Del ‘sugar dating’ a OnlyFans, nuevas rutas hacia la prostitución: “¿Qué hago con este señor que podría ser mi padre?”
Varias plataformas en redes sociales pueden suponer una puerta de entrada para mujeres jóvenes con dificultades económicas a dinámicas de explotación sexual encubiertas

Una mujer joven, muy arreglada, posa junto a unas botellas de Moët, en una piscina sobre el mar en Dubái y en las lujosas escaleras de un hotel ubicado en Montecarlo. Se define como sugar baby y en su perfil comparte vídeos sobre su glamurosa vida junto a un supuesto hombre mayor que jamás aparece en las imágenes. Ana (nombre ficticio) la contempla en la pantalla de su teléfono y recuerda aquellos tiempos en los que ella también creyó que todo aquel universo estaba al alcance de su mano. “Pensaba que era así de fácil”, dice.
Conoció el sugar dating —las relaciones entre chicas jóvenes y hombres mayores a cambio de regalos— en 2022, cuando apenas contaba con 18 años. “Me mudé a estudiar a Granada y no tenía casi dinero”, explica. Compartía entonces un piso “destartalado” con otros cinco universitarios, buscaba trabajo por horas y anhelaba “las cosas caras que desean las niñas con esa edad: un iPhone, ropa de marca, viajar”. En esos vídeos de TikTok creyó encontrar “un atajo sencillo” a sus sueños, pero solo halló una puerta a una realidad “muy cruda”.
Tras darse de alta en una aplicación de citas, quedó para cenar con un hombre de unos 50 años. “Incluso me pareció excitante la idea, pero cuando lo tuve enfrente caí en la cuenta de lo que estaba haciendo y sentí asco; pensé: ‘¿Qué hago aquí con este señor que podría ser mi padre?”. Al llegar al postre, él le ofreció ir a su casa. “Me dijo que buscaba una especie de relación, alguien que le diera cariño y sexo, y que, a cambio, él podía ocuparse de los caprichos de esa persona”.
Ana no accedió ―aunque remarca que él fue “muy amable”—, porque sintió que era “entrar de lleno” en la prostitución. Esa misma noche se dio de baja en la plataforma y nunca más la volvió a usar. Pese a ello, tuvo “pesadillas” durante mucho tiempo sobre lo que podría haber pasado en aquel encuentro. “En los vídeos solo ves la parte de los regalos, los viajes increíbles y a sugar daddies que son ricos y guapísimos, pero no te das cuenta de que esto en realidad va de acostarte con alguien que no te gusta por dinero”, resume.
Su testimonio no es un caso aislado. En varios foros de internet pueden leerse historias similares: chicas jóvenes atraídas por el exitoso tren de vida que exhiben en sus redes otras mujeres —muchas veces influencers contratadas por las propias plataformas de sugar dating— que en realidad enmascaran nuevas formas de ejercer la prostitución.
“Con 22 años, comencé a ver de manera compulsiva vídeos donde chicas de mi edad explicaban sus experiencias con sugar daddies y lo bien que les había ido, el pastón que habían ganado…”, escribe Lidia (nombre de usuario) en We Lover Size, comunidad en la que relata su paso fugaz por una de estas apps, de la que se dio de baja enseguida porque “todos” buscaban sexo. “¿Dónde están los sugar daddies tan maravillosos de los que hablan las youtubers?”, se pregunta al final de su post.
A esta cuestión responden desde la Federación de Mujeres Jóvenes (FMJ): el sugar dating “no es lo que las adolescentes creen ver en las redes”, aseguran, sino una de las nuevas y “peligrosas” vías de entrada a la explotación sexual. Según los últimos datos publicados por la ONG Diaconía, España es el quinto país del mundo con más usuarios en estas páginas: 400.000 en 2022; la mayoría, mujeres en edad universitaria.
Además de esta ruta de acceso a lo que se ha bautizado como “prostitución 2.0”, desde el Observatorio de las Violencias Sexuales de la FMJ citan otras, como las plataformas de creación de contenidos pornográficos. En particular, señalan a OnlyFans como un espacio en el que se han conseguido “blanquear” las nuevas dinámicas de explotación sexual y a través del cual se perpetúan “el sexismo, la violencia contra las mujeres y la dominación masculina”.
De una foto en bañador a la violencia sexual
Basta con darse de alta en la propia plataforma para comprobarlo: una larga lista de usuarias se muestra semidesnuda y ofrece contenido para adultos a cambio de una suscripción. “Muchas chicas son captadas por la propia web en otras redes sociales, como Instagram o TikTok”, explica Laura López, de la FMJ. “Las seducen haciéndoles creer que pueden ganar dinero colgando en OnlyFans las mismas fotos en bikini que tienen en otros perfiles, pero la cosa nunca se limita a una foto en bañador”, advierte.
Las jóvenes, muchas veces “con dificultades económicas” y “narcotizadas por el capitalismo feroz que se potencia en las redes”, acaban creándose una cuenta en este espacio. Tras las primeras imágenes, explica López, llegan “los mensajes de usuarios que piden más y más contenido, hasta que se producen las primeras citas y termina apareciendo la violencia sexual de carácter presencial”.
El problema se ha convertido en una “amenaza tan importante” para las adolescentes que diversas instituciones llevan ya un tiempo con el foco puesto sobre estas plataformas. Entre ellas el Ministerio de Igualdad, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o la Comunidad de Madrid, que ha lanzado una campaña contra las plataformas “que prometen independencia y esconden control y explotación sexual”.
En su presentación, hace unos días, la consejera de Familia, Juventud y Asuntos Sociales, Ana Dávila, afirmó que esta iniciativa —cuyo lema es ¿Te desnudarías delante de ellos? y ha costado un millón de euros— pretende prevenir “la extorsión y el ciberacoso, y luchar contra las redes mafiosas dedicadas a la trata y a la explotación sexual que se esconden detrás de este tipo de páginas”.
Y aunque con ese objetivo, diversas expertas, organizaciones e incluso políticos y políticas han criticado la idea por incurrir en lo que también otras lo han hecho a lo largo de los últimos años, cuando aún existía cierto desconocimiento generalizado de la estructura de la violencia sexual: responsabilizar a las mujeres de la propia violencia que sufren, repetir estereotipos, y tener un enfoque erróneo.
“¿Y si nos desnudamos delante de ellos, qué pasa? ¿Entonces es nuestra culpa que nos violen? Un millón de euros se ha gastado Ayuso para decirnos otra vez que somos las culpables de las violencias machistas que sufrimos", posteó en X la exministra de Igualdad, Irene Montero. “Nuevamente una campaña situando a las mujeres como responsables de la violencia sexual que sufren. Otro grave error”, escribió en X Francisco Martín, el delegado del Gobierno en esa autonomía. Y también Lorena Morales, diputada socialista en la Asamblea madrileña: “De Ayuso, creadora de la campaña “no pierdas de vista tu copa”. Ahora llega “Te desnudarías delante de ellos?” Las responsables NO son las mujeres. Contra el porno hay que dar educación sexual. Pero Madrid se la ha cargado. Igual que la formación contra la violencia machista".
Un patrón reconocible en mujeres jóvenes
Más allá de la campaña, la realidad es que muchas historias evidencian un patrón: mujeres jóvenes en apuros económicos que, atraídas por los reclamos de estas páginas, pueden acabar involucradas en dinámicas de explotación sexual. “Cuando eso sucede, las chicas deben ser consideradas víctimas”, insisten desde la Federación de Mujeres Jóvenes, cuyas integrantes denuncian cómo estos espacios “disfrazan” el proxenetismo.
“La única solución para acabar con el trauma que están causando a muchas mujeres es la abolición”, concluye Laura López, que espera que la ley que prepara el Gobierno incluya y regule webs como OnlyFans. Jóvenes como Ana ven fundamental terminar con la “publicidad engañosa” que se inserta en las redes sociales para evitar que chicas como ella “coqueteen, casi sin darse cuenta, con la prostitución”.
María (nombre ficticio) no pasó por Onlyfans, pero sí por una web de venta de ropa interior usada. Fue hace unos años, cuando tenía 23. Estaba acabando un máster para ejercer de profesora y, aunque trabajaba como camarera, necesitaba “unos ingresos extra” para poder mantenerse por sí misma en la ciudad a la que se mudó, que prefiere no decir. Una amiga le dijo que había visto en Instagram cómo algunas chicas “se hacían de oro” vendiendo sus prendas íntimas por internet, y quiso probar.
“No era tan fácil como lo pintaban: había que subir fotos tuyas o vídeos con el tanga que ibas a vender”, relata. Las usuarias que más ventas obtenían eran aquellas que aportaban “contenido atractivo para los compradores”: es decir, no bastaba con la prenda en sí, los consumidores “querían saber cómo era la chica de las bragas, tener material erótico de ella”.
Así lo corroboran otras mujeres en el foro We Lover Size. “Soy estudiante y no tengo trabajo”, escribe la usuaria Curvy Girl. “Necesito dinero urgente y he buscado opciones como la de vender mi ropa interior (…). El problema es que nunca lo he hecho y hay mucho loco suelto”, expone, por lo que pide consejo a otras chicas. “Yo lo hice durante unos meses en los que pasé por una situación económica complicada”, responde otra usuaria.
“Entré con la idea de vender solamente bragas, pero al final terminas teniendo más demanda de fotos, vídeos, etc.”, le indica. Con ella coincide Malamujé: “Yo saqué pasta una temporada, pero [la app] está más cerca de un chat erótico que de unas simples bragas. Lo dejé al echarme novio”, subraya.
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