La mitad de las enfermeras sufre acoso sexual en su trabajo: “Un superior intentó besarme. No volví a hacer guardias para no verlo”
Ocho de cada diez profesionales no denuncian porque desconocen el proceso o dudan de su eficacia, según una macroencuesta del Sindicato de Enfermería

“Me dejaba la última para quedarse a solas conmigo en su despacho e insinuarse”; “preguntarle al paciente si necesita algo y que te responda ‘un beso”; “un superior me abordó por detrás empujando su miembro contra mi nalga, disfrazándolo de broma”; “en una guardia, un superior intentó besarme y mantener relaciones conmigo. No volví a hacer guardias para no tener que verlo”. Estos son apenas algunos de los 1.500 testimonios enviados al Sindicato de Enfermería (SATSE) relatando situaciones de violencia sexual en el ámbito laboral. Pero constituyen solo una parte de la realidad que el sindicato busca radiografiar con una macroencuesta sobre acoso sexual en el entorno sanitario realizada a 7.387 enfermeras y fisioterapeutas de todo el país y presentada este martes.
Los datos, según SATSE, son preocupantes: casi la mitad de las enfermeras (48,5%) ha sufrido comentarios o chistes sexistas ofensivos y ocho de cada diez asegura no denunciar por desconocer el procedimiento o no confiar en su eficacia.
La mayoría de las personas que respondieron a la encuesta son mujeres (el 85%) y, según el sindicato, la mayoría de los agresores señalados por ellas son hombres. Dos de cada diez profesionales (22%) han experimentado algún tipo de violencia sexual, como tocamientos en zonas sensibles o íntimas. “Al explicarme diferentes técnicas de enfermería había tocamentos y roces en diferentes partes de mi cuerpo que no veo necesarias para la explicación”, es uno de los testimonios. O este otro: “Un tutor en mi etapa de práctica hospitalaria me realizaba tocamientos, miradas y acercamientos obscenos”.
Según el Ministerio de Igualdad, el acoso sexual es cualquier comportamiento —verbal o físico— de naturaleza sexual que tenga el propósito o el efecto de atentar contra la dignidad de una persona. El acoso por razón de sexo, por su parte, consiste en un trato hostil o degradante dirigido a una mujer por el hecho de serlo. Ambas formas de violencia generan un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo. Los testimonios recogidos por el sindicato evidencian que estas conductas no proceden solo de superiores o compañeros: también pacientes y acompañantes son responsables de comportamientos de acoso.
Estas manifestaciones de violencia laboral, subraya SATSE, tienden a “normalizarse, silenciarse o invisibilizarse”, sin que los agresores enfrenten consecuencias. El sindicato insiste en que las administraciones y las empresas sanitarias tienen la responsabilidad de garantizar el cumplimiento de protocolos que puedan mejorar la prevención, la detección temprana, la denuncia y la atención a las víctimas.
Sin embargo, la responsable de Igualdad del sindicato, Carmen Guerrero, advierte de que la mera existencia de un protocolo no garantiza su eficacia: es imprescindible la formación de las plantillas y la concienciación social, especialmente porque este tipo de conductas también son normalizadas por pacientes y familiares. Ante este panorama, Laura Villaseñor, presidenta del sindicato, reclama la implantación de medidas de “tolerancia cero” al acoso, con formación obligatoria para todo el personal sanitario y campañas de sensibilización permanentes.
La macroencuesta forma parte de una estrategia de sensibilización impulsada por el sindicato bajo el lema Sí que pasa… Es acoso. Villaseñor señala que tanto el acoso sexual como el acoso por razón de sexo reflejan “una desigualdad estructural y un ejercicio de poder de género”, y los define como las formas de violencia “más frecuentes, ocultas e impunes” del ámbito laboral.
Más de un tercio de las enfermeras (37%) asegura haber sido tratada de forma diferente por razón de su sexo. Entre el 20% y el 30% reporta otras conductas: escuchar historias o bromas sexuales ofensivas, soportar miradas insinuantes, sufrir intentos de roces o tocamientos o recibir llamadas de atención de carácter sexual, como silbidos o piropos degradantes.
Normalización y silencio en el ámbito sanitario
Para Villaseñor, el colectivo de enfermería y fisioterapia es particularmente vulnerable. “Sobre todo en el caso de la enfermería, históricamente hemos arrastrado estereotipos y estigmas sexuales que se reflejan en bromas, disfraces, películas, anuncios…”, remarca.
La encuesta indica además que el 43,4% de las profesionales ha vivido estas situaciones entre dos y cinco veces, mientras que el 25,2% las ha sufrido más de diez veces a lo largo de su vida laboral. El 60% asegura haber experimentado alguno de estos episodios en los últimos tres años.
Guerrero explica que la falta de denuncias se debe principalmente al desconocimiento de los procedimientos y derechos existentes (39,5%) y a la desconfianza en su eficacia (34,5%). El 63,5% de las enfermeras y fisioterapeutas desconoce si existe un protocolo de actuación frente al acoso sexual y por razón de sexo en su centro de trabajo, y solo el 18,8% afirma haber recibido información o formación al respecto.
De hecho, la evidencia científica respalda esta advertencia: un estudio de la Universidad de Calgary, publicado en 2007 y basado en un metanálisis de 41 investigaciones con casi 70.000 participantes, concluye que el factor que más influye en la prevalencia del acoso sexual en las organizaciones es la percepción de tolerancia hacia estas conductas.
Villaseñor añade que la normalización en el ámbito laboral sanitario llega a tal punto que muchas profesionales no saben nombrar lo que les ocurre. En sus palabras: “Para saber qué es lo que me ha pasado y para nombrarlo, lo primero que tiene que haber es esa sensibilización y esa formación“.
Otras mujeres, además del miedo a represalias, asumen que “eso siempre ha pasado” y dudan de que su situación pueda cambiar. Esto termina perjudicándolas incluso en su economía: son ellas quienes a menudo cambian de turno o de puesto para evitar a los agresores. Estas mujeres, por lo tanto, se ven afectadas también en su desarrollo profesional, en su crecimiento y en su salario. “Así no se puede trabajar”, concluye Villaseñor.
El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.
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