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“No debería pasar, pero pasa”: cinco razones por las que la campaña del 25-N de la Xunta de Galicia falla

Las expertas consultadas creen que responsabiliza a las mujeres de la violencia, ven estereotipos, un enfoque erróneo y situaciones que no se corresponden con la realidad

Dos de los carteles de la campaña de la Xunta de Galicia por el 25-N de 2022.
Dos de los carteles de la campaña de la Xunta de Galicia por el 25-N de 2022.
Isabel Valdés

La Xunta de Galicia colgó el miércoles por la tarde en su cuenta oficial de Twitter uno de los carteles de su campaña para el 25-N de este año. Mujer joven corriendo en top y mallas cortas al atardecer. “Se pone unas mallas deportivas. Va a correr por la noche. ¿Qué pasa ahora? No debería pasar, pero pasa”. No era el único cartel. Había un segundo: mujer joven con un móvil en la mano. “Le envían una foto íntima. Él está con sus amigos. ¿Qué pasa ahora? No debería pasar, pero pasa”. Un tercero: mujer joven en la barra de un pub. “Una discoteca. Una copa desatendida. ¿Qué pasa ahora? No debería pasar, pero pasa”. Y una cuarta: mujer joven sola en una calle de noche. “Una joven camina sola de noche. Lleva las llaves en la mano. ¿Qué pasa ahora? No debería pasar, pero pasa”.

Uno de los miles de mensajes que han recibido esas imágenes era: “¿Qué pretende esta campaña? ¿Meter más miedo a las mujeres?”. Aunque la cartelería, que costó 300.000 euros, llevaba un mes en redes, no fue hasta que la Xunta la publicó de manera oficial en Twitter que empezó el aluvión de críticas. La Administración dijo que no retiraría la campaña porque la da por finalizada, a pesar de la petición de que lo hiciera por parte de sindicatos, asociaciones, organizaciones feministas y también desde el ámbito político.

¿Por qué? ¿Cuáles son los problemas que plantean estas imágenes? ¿En qué han fallado? Varias expertas explican los errores de estos cuatro carteles.

Un foco mal colocado

“Al final la responsabilidad pesa sobre la mujer, se está poniendo todo el foco en qué hace ella: salir a correr de noche, salir a discotecas, ir sola por la calle. Ella es según esas imágenes la responsable de lo que le ocurra”, explica Begoña Leyra, directora de la Unidad de Género de la Escuela de Gobierno de la Universidad Complutense de Madrid y doctora en Antropología. Añade que hay que cambiar ese foco: “Es la idea de que todavía ni la calle ni la noche son nuestras. Son reivindicaciones de los años setenta y parece que no hemos logrado aún esos espacios que también nos pertenecen”.

Una idea que no se corresponde con la realidad

El informe en el que Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género, trabajó para el Consejo General del Poder Judicial sobre sentencias sobre delitos sexuales dictadas por el Tribunal Supremo en 2020 reflejaba que en el 65,7% de los casos el agresor era una persona conocida. El médico forense ahonda en que “con esas imágenes se está diciendo a las mujeres que si no hacen ninguna de esas cosas no les va a pasar nada, pero son cuestiones que no influyen en la realidad de la violencia sexual, que es una violencia más circunstancial (los agresores aprovechan las circunstancias)” que meditada.

Repetición de estereotipos

También Lorente apunta a que el mensaje que se desprende fija estereotipos: “Si eres buena chica, no te va a ocurrir nada”. “Buena chica”, según la cartelería, puede ser no salir a correr ni a bailar ni volver sola a casa. Mar Venegas, profesora de Sociología en la Universidad de Granada y experta en género, añade el “cómo se vistan” las mujeres como motivo responsable de los delitos sexuales: “Recuerdo campañas de los años ochenta del Instituto Andaluz de la Mujer contra las violaciones que hablaban del pantalón estrecho y la falda corta, de eso hace 40 años”.

Invisibilización de la responsabilidad

“¿De quién es la responsabilidad de agredir? De quien agrede, en esa campaña desaparece el responsable de las agresiones: los hombres que lo hacen. También la sociedad patriarcal en la que se dan y quienes son cómplices, porque la complicidad también te hace responsable”, espeta Leyra, que compara la campaña gallega con la campaña de este año del Ministerio de Igualdad. Un vídeo en el que aparecen hombres en situaciones que remiten a la realidad y conocidas.

Al streamer de Twitch El Txokas, que emitió un directo en el que contaba que sus amigos “se divertían mucho llevándose a pibas que estaban colocadas”; a los hombres del Colegio Mayor Elías Ahúja y su cántico “¡Putas, salid de vuestras madrigueras como conejas!”; los hinchas del fútbol que corean a sus ídolos, acusados o condenados por violencia machista; o presentadores de televisión, como Pablo Motos, que preguntan a sus entrevistadas por su ropa interior.

Durante la presentación esta semana de esa campaña bajo el lema “Si ni tú ni yo hemos sido, entonces quién”, la secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez, explicaba por qué se decidió que se dirigiese fundamentalmente a los agresores: “Llevamos décadas lanzando mensajes a las mujeres, que son necesarios, como ‘no estás sola’ o que ‘hay salida’, pero había un mensaje que flotaba en el aire. Si una de cada dos hemos sufrido violencia machista, dónde están los agresores, cómo es posible que nunca estuviéramos hablando de ellos y cuál es el papel de los hombres, sin ellos no se va a poder acabar con la violencia sobre las mujeres”.

El llamado terror sexual

La doctora en Feminismos y Género Nerea Barjola teorizó sobre este concepto en 2018, en el libro Microfísica sexista del poder. El caso Alcàsser y la construcción del terror sexual (Virus, 2018), donde puso sobre la mesa cómo la desaparición forzada, la violación y el asesinato de Míriam, Toñi y Desirée marcó a varias generaciones. “Las representaciones sobre el peligro sexual contenidas en los relatos son formas de castigo que tratan de aleccionar, corregir y coaccionar a las mujeres”, escribió. Además, ahondó en los patrones de vigilancia, que definió como un “sistema punitivo social” por el cual “las mujeres corrigen comportamientos, amoldan su cuerpo, se niegan espacios, controlan horarios, coartan movimientos y gestos”.

Ocurrió en España y en diversas partes de Europa este pasado verano, cuando se sucedió una oleada de pinchazos que, al menos en España, no se asociaron a delitos sexuales, pero que sin embargo provocaron miedo entre las mujeres. Para la socióloga Leyra es necesario “educar y reeducar, cualquiera debería ser libre para hacer lo que quiera sin la amenaza de que va a ocurrir algo”.

Trasfondo político y consecuencias sociales

Tanto Venegas como Leyra coinciden en algo, que hay “un sesgo de interpretación” en quién encarga y da el visto bueno a la campaña. “Si realmente crees que la violencia machista es un problema estructural, si estás implicado y conoces cómo funciona y la problemática, no diriges una campaña a las mujeres”, dice Venegas, que reflexiona sobre que “no es solo esto, sino lo que viene pasando”.

Se refiere a los discursos de la ultraderecha, negacionistas de la violencia de género, y el silencio de la derecha ante esos discursos en muchas ocasiones. “Políticamente hay una cuestión ética que no preocupa, y ese discurso está calando en parte muy joven de la población, y esos partidos movilizan voto muy joven, y poco a poco ganan terreno”.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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