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Depredadores ‘online’ que inducen al suicidio a niños en EE UU

El caso de Jay Taylor, de 13 años, muestra la dificultad de perseguir a quienes, desde distintos países, extorsionan a los menores para que manden fotos desnudos, se mutilen e incluso se quiten la vida, según una exclusiva del ‘Washington Post’

Jesús Sérvulo González

El suicidio de un niño de 13 años en Gig Harbour, un pequeño pueblo marítimo estadounidense, a una hora de Seattle, ha llevado al FBI a emprender una compleja investigación contra un nuevo tipo de delincuentes que inducen a niños y jóvenes vulnerables, con problemas de salud mental, a autolesionarse y acabar con su vida, según un amplio reportaje que publica The Washington Post.

La historia que recoge el diario estadounidense es estremecedora, uno de esos sucesos en los que la realidad supera a la ficción más descarnada.

La investigación policial comenzó tras el suicidio de Jay Taylor en un aparcamiento junto a un almacén de comestibles. La policía local encontró a unos metros del cuerpo del joven un teléfono iPhone, que enfocaba la escena.

El ahorcamiento de Jay se había transmitido en vivo por Instagram mientras los usuarios en línea lo veían, cuenta el diario estadounidense. Dos agentes del FBI se hicieron cargo de la investigación, que se topó con problemas burocráticos, porque no estaba claro el delito que perseguían.

La irrupción de la tecnología en nuestras vidas ha traído también nuevas formas de crímenes que aún no están contemplados en la legislación. Los investigadores no sabían ni cómo denominar el delito que perseguían: “¿Agresión coaccionada? ¿Homicidio digital?“. La muerte de Jay ilustra los desafíos de investigar esta nueva y creciente forma de depredación en línea. El análisis realizado por The Washington Post y Der Spiegel en Alemania reveló que las autoridades tuvieron dificultades para identificar las leyes infringidas.

A través del teléfono de Jay, los agentes del FBI encontraron foros, en lo más profundo y oscuro de Internet, donde grupos de depredadores online manipulan a niños vulnerables, extorsionándolos para que compartan fotos de desnudos, mutilen sus cuerpos y, en el peor de los casos, se quiten la vida.

A medida que el caso avanzaba, el FBI llegó a considerar a estos grupos como una amenaza terrorista, estimando que sus miembros han atacado a miles de niños. La agencia investiga actualmente a casi 300 personas sospechosas de abusar de niños y otras personas vulnerables, casos que involucran a sus 55 oficinas locales, según la investigación del diario estadounidense.

Pero la investigación se enfrentó a numerosos obstáculos jurisdiccionales al intentar rastrear a los supuestos depredadores por países de todo el mundo. Los agentes federales se encontraron con la reticencia de sus propios colegas que apenas creían la existencia de este tipo de abusos.

La información publicada por el diario estadounidense cuenta cómo la policía sospechó de un grupo extremista conocido como 764, en referencia al código postal de un joven de Texas que lo fundó en 2021 cuando solo contaba con 15 años. Sus miembros suelen buscar víctimas a las que manipular y los exhiben como trofeos para ganar notoriedad.

Los datos digitales hallados en el teléfono de Jay Taylor, que los agentes encontraron en la escena del crimen, apuntaban a un miembro del grupo 764 que se hacía llamar Tigre Blanco.

En un perfil de Internet descubierto por los agentes y al que The Post y Der Spiegel han tenido acceso, White Tiger se describió a sí mismo como un “acosador/extorsionador” y se jactaba de poseer terabytes de pornografía infantil, de obligar a menores a enviar fotos desnudas y de intimidar a jóvenes inestables para que hicieran lo que él quería.

Tras una larga investigación del caso de Jay Taylor, los agentes federales dieron con una dirección de Hamburgo (Alemania). A través de Internet localizaron a Shahriar, un joven estudiante de medicina, de 18 años, nacido en Irán, y que había emigrado a Alemania con sus padres.

Los agentes no podían ir en busca de Shahriar porque no tenían autoridad para perseguirlo fuera de las fronteras estadounidenses y solo podían obtener el material de empresas con servidores y plataformas ubicadas en Estados Unidos. Encontraron material pederasta e imágenes y videos que les destrozaron la vida, según contaron a los periodistas de The Post. En las imágenes y conversaciones aparecía el joven apuesto, que solía cortejar a chicas vulnerables con promesas de amor en Discord, Instagram y Telegram. Luego las chantajeaba con las fotos y videos que le enviaban.

Entre el material digital, encontraron el de una niña de 12 años que se talló un corazón en el muslo derecho para él; una joven suicida de 13 años que se cortaba repetidamente el pecho; una niña anoréxica de 15 años obligada a insertarse una navaja en los genitales; una niña de 11 años chantajeada para que cometiera actos sexuales autolesivos. Los agentes terminaron emocionalmente desgarrados.

A pesar de tener toneladas de gigas de material incriminatorio contra Shahriar, los agentes no podían detenerlo porque era ciudadano alemán. Viajaron a Hamburgo para presentar el caso a la policía alemana, pero no hubo éxito. La frustración fue tal que uno de los agentes del caso se dio de baja del FBI.

Un año y medio después de la negativa de las policía alemana para detener a Shahriar bajo el argumento de que el caso del FBI no cumplía con las normas judiciales alemanas, agentes de la polícia de Hamburgo arrestaron al sospechoso.

Las autoridades alemanas acusaron a Shahriar de 123 cargos de abuso y violencia sexual. Sus cargos penales se centraron en los daños que presuntamente infligió entre los 16 y los 18 años a 8 adolescentes de cuatro países. El cargo más grave: asesinato en el caso de Jay Taylor.

El caso pone de manifiesto la impunidad de algunos en Internet y las facilidades que las redes sociales y la tecnología ofrece a los criminales. Otros miembros del grupo 754 siguen libres.

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Corresponsal en Washington. Ha sido redactor jefe de Economía y Negocios. Antes, contó las consecuencias de la crisis financiera y de los años de los ajustes presupuestarios. Aprendió el oficio durante su paso por la información local de Madrid.
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