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Primera consecuencia de los pinchazos en España: atemorizar a las mujeres en los espacios de ocio

Las denuncias por esta práctica que tiene precedentes en otros países han provocado la alarma social por sumisión química. Sin embargo, es un concepto equivocado ya que, por el momento, no está vinculado a delitos sexuales

Pinchazos España
Asistentes al festival Arenal Sound, en Burriana (Castellón), el martes. El jueves tres mujeres fueron atendidas tras sentir pinchazos.Doménech Castelló (EFE)
Isabel Valdés

En una discoteca en Mataró (Barcelona), en un festival en Burriana (Castellón), en un baño de un bar en El Puerto de Santa María (Cádiz). La denuncia de decenas de mujeres por pinchazos en discotecas, bares, fiestas o festivales ha disparado la alarma social en España en las últimas semanas, y lo ha hecho bajo un concepto erróneo, la sumisión química. Según los datos, hasta ahora, solo en un caso se ha detectado éxtasis líquido, en los análisis a una menor de 13 años en Gijón. En el resto, nada. No hay detenidos ni ningún otro delito ligado a esas punciones. Y sin embargo, la intranquilidad existe. No es lo que sucede, sino la posibilidad de que lo haga o la incertidumbre ante lo que pueda ocurrir. Es el miedo. Y el miedo basta para someter, para paralizar a quienes están sintiendo esos aguijonazos, las mujeres. Para limitar su movimiento y su espacio, para acotar su libertad.

Es ese “ahora me da miedo no solo volver sola a casa por la noche, sino también estar en cualquier sitio con mucha gente” que apunta en una nota de voz Violeta, que tiene 22 años y está en la costa gaditana pasando el mes de agosto. El “hasta he pensado dejar de llevar tirantes o tops por si eso hace más difícil el pinchazo” que cuenta Ana María, de 26, que está pensando qué ponerse este fin de semana que empiezan las fiestas de agosto en Madrid. O lo que piensa hacer Patricia, de 24 años, más contundente, informa Paola Nagovitch: “No tengo pensado salir de fiesta, por lo menos este mes, porque tengo miedo de la oleada de pinchazos. Me da miedo no darme cuenta de que me pinchan, no saber con qué lo hacen o que los elementos estén infectados y puedan causar alguna enfermedad. Me voy a quedar en casa por las noches”.

Esos relatos son el resultado de lo que la doctora en Feminismos y Género Nerea Barjola explica como “terror sexual”. Teorizó sobre ello en 2018, en el libro Microfísica sexista del poder. El caso Alcàsser y la construcción del terror sexual (Virus, 2018), donde puso sobre la mesa cómo la desaparición forzada, la violación y el asesinato de Míriam, Toñi y Desirée marcó a varias generaciones. “Las representaciones sobre el peligro sexual contenidas en los relatos son formas de castigo que tratan de aleccionar, corregir y coaccionar a las mujeres”, escribió. Además, ahondó en los patrones de vigilancia, que definió como un “sistema punitivo social” por el cual “las mujeres corrigen comportamientos, amoldan su cuerpo, se niegan espacios, controlan horarios, coartan movimientos y gestos”.

El miedo a algo que no está, pero se percibe: “Ese sentimiento de amenaza o el peligro que sobreviene en determinadas circunstancias en las que, a priori, no está ocurriendo nada, pero que, sin embargo, encienden la alarma del terror sexual”. En este caso, no solo la alarma para las mujeres —que ya se ha producido en otros países como Francia o Reino Unido—, sino también a nivel político y de seguridad.

El Ministerio de Igualdad firmó la semana pasada un convenio con la Federación Nacional de Empresarios de Ocio y Espectáculos para que los lugares de ocio nocturno sean también puntos violetas, es decir, puntos de información para prevenir las agresiones sexuales a mujeres. “El sector se ha mostrado comprometido contra las violencias sexuales y, a partir de ahora, en puntos visibles de los baños podrás encontrar un código QR que te llevará directamente a la Guía del Punto Violeta”, que también está disponible en la web del ministerio, explicó Irene Montero.

También varias comunidades, entre ellas Valencia, Islas Baleares, Extremadura o Andalucía han comenzado a activar protocolos específicos ante los pinchazos con reuniones entre los gobiernos autonómicos, las delegaciones del Gobierno, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y el ámbito del ocio nocturno. Aunque lo hacen bajo la premisa —de momento equivocada, porque no hay datos que la avalen— de la sumisión química, esas guías de actuación suponen no solo una reacción institucional positiva en estos casos, sino medidas de apoyo y protección para las mujeres.

En la Comunidad Valenciana, entre otras actuaciones, implementarán un plan para que los profesionales del ocio nocturno “extremen medidas” ante las posibles agresiones sexuales. En Baleares, el Ejecutivo autonómico se reunirá este viernes con la delegación del Gobierno y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad para coordinar los protocolos de actuación y también en los próximos días lo harán con las empresas de ocio.

Y en Extremadura, como en Andalucía, la primera indicación de los respectivos gobiernos es avisar a alguien de confianza y llamar al 112 o bien acudir directamente a urgencias de un hospital para explicar lo que ha pasado. ”Lo más importante es la prevención y saber que esto está ocurriendo”, ha afirmado la consejera andaluza de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad, Dolores López.

Aunque no se detecten drogas en los análisis, y por lo tanto, no pueda calificarse como sumisión química, los pinchazos sí pueden ser constitutivos de delito, como ha explicado esta semana la ministra de Justicia, Pilar Llop, en declaraciones a TVE. Uno de lesiones con la agravante de género, en principio.

Además, Llop adelantó que el Gobierno está trabajando en intentar saber qué intención hay detrás de lo que está ocurriendo porque podrían suponer delitos más graves. “Necesitamos saber qué pasa en el fenómeno del pinchazo, no sabemos si hay sustancias en determinados casos, pero es un hecho grave porque se nos expulsa de espacios de diversión y ocio donde queremos estar”, incidió la ministra.

Desde hace días, el movimiento feminista, expertas y profesionales recuerdan exactamente eso: la alarma que genera miedo y el miedo que aparta del espacio público. Es decir, que la respuesta primaria frente a los pinchazos es la de las víctimas, retirándose como prevención; algo que, en todas las formas de violencia machista, hace ya varios años que intenta virarse.

El foco, las campañas y las soluciones han de estar sobre los agresores y no sobre las víctimas. Entre otras, ese es el objetivo del Protocolo para evitar agresiones sexuales en espacios de ocio nocturno que ha publicado la Federación de Mujeres Jóvenes. Tiene cinco puntos, ninguno dirigido a las mujeres, sino a los hombres: no violes, no agredas, no acoses, no intimides, no drogues. “Si crees que no puedes cumplir este protocolo, ¡quédate en casa!”.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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