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Bruselas acelera para garantizar el abastecimiento de medicamentos críticos en tiempos convulsos

La Comisión Europea ultima una ley que reduzca la dependencia de terceros países en la producción de ingredientes y medicinas básicas como el paracetamol o los antibióticos

Un empleado de Bayer en una planta de la sede de Bitterfeld-Wolfen.
Un empleado de Bayer en una planta de la sede de Bitterfeld-Wolfen.Hendrik Schmidt (Dpa/Picture Alliance/Getty)
Silvia Ayuso

Han pasado cinco años desde que la pandemia de covid paralizara el mundo y que buena parte de los europeos descubrieran, de pronto, que Europa no podía garantizar medicinas básicas como el paracetamol y que corría el riesgo, con el cierre de mercados y de las cadenas de suministro, de quedarse desabastecida. Un lustro después, la UE sigue sin tener en marcha un sistema que garantice el abastecimiento suficiente de medicamentos críticos. Un problema que para muchos expertos ya no es solo una cuestión económica o de sanidad, sino de pura seguridad en un contexto geopolítico cada vez más amenazante.

¿Y si estallara otra guerra y no tenemos antibióticos suficientes para cirugías? ¿Y si Rusia convence a la India, uno de los principales productores, para que deje de vender a Europa? En momentos en que las presiones geopolíticas hacen más que nunca necesaria la tan mentada autonomía estratégica, la Comisión Europea ultima a toda velocidad una propuesta de legislación clave para “reducir la dependencia europea de terceros países para la producción de medicinas y de los ingredientes farmacéuticos activos (IFA) necesarios para fabricarlos”. Sobre todo en las cadenas de suministro para medicamentos críticos genéricos, que son muy necesarios pero que no tienen necesariamente la rentabilidad de otras medicinas innovadoras, por lo que se requieren incentivos para garantizar su producción, reconocen tanto actores políticos como de la industria responsable.

El Ejecutivo europeo ha programado la presentación de la ley para el 11 de marzo. No es una fecha cualquiera: entra, grosso modo (porque las propuestas se suelen presentar los miércoles tras la reunión del colegio de comisarios), en los primeros cien días de mandato de la nueva Comisión, el periodo que su presidenta, la alemana Ursula von der Leyen, se ha dado para desplegar las políticas más estratégicas de los próximos cinco años.

Un informe del Parlamento Europeo constata que la dependencia de la industria farmacéutica europea de la importación desde terceros países fue identificada como una “potencial amenaza a la autonomía estratégica de la UE” desde antes de la pandemia, pero que esta la hizo más evidente que nunca: el 90% de los IFA de los medicamentos genéricos proceden de India y China.

“La crisis del coronavirus ha puesto de manifiesto la dependencia de la UE de China y la India para la importación de medicamentos esenciales para la UCI, como analgésicos narcóticos, relajantes musculares y algunos anestésicos antiguos, así como de paracetamol, cuya exportación la India restringió a comienzos de marzo de 2020”, alertaba el estudio.

“Esto es una vulnerabilidad enorme”, subraya el secretario de Estado de Sanidad, Javier Padilla. “La dependencia europea, principalmente de países de Asia, es enorme. Es una vulnerabilidad en términos de salud, pero lo es también en términos de seguridad”, explica en conversación con EL PAÍS en Bruselas, donde esta semana participó en una conferencia de alto nivel sobre la Ley de Medicinas Críticas organizada por la presidencia de turno polaca del Consejo de la UE, que también ha fijado entre sus prioridades la seguridad de la salud.

Todavía se conocen pocos detalles del texto legislativo. El comisario de Salud, Olivér Várlhélyi, dio sin embargo algunos detalles esta semana en el seminario polaco. La ley de medicinas críticas se centrará en los “aspectos industriales” del problema de escasez de medicamentos críticos, adelantó. “El principal objetivo es apoyar el abastecimiento seguro de medicinas críticas y, también, mejorar la disponibilidad y accesibilidad de otras medicinas”. Para ello, continuó, se propondrán “medidas para facilitar inversiones en una capacidad de fabricación más diversificada para los medicamentos críticos vulnerables”.

En plena oleada de “simplificación” regulatoria —el nuevo mantra de Bruselas, junto a la competitividad—, la propuesta de ley también “incentivará y recompensará la resiliencia de las cadenas de suministro mediante la simplificación de procedimientos” y buscará facilitar los procesos de compra conjunta. Son medidas, resumió el comisario húngaro, que “apoyarán la competitividad de sector farmacéutico”, pero que, sobre todo, “mejorarán el acceso a medicinas cuando y donde el paciente las necesite”.

Los desafíos, como quedó patente en la conferencia polaca, que reunió a ministros de Sanidad europeos, representantes de la industria química y altos funcionarios de la UE, son múltiples: se trata de ver cómo hacer competitiva una industria en una Europa de costes mucho más altos que otras regiones. Pero también cómo superar las grandes diferencias internas, entre unos países que son potentes productores farmacéuticos, como Alemania, Bélgica o España, y unos vecinos, sobre todo del Este, con graves problemas de desabastecimiento, o de tamaño más pequeño, como Chipre, con un mercado más pequeño y también menor capacidad industrial.

“El gran reto es que todo esto acabe teniendo resultados equitativos en términos del conjunto de la UE”, apunta Padilla. “Porque si esto acaba redundando en que se instale la capacidad productiva en los países que ya tienen industria farmacéutica y los países que están más desprovistos de la misma siguen teniendo problemas de acceso, entonces esto no va a arreglar mucho”, advierte.

También, advierte, hay que tener clara una idea: “La autonomía estratégica cuesta dinero”. Porque no se trata solo de comprar un producto, sino que lo que se busca es la “garantía de suministro, y esa disponibilidad cuesta dinero. Tenemos que ser conscientes de ello”. Sobre todo en momentos, apuntan desde las empresas farmacéuticas, en que tanto Estados Unidos, que también busca recuperar una industria en la que ha perdido mucho terreno, como las punteras India y China, están invirtiendo miles de millones (y subsidios) en el sector.

De ahí que la propuesta requiera, acota el eurodiputado socialista Nicolás González Casares, miembro de la Comisión de Salud Pública de la Eurocámara, “una financiación europea adecuada” que garantice que ese coste más alto no acabe pagándolo solo el ciudadano. Una manera, apuntan ambos, podría ser reconociendo la dimensión de “seguridad” de los medicamentos críticos. “De la misma manera que hay elementos de excepcionalidad en el atenerse a las reglas fiscales a la hora de gastar en defensa, es posible que si esto es considerado un elemento central en la seguridad, a lo mejor también tiene que tener alguna consideración al respecto. Es algo que habrá que debatir en el marco de la ley de medicinas críticas”, adelanta al respecto Padilla.

Casares ha sido uno de los negociadores parlamentarios del paquete de revisión de la legislación farmacéutica (aún en negociaciones) que presentó la Comisión en 2023 para hacer que los medicamentos estén más disponibles, accesibles y asequibles, objetivo que la ley de medicamentos críticos busca ahora complementar y reforzar. La nueva normativa, subraya, tampoco debe dejar de lado otra cuestión clave: “la dimensión social”, es decir, garantizar que los fármacos llegarán a todas las personas que lo necesiten de manera equitativa.

No todo es sombrío. Europa, recuerda Padilla, es un mercado atractivo para la industria en buena parte porque “la existencia de sistemas sanitarios con tendencia más o menos universal, garantizan que si un medicamento es necesario, la gente lo va a adquirir, lo va a tener”. Y eso, recuerda, “no ocurre en otros países”. La UE además garantiza una “estabilidad normativa”. Al mismo tiempo sin embargo, advierte de que Europa ya no es necesariamente el único gran cliente deseado: “Con mercados emergentes en otros lugares, ya no puedes pensar que eres el único lugar en el que te van a vender las cosas, porque hay otros que están pujando por ello. Así que, o tenemos la forma de garantizarlo, mediante industrias con producción local o regional, o la vulnerabilidad de que, en un momento dado, esto se vaya para otro lado, es clara”.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.
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