Los nefrólogos piden un cribado de menos de un euro para desenmascarar la enfermedad renal, que no para de crecer
Un protocolo aplicado en 10.000 pacientes reveló que un 10% tenían la dolencia y no lo sabía


La albúmina, una proteína producida por el hígado que normalmente se encuentra en la sangre, se cuela a veces en la orina. Mala señal. Es el chivato de que los riñones no están haciendo bien su trabajo. Detectarlo es sencillo, se puede por menos de un euro por paciente, y los nefrólogos piden incluir un cribado para desenmascarar la enfermedad renal crónica, que lleva años creciendo y que puede frenarse si se actúa a tiempo.
La prueba no es nueva, y ya se usa para detectar la dolencia cuando hay otras sospechas, pero dos nefrólogos que trabajan en Burgos han probado cómo sería su aplicación generalizada en un estudio que presentaron este mes en el Congreso de la Sociedad Española de Nefrología (SEN), al que EL PAÍS acudió invitado por la organización.
Participaron 10.000 pacientes que fueron a sus centros de salud y que necesitaban análisis de algún tipo (no necesariamente por sospechas de enfermedad renal). A todos se les incluyó la prueba de la albúmina.
El análisis de orina permitió detectar precozmente enfermedad renal oculta en aproximadamente el 10% de los pacientes con función aparentemente normal (con lo que se denomina filtrado glomerular correcto). Es decir, sus riñones estaban deteriorándose y no daban ninguna señal, y habrían seguido haciéndolo de no ser por esta prueba.
El Ministerio de Sanidad, en su estrategia de cronicidad, aprobada el pasado julio, ya incluye la prueba de la albúmina para detectar enfermedad renal en población de riesgo: personas mayores de 60 con diabetes, hipertensión, obesidad, fumadoras o que hayan tenido un evento cardiovascular. Las comunidades deberán implantarla de aquí a 2028.
Pero los autores del estudio creen que el protocolo que experimentaron en Burgos podría extenderse a toda España, más allá de las personas con vulnerabilidades, de forma que la prueba se implementase en los análisis rutinarios.
“No solo se trata de encontrar enfermedad renal en personas sin factores de riesgo, que probablemente serán un porcentaje bajo. Lo que conseguiríamos es que no se escapase nadie que la padezca”, señala María Jesús Izquierdo, una de las autoras del estudio. Porque, como añade Didier Sánchez, otro de los firmantes, su protocolo no buscaba establecer una prevalencia de la enfermedad renal, sino localizar enfermos para comenzar a tratarlos.
Esto es importante porque hay fármacos efectivos para frenar la enfermedad renal si se ataja a tiempo, algo que a menudo no sucede porque, asegura Emilio Sánchez, presidente de la SEN, es una enfermedad silenciosa. “Siempre digo que nadie va a ir a su médico de cabecera a decirle: ‘Doctor, míreme porque yo tengo enfermedad renal crónica’. Porque no da ningún síntoma al principio”, agrega.
Los nefrólogos estiman que un diagnóstico temprano permite retrasar hasta en 20 años la evolución de la enfermedad hacia sus formas más graves, que termina en diálisis o trasplante, con tienen un alto impacto en calidad de vida y en la sostenibilidad del sistema sanitario: alrededor del 3% del presupuesto del Sistema Nacional de Salud, según la SEN.
Además de localizar a pacientes con enfermedad renal crónica que no sabían que la sufrían, con el protocolo usado en Burgos (llamado ONDAAS) más de un 35% de los pacientes que ya la tenían diagnosticada fueron reclasificados a una categoría de mayor riesgo al añadir la albuminuria. También permitió identificar a un 16% de enfermos que necesitaban fármacos específicos que probablemente no se habrían indicado sin medir la albuminuria de esta prueba.
Hasta hace tres años había un par de fármacos útiles para frenar el deterioro renal, que también se usaban para el control de la tensión arterial y la insuficiencia cardíaca. Pero a partir de 2022 han surgido nuevos grupos terapéuticos (inhibidores del cotransportador sodioglucosático 2) que han conseguido frenar en un 25% los eventos renales. En general, subraya Sánchez, son “fármacos baratos”, financiados por el Sistema Nacional de Salud.
También están los agonistas de los receptores GLP-1 (la familia de medicamentos a la que pertenece el famoso Ozempic), que se ha usado para el control de la diabetes y cada vez muestran más efectos positivos en la salud de determinados pacientes. “Ahora se ve que reduce muy significativamente la progresión de la enfermedad renal crónica”, explica el nefrólogo. Sin embargo, no están por el momento indicados para este tratamiento.
El presidente de la SEN enfatiza en la importancia de la prueba de la albúmina sobre todo a población de riesgo: “Si tienes 60 años o más y eres diabético, hipertenso, fumador obeso o con un evento cardiovascular, casi seguro que vas a tener enfermedad renal crónica”.
Una enfermedad que crece
Es una dolencia que no para de crecer y que tiene efectos muy negativos en la calidad de vida de las personas. 7.300 personas iniciaron tratamientos renales sustitutivos en 2024, según los últimos datos de la SEN, presentados esta semana. En total, hay en España 68.403 pacientes que precisan de diálisis (43%) o de un trasplante renal (57%).
La causa más frecuente que desencadena este fallo renal es la diabetes (24%), seguida de las glomerulonefritis (una inflamación en las pequeñas unidades de filtración de los riñones) y la enfermedad vascular (en torno al 14% ambas). El 67% de los pacientes que iniciaron estos tratamientos fueron hombres y un 60% tenía 65 años o más.
El año pasado fallecieron 5.554 personas en diálisis o trasplantadas, un centenar más que en 2023. La SEN cree que si no se modifican las tendencias (de diabetes, obesidad...), la enfermedad renal crónica subirá como motivo de mortalidad hasta la sexta causa en 2040.
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