más de 140.000 visitantes, dice la organización, todos profesionales, pues no se abre al público, llegados de 40 países para ver maravillas. Las hemos contado durante estos días y, leyéndonos, a cual parece mejor. Impresoras 3D, televisores como mesas de pimpón, lectores de libros como cajas de cerillas... todo lo que se le podría ocurrir a alguien, ya existe. Y si un ordenador lleva procesador de doble núcleo, el otro de cuatro; si una cámara tiene 16 megas, la de al lado 22; si una tableta baila, la otra canta, y si había miniportátiles ahora son ultraligeros. Todo ello es verdad.

Sin embargo, los visitantes de la feria , exhibidores, periodistas, compradores circulan por los pasillos arrastrando maletones, mochilones, carretillas, bolsos como el de Mary Poppins, pues de ellos salen objetos inverosímiles: trípodes de tres cabezas, micrófonos extensibles, marañas de cables -cuando escribimos que el mundo es wireless-, viejos radiotransmisores para eludir las locas tarifas del moderno smarthpones....Es la parte oculta de esos objetos tecnológicos maravillosos que cantamos. Es la mentira de las verdades.

De los 6,8 kilogramos de equipaje, 3,8 eran de ropa y el resto para los aparatos tecnológicos que -gracias a los avances en materiales y diseño- pesan hoy mucho menos que una década atrás-, sin embargo a estos hay que añadirle sus cables y sus baterías y los cargadores de las baterías que, a su vez, llevan su cable para la corriente eléctrica. Sí,cierto, hemos hablado mucho de los cargadores solares.

Exhibidores, periodistas, compradores... circulan por los pasillos arrastrando maletones, mochilones, carretillas, bolsos como el de Mary Poppins, pues de ellos salen objetos inverosímiles: trípodes de tres cabezas, micrófonos extensibles, marañas de cables..

En la mochila entra un ordenador portátil HP, por supuesto maravilloso, con su teclado y su pantalla grande -por algún lado se habrá metido el ratón porque moverse con un trackball o cosa de esas nunca ha resultado igual de cómoda. El ordenador maravilloso también tiene 3G, pero español, así que mejor ni conectarse. Por lo demás el ordenador va bien durante tres horas como máximo. Su batería no da para más, con lo cual en actos públicos o en ausencia de enchufes se corre el peligro de quedarse sin la máquina de escribir. Pero para eso está la tecnología, solución: que entre en la maleta también una tableta de Apple. Ligera, lista como ella sola para captar las redes wifi, que se enciende y se apaga en un plisplas, y una batería que dura y dura un día entero. La tableta, ya lo habrán leído ustedes miles de veces, es maravillosa, sin embargo se escribe en ella fatal y se apoya fatal (¡Ah, que esto no lo han leído tanto?). Pero la tecnología tiene remedio para todo, pues es maravillosa. Así que incluyo en la maleta un teclado Logitech con funda-apoya tabletas incorporado y así poder escribir con ciertas garantías-, y su respectiva batería. La tableta sería casi completa si, aparte de no dejarte marca en el ombligo, tampoco te dejara la vista en su pantalla cuando se lee mucho tiempo. Porque con los vuelos low cost arrastrar cuatro o cinco libros de papel va pasando a la historia. Como uno se puede quedar ciego leyendo Ana Karenina en el iPad, entra en la maleta el Kindle de Amazon, qué son 200 gramos más, aparte su fundita para que no se raye la pantalla, más su cablecito por si acaso, aunque dice que la batería dura un mes. Gracias al Kindle hay lectura para vuelos transatlánticos de ida y vuelta, o casi, porque la realidad es que durante el despegue y el aterrizaje -en total una hora, seguro-, con todo su proceso, hay que apagar el libro. Efectivamente, ahora los libros se apagan. Con todo ello el equipaje parece completo, si no fuera porque habrá que fotografiar esas maravillas. La del iPad no vale para multitudes, la cámara del smartphone de Samsung tampoco da una calidad exagerada, aunque saca de más de un apuro, así que incorporo una Olympus con buen zoom, más sus memorias, sus baterías y su cargadores de baterías y cable. Ahora sí que está todo en uno, en un bolso, digo.

De los miles de periodistas que han aparecido en Las Vegas, sólo dos iban ligeros de equipaje, con un boli y su cuaderno. Ignoro si hicieron algo o simplemente eran restos de la KGB. Los demás, en la primera conferencia de prensa, desde sus asientos de un lugar mal iluminado, disparó ráfagas de fotos sobre un señor de corbata que iba a dar cifras y estadísticas y a la milésima de segundo, antes de que dijera buenas tardes, su imagen estaba ya por Internet. Al acabar, sudorosos, cargados de la cámara, el ordenador, el teléfono, la tableta, el kindle, el teclado y los cables, los periodistas se van a contar el siguiente cuento de una industria tecnológica que aún le falta crear ese objeto que pueda hacer de todo. De momento aguanta la única máquina que ha conseguido la polivalencia absoluta. Se llama hombre.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_