Julio Núñez, periodista: “El diario de un cura pederasta fue como la piedra Rosetta de la investigación de los abusos en la Iglesia”
El reportero, del equipo de investigación de EL PAÍS sobre los abusos en la Iglesia, recoge en el libro ‘Padre Pica’ todo lo que rodeó al hallazgo del diario de un cura pederasta


Una mañana de octubre de 2022, con cara de emoción contenida, Julio Núñez (Casar de Cáceres, 1990) apareció en su sección de Sociedad de EL PAÍS con un montón de hojas en las manos. En la primera página había una sola palabra impresa: “Historia”. “Trabájatela bien, porque esta va a ser la historia de tu vida”, le dijo un compañero. “Piensa que todos estos años de investigación han sido tu preparación para contar esto”. Aquellos folios contenían, en efecto, una historia alucinante. Los escritos personales del jesuita español Alfonso Pedrajas, el padre Pica, durante sus años en Bolivia. Era el diario de un cura pederasta. Pedrajas, consumido por la enfermedad, se lo confió a su novio en un viaje en coche por Bolivia, y el diario acabó en un trastero de Madrid, donde lo descubrió un sobrino del sacerdote, que decidió finalmente entregárselo al periodista. Núñez, junto con su compañero Íñigo Domínguez, llevaba años investigando en EL PAÍS la pederastia en la Iglesia española. Una de las investigaciones periodísticas más importantes de la historia reciente de la prensa española, premiada con el Ortega y Gasset y aún en marcha. Después de años de hablar con cientos de víctimas, el diario del padre Pica ofrecía algo nuevo: el punto de vista del agresor. Ahí contaba sus abusos sexuales. Su lucha contra una culpa que lo atormentaba. Pero también sus peticiones de ayuda desatendidas por sus superiores. Tras una extensa investigación, EL PAÍS publicó el 30 de abril de 2023 Diario de un cura pederasta. Un reportaje, basado en los escritos de Pica, que causó un terremoto político y social en Bolivia. Allí viajó Núñez después para informar sobre aquello. Un viaje al encuentro con sus propios miedos, inseguridades y demonios. El viaje, el diario, las historias de las víctimas de Pedrajas, la de su novio, la de su sobrino. Historias todas extraordinarias que se entrelazan en el libro Padre Pica, que publica ahora Debate.
Pregunta. ¿Qué supuso la llegada del diario del padre Pica en la investigación sobre la pederastia en la Iglesia?
Respuesta. Fue como hallar la piedra Rosetta. Era la pieza del puzle que faltaba: la visión del pederasta. No solo cuenta cómo vivió él la situación, sino que revela el modus operandi del encubrimiento en la Iglesia. Luego está la historia de cómo llegó el diario a EL PAÍS. El amante. El sobrino. Parece una novela. Es una historia en la que, a cada personaje, lo que le pasó es alucinante. No hay lugar para ficcionar nada, y eso es increíble. Pero además es una historia que contiene absolutamente todas las ramificaciones de la investigación de los abusos. Tiene el ingrediente de los traslados de sacerdotes acusados, el de la relación del pederasta con sus superiores, con los niños... Lo tiene todo.
P. Después de años investigando los abusos a través de las víctimas, se mete en el cerebro del agresor. ¿Qué tipo de sentimientos afloran hacia esa persona? ¿Fue diferente a lo que imaginó?
R. El diario te describe la vida de una persona, no solo los abusos que cometió. En un principio puedes pensar que es un monstruo, pero en el fondo es algo más complejo. No digo que sea una buena persona, sino que en esas memorias llegas a conocer íntimamente a una persona que ha cometido unos crímenes atroces. No se siente orgullosa de eso, sino que se arrepiente. Pica pide ayuda a sus superiores y no le ayudan.
P. Se ha hablado mucho en los últimos tiempos sobre cómo acercarse desde la escritura a los monstruos.
R. Debes contar la verdad. Si en el diario ves cierta humanidad en él, tienes que contarlo. Pero creo que para acercarse a este tipo de agresores, más allá de hacerlo a través de sus escritos o su versión, hay que hacerlo a través de sus víctimas. Para mí eso fue esencial. Pasé horas hablando con ellos para que me dijeran cómo era su relación con él. De esa manera, no cabe solo hacer un análisis exhaustivo propio, sino que deben hacerlo los demás. Para el libro he hablado con una veintena de víctimas y medio centenar de antiguos alumnos, y he leído los informes psicológicos de una treintena de víctimas.
P. Hay un personaje clave que es el sobrino. Una persona que decide sacar a la luz los delitos de un familiar, un tío suyo al que admiró toda su vida.
R. El papel de Fernando es un papel también único en toda la investigación de los abusos. Es posiblemente la postura más compleja y más difícil. Un familiar que tiene en su mano no solo hacerle frente, sino que salga a la luz pública. Enfrentarse a su familia, y a sus propios sentimientos. Tras leer el diario, tenía muy claro lo que había hecho su tío. Y su manera de focalizarlo eran las víctimas. Fernando quería que se contara la verdad. Quería que se supiese para que se hiciese justicia con las víctimas. Es clave en su historia que Fernando no solo entregó el diario a EL PAÍS. Antes pidió ayuda a la orden y no le hicieron caso.
P. El libro aporta muchas claves nuevas sobre el encubrimiento a los curas pederastas, que es lo que convierte en algo excepcional los abusos en la iglesia. Más allá de individuos que abusaban, había una institución que los protegía y los encubría.
R. El diario por primera vez nos permite acceder a las conversaciones entre el agresor y sus superiores. Pero además, el terremoto mediático y político que provoca en Bolivia la publicación del reportaje en EL PAÍS lleva a que haya una investigación que permite entrar dentro de los archivos de la iglesia, cosa que en España no ha sucedido. En el libro aparece información de los archivos que, de otra manera, no habría salido a la luz. Por primera vez accedemos al cruce de cartas de cómo se gestiona eso. Hasta entonces podía aparecer alguna carta, alguna referencia. Pero aquí se ven procesos completos, de principio a final, de cómo se traslada de España a Bolivia a un agresor para taparlo. Cartas desde el Vaticano de cómo tienen que actuar, es decir, documentos confidenciales intervenidos en los que la curia general de los jesuitas dice como se debe actuar ante un caso de abusos.

P. Otro desafío era introducirse usted mismo en la historia. Ese viaje a Bolivia y cómo convive un periodista joven como usted con la enorme repercusión, política y social, de algo que ha escrito.
R. Cuando llegué a Bolivia vi que lo que sucedía era muy grande. Lo que habíamos tardado años en conseguir en España, que las instituciones actuaran, en Bolivia sucedió en una semana. Cuando tuve que escribir sobre mi viaje en el libro, me enfrenté a una disyuntiva. Podía contar solo la investigación o podía contar lo que yo sentía, algo que no se puede hacer en artículos periodísticos. Pero llevo años enfrentándome a cómo se sienten las víctimas y cómo se abren en canal, y me pareció muy injusto no hablar de cómo me sentía yo.
P. Ha dedicado casi toda su carrera a esta investigación. ¿Lo volvería a hacer?
R. Me lo pregunto a menudo. No sé si lo volvería a hacer. Ha sido muy duro. Sé que se tenía que investigar. No cabe duda. Pero no sé si mi vida habría sido mejor si no lo hubiera hecho, en cuanto a mi salud mental. No me arrepiento. Pero no es escribir sobre un tema, es ya ver el mundo de una determinada manera, que es el abuso en la infancia. Una lacra en la iglesia, pero que en la sociedad está muy extendido. He sufrido mucho. Pero aquí estoy y aquí seguiré.
P. ¿Es posible distanciarse como periodista de todo esto?
R. Cuando te sientas a escribir tienes que tener una coraza, tienes que ser profesional. El problema es cuando te levantas de la silla y tienes que seguir tu día a día, ir a la compra… Porque eso te persigue. Es como si un día te das una ducha y ya jamás puedes volver a secarte. Y esa humedad te sigue acompañando cada día.
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