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Una red social en Internet ayuda a los indios pobres a encontrar trabajo

La web, Babajob, ya tiene inscritos más de 2000 trabajadores, gracias a personas que conectan al trabajador y a la empresa.

Manohar Lakshmipathi no tiene ordenador. De hecho, en India, a los trabajadores como Manohar, pintor de brocha gorda, por lo general se les prohíbe tocar los ordenadores de sus clientes.

Así que pueden imaginarse el asombro de Manohar cuando se sentó frente a un ordenador, y dictó su fecha de nacimiento, su número de teléfono y su vida laboral a una secretaria. Después, un hombre le sacó una foto. Luego, con un 'click' de ratón, la página de Manohar saltó a la Red, el perfil más nuevo en una página 'web' india llamada Babajob.com.

Babajob pretende llevar la revolución de red social popularizada por Facebook y MySpace a la gente que ni siquiera tiene ordenador: los pobres del mundo. Y la nueva empresa es sólo un ejemplo de un producto derivado del auge de la deslocalización: muchos de los cientos de multinacionales y cientos de miles de expertos en tecnología que trabajan en ellas dirigen su talento hacia la lucha contra la miseria absoluta que les rodea.

"En Redmond no se ven niños de siete años pidiendo en la calle", cuenta Sean Blagsvedt, fundador de Babajob, refiriéndose a la sede central de Microsoft en el Estado de Washington, donde trabajó en el pasado. "En India no se puede huir de la sensación de que tienes suerte de verdad. Así que te preguntas: "¿Qué vas a hacer acerca de todo lo que te rodea? ¿Cómo vas a usar todos tus conocimientos?".

Babajob conecta las élites indias con los pobres que están a la vuelta de la esquina, gente que necesita trabajo, pero que carece de las conexiones para encontrarlo.

Los que buscan trabajo anuncian sus aptitudes, los empresarios anuncian los puestos de trabajo, y a través de las redes sociales se establece el contacto entre unos y otros.

Blagsvedt, con su padrastro Ira Weise y un antiguo compañero de Microsoft crearon un sitio con carácter de red social para conectar a los ricos de Bangalore con sus trabajadores. (La página ahora se centra en Bangalore, pero hay planes de extenderla a otras ciudades indias y quizá a todo el mundo).

Para afrontar el problema de la conectividad, Babajob paga a cualquiera, desde organizaciones benéficas a propietarios de cibercafés, que encuentre a personas que busquen trabajo y las registre en Internet. (Babajob se gana el sustento con los anuncios de los empresarios, y desvía una parte de eso hacia los que registran a los que buscan trabajo). Y en lugar de crear un bazar anónimo de empleos, Babajob reproduce en Internet el proceso mediante el cual los indios contratan en la vida real: a través de cadenas de contactos personales.

En India, un hombre de negocios que busca chófer podría preguntar a un amigo que podría preguntar a su chófer. Estos contactos proporcionan una especie de control de calidad. Por ejemplo, el chófer de su amigo no recomendaría a un matón, por miedo a perder su propio trabajo.

Para recrear esta dinámica en Internet, Babajob paga a la gente para que hagan de "conectores" entre empresario y trabajador. En el ejemplo anterior, tanto el amigo del ejecutivo como su chófer ganarían la cantidad equivalente a 1,73 euros si pusieron en contacto al ejecutivo con alguien de su gusto.

Hasta el momento se han registrado más de 2.000 personas que buscan un empleo. Las listas son un retrato de la clase marginada circulante, con millones y millones de personas que buscan unos pocos dólares al día trabajando como chóferes, niñeras, jardineros, guardas y recepcionistas.

Una mañana, en el piso de Blagsvedt, el pintor Manohar expresaba su esperanza. Gana 100 dólares al mes. Entre trabajo y trabajo, pide préstamos a los usureros para dar de comer a su mujer y a sus hijos. Los prestamistas cobran un 10% de interés mensual, lo suficiente como para convertir un préstamo de 100 dólares en una deuda de 314 en un año.

Manohar no quiere que sus hijos conozcan sus preocupaciones, o su vida. Quiere que trabajen en una oficina agradable, así que gasta casi la mitad de sus ingresos en colegios privados para ellos.

Por eso estaba en Babajob, en una silla giratoria, mirando fijamente el ordenador y soñando con más trabajo.

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