_
_
_
_

El primer cardenal del Opus Dei, arzobispo de Lima, fue apartado por el Papa en 2019 tras acusaciones de pederastia

Francisco forzó el retiro de Juan Luis Cipriani y le castigó a exiliarse de Perú y no vestir hábitos cardenalicios. Este mes, no obstante, ha regresado para recibir una medalla al mérito. La Obra conoció la denuncia en 1983, pero la ignoró 35 años

El cardenal y exarzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, recibe la medalla al mérito del ayuntamiento de Lima del alcalde de la ciudad, Rafael López Aliaga, el pasado 7 de enero.
El cardenal y exarzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, recibe la medalla al mérito del ayuntamiento de Lima del alcalde de la ciudad, Rafael López Aliaga, el pasado 7 de enero.Municipalidad de Lima
Íñigo Domínguez

EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.

───────────

El primer cardenal del Opus Dei en toda su historia, el peruano Juan Luis Cipriani, nombrado por Juan Pablo II en 2001 y arzobispo de Lima durante dos décadas, fue obligado en 2019 por el papa Francisco al retiro y a irse de Perú tras haber sido acusado de abuso de un menor. También le prohibió llevar hábitos y símbolos cardenalicios y hacer declaraciones públicas y, de forma implícita, participar en un futuro cónclave. Ahora ya no es posible porque tiene más de 80 años, cumplió 81 en diciembre, y es el límite de edad para entrar en él. No hubo un proceso canónico, sino que fueron medidas aceptadas por el cardenal. No obstante, Cipriani no ha tenido problema en volver a Perú con gran protagonismo: el pasado 7 de enero recibió de manos del alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, también miembro del Opus Dei, la medalla de la Orden al Mérito en el grado de Gran Cruz, máximo reconocimiento del ayuntamiento de la capital peruana. En las imágenes viste sotana, sin ningún símbolo cardenalicio.

En el momento de su cese en 2019 el Vaticano simplemente comunicó que el Pontífice había aceptado su renuncia, que los obispos deben presentar al cumplir 75 años, pero llamó la atención que la dimisión se acogiera de inmediato, pues lo normal es que se espere unos años, salvo que haya problemas de salud o de otro tipo. La verdadera razón fue la acusación de abusos de un menor, que ahora tiene 58 años, y que en 2018 escribió una carta al Papa denunciando los hechos, según ha relatado la víctima a EL PAÍS y confirman fuentes eclesiásticas en Lima. La oficina de prensa del Vaticano, consultada al respecto, no ha querido hacer ninguna declaración. El denunciante, que no desea identificarse, acusó a Cipriani de tocamientos, caricias y besos en 1983, cuando tenía entre 16 y 17 años.

También confirma lo ocurrido el mediador que llevó su carta al Pontífice, Juan Carlos Cruz, miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores del Vaticano y superviviente de abusos en Chile. Cruz corrobora que, efectivamente, hizo la gestión, entregó la carta al Papa y “Francisco actuó”. Pero no desea hacer más valoraciones y subraya que no puede revelar el contenido de sus conversaciones con Bergoglio.

El papa Francisco, en un encuentro con el cardenal Juan Luis Cipriani en 2013.
El papa Francisco, en un encuentro con el cardenal Juan Luis Cipriani en 2013.ARZOBISPADO DE LIMA

El Opus Dei admite que el denunciante quiso reunirse con el vicario general de la Obra en Perú en 2018, el español Ángel Gómez-Hortigüela, para informarle de sus acusaciones, pero que no quiso recibirle por considerar que el asunto no era de su competencia. Gómez-Hortigüela ha explicado que “no le parecía conveniente”, indican portavoces de la Obra en Roma. Sostienen que, por ser cardenal, Cipriani no depende del Opus Dei, sino que “está incardinado en la Santa Sede”. También detallan que en la Obra nunca vieron la carta y “no hay constancia de ninguna denuncia”, si bien la carta no es una denuncia canónica como tal. La Obra afirma igualmente no tener noticia de las medidas del Papa, aunque señalan que Cipriani no estaría obligado a comunicarlas al Opus Dei pues, repiten, depende del Pontífice. Admiten, en todo caso, que tras su renuncia, Cipriani dejó Perú y ha vivido entre Roma y Madrid.

Este diario solicitó hablar con Cipriani o al menos recabar su versión, pero la respuesta de la Obra fue, de nuevo, que el cardenal “no depende del Opus Dei” y no podía ponerse en contacto con él. Cipriani lleva 62 años en esta organización religiosa: pidió ingresar en la Obra con 19 años, el 10 de junio de 1962, según la información oficial del Vaticano. Luego estudió en Roma en un centro de la organización y en la universidad de Navarra. Fue ordenado en 1977 en la basílica de San Miguel de Madrid. Cipriani fue el clérigo más poderoso de la Iglesia peruana durante dos décadas y uno de los líderes de la ultraderecha católica latinoamericana, muy controvertido por ser amigo y aliado del dictador Alberto Fujimori, que presidió Perú entre 1990 y 2000.

El Papa intervino, además, porque no era la primera vez que había acusaciones de este tipo contra Cipriani, indican las mismas fuentes: ya había llegado al menos una en 2002, que no tuvo recorrido. El relato de la víctima que ahora sale a la luz revela algo más: asegura que contó los abusos al Opus Dei en 1983, cuando los sufrió. Es decir, según su relato, cuando en 2019 el Papa obligó a retirarse a Cipriani, la Obra ya conocía acusaciones de abusos contra él desde hacía al menos 35 años. El Opus Dei asegura que tampoco tiene constancia de esa denuncia, “no hay nada registrado”. Cipriani luego fue nombrado vicario del Opus Dei en Perú en 1986, máxima autoridad de la entidad en el país; en 1988 fue obispo auxiliar de Ayacucho, y arzobispo en 1995; hasta que en 1999 fue designado arzobispo de Lima.

El denunciante escribió a Bergoglio en el verano de 2018 y le hizo llegar su carta a través de Juan Carlos Cruz, que se había distinguido en la lucha de las víctimas chilenas para denunciar el escándalo y había establecido contacto con el Papa. En el texto, explicó que no buscaba venganza: “Lo único que quiero es que sepa la verdad y que la tenga usted en cuenta cuando vaya a tomar decisiones sobre el futuro del actual obispo de Lima y cardenal del Perú. (…) Solo quiero que aparte de la Iglesia a un pastor que me ha hecho daño y no merece todos los privilegios que ha recibido en estos años”.

El Papa actuó enseguida y encargó el caso a un jesuita de confianza de una parroquia de Lima, que se puso en contacto con el denunciante para atenderle y recabar toda la información. Tras escucharle, le explicó que la acusación era aún más grave porque los abusos tenían lugar durante el sacramento de la confesión.

Presiones, insultos y amenazas de conocidos de la Obra

El envío de la carta fue conocido pronto en el Opus Dei, asegura la víctima, porque Cipriani y su entorno comenzaron a moverse para intentar parar el proceso. Afirma que sufrió acoso por parte de conocidos y familiares vinculados al Opus Dei para que se retractara. Un obispo peruano de la Obra, según los mensajes de WhatApp a los que ha tenido acceso este diario, le escribió para redactar una carta juntos en la que negaba la anterior. EL PAÍS ha tenido acceso a más de 60 páginas con los mensajes que recibió esta persona a partir de 2018 y hasta 2022 por teléfono y correo electrónico. Mensajes con insultos y amenazas, como denunciarle y divulgar en prensa su nombre. También le advertían que se convertiría en “un apestado” y que pensara en el daño que haría a su familia.

En algunos de los mensajes sus interlocutores le rebotaban mensajes de Cipriani y le decían que quería hablar con él, pero la víctima se negó. Un conocido, amigo del cardenal, llegó a escribirle 49 mensajes intimidatorios. Algunos amigos, miembros de la Obra, dejaron de hablarle. “Me sorprendió la cantidad de rechazo y ataques que recibí, no había hecho nada malo”, señala la víctima.

Cipriani, por su parte, fue a Roma en noviembre de 2018 y se reunió con Francisco en visita privada, según publicó entonces la prensa italiana. En esos días iba a recibir un premio en Roma, pero no acudió a la ceremonia y le sustituyó el obispo auxiliar de Lima. El cardenal alegó ante el Pontífice que el menor, en su momento, sufría problemas psiquiátricos y había confundido sus muestras de cariño, según indica el denunciante. Sin embargo, Bergoglio aprovechó que el cardenal debía presentar su renuncia el mes siguiente por razones de edad para forzar su marcha y le castigó con el exilio, una decisión que sacaba a Cipriani de su centro de poder.

El relato de la víctima en la carta enviada al Papa sitúa los hechos en un centro para estudiantes del Opus Dei en Lima, en 1983, cuando tenía entre 16 y 17 años. Era huérfano de padre, con problemas escolares, y su madre pensó que era buena idea que frecuentara el centro de la Obra para que le ayudaran a estudiar. Cipriani se convirtió en su confesor, las confesiones eran cara a cara, en una habitación del centro, y cada vez eran más largas. Llegaron a durar hasta 45 minutos y se convirtieron en una pesadilla para el chico. Cipriani, asegura, le mandaba llamar: “Me confesé con él cada semana o dos semanas durante más de un año. Eran confesiones muy duras. Me recriminaba con crudeza sobre mis fallas en los estudios o en mi conducta. Llegaba un punto en que me sentía muy mal y algunas veces lloraba. Yo estaba arrodillado frente a él, entre sus piernas. Cuando me tenía totalmente demolido emocionalmente me abrazaba. Eran abrazos largos, incómodos. Luego pasó del abrazo a meter la mano debajo de mi polo, por la espalda y la sobaba por largo rato. Después metía la mano, levantando el buzo, acariciando mis glúteos. Machucaba mis nalgas y me decía ‘esos jamones’. Todo esto era ya muy incómodo. Yo ponía mis manos entre él y yo para que no avanzara más”. Esto, sostiene, se repitió en varias ocasiones.

Luego, asegura, comenzó a besarle en cada confesión: “Besos en la cara, seguidos. Me abrazaba fuerte, contra su cuerpo. Yo no sentía nada, pero supongo que por la posición del cuerpo hacía chocar sus genitales contra mi pecho. Cuando los besos se comenzaron a acercar a las comisuras de mis labios mi rechazo fue inmediato”. Fue la última vez que se confesó con él.

“Me pidieron que no lo contara a nadie”

Ese día un amigo le preguntó por qué tardaba tanto en confesarse si él solo estaba 10 minutos. Le contó lo que pasaba y le respondió que eso no era normal. Lo dijeron entonces a adultos de confianza del Opus Dei, que informaron a los superiores de la organización, según el relato del denunciante. Llamaron al menor dos días después y, afirma, se reunió con el vicario general del Opus Dei en Perú, ya fallecido, y otros tres sacerdotes “ya mayores y con autoridad dentro de la Obra”. “Me pidieron que no le contara a nadie lo sucedido. Me dijeron que hablaron con Juan Luis Cipriani y que en su defensa señaló que yo era un huérfano con problemas y que había malinterpretado todo el cariño de padre que me había dado”, señala. Esta es la primera denuncia de la víctima que la Obra afirma que no le consta.

Luego tuvo un encuentro con el propio Cipriani: “Recuerdo con terror creer ver aparecer su Volkswagen rojo. Era un hombre violento y yo pensé que podría hacerme daño físico. Pero una parte de mí esperaba una disculpa. El encuentro fue brutalmente desagradable. Hoy entiendo que manipuló toda la situación para hacerme sentir culpable a mí. Me recriminó, me insultó. Fue tal la agresividad que tuve que terminar diciéndole que quería que me volviera a confesar para que se calmara. Sin embargo, no regresé más”. Nunca le pidió perdón, asegura.

El joven se alejó de la Iglesia y siguió con su vida. Un momento crítico para él fue la elección del sucesor de Juan Pablo II, en 2005, porque Cipriani estaba en el cónclave y podía ser elegido Papa. “Yo pensaba: ¿y si lo eligen a él? ¿me tengo que cambiar de religión?”. En 2018 decidió por fin escribir a Francisco tras ver una película sobre el escándalo de abusos en Chile, El bosque de Karadima, que despertó sus recuerdos. En ese país, el Papa había actuado con contundencia tras hablar con víctimas y obligó a renunciar en bloque a todos los obispos. Por eso buscó cómo contactar con Juan Carlos Cruz. Cuando fue a hablar con el vicario general de la Obra en Perú, como admite el Opus Dei, afirma que le dio largas “porque dijo que era nuevo y llevaba poco tiempo en el cargo”. “Nunca me dejaron hablar con ellos ni dar mi versión. Sé que un exprelado comentó: ‘Qué tanto escandalo hace por un pellizcón en el poto [nalgas]’”, señala. El Papa cumplió su palabra y la Santa Sede anunció la jubilación del cardenal el 25 de enero de 2019, justo ahora hace seis años.

Juan Luis Cipriani en mayo pasado.
Juan Luis Cipriani en mayo pasado.Arzobispado de Lima

Cipriani ha sido cuestionado en los últimos años por su actuación en el caso Sodalicio, el poderoso grupo católico ultraconservador con rasgos de secta disuelto por el Papa esta semana, tras numerosas acusaciones de pederastia y corrupción financiera. Cipriani ignoró a las primeras víctimas que fueron a denunciar los abusos al arzobispado de Lima en 2011. Cuando estalló el escándalo en 2015, tras la publicación de un libro de los periodistas Paola Ugaz y Pedro Salinas, llevaban cuatro años sin recibir una sola llamada o noticia de sus denuncias. Cipriani llegó a ser investigado entonces en los tribunales por encubrimiento de los abusos del Sodalicio, una causa que fue archivada. En 2013 también atribuyó a una “campaña organizada” las acusaciones de pederastia con el obispo auxiliar de Ayacucho, Gabino Miranda, destituido por la Santa Sede y que pertenecía al clero del Opus Dei, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.

El cardenal era también una figura controvertida por su amistad con el dictador Alberto Fujimori. Siendo obispo auxiliar y arzobispo de Ayacucho, centro del conflicto entre el Estado peruano y el grupo terrorista Sendero Luminoso, se convirtió en un aliado del régimen y fue acusado de callar ante violaciones de derechos humanos. El escritor Mario Vargas Llosa, entre otros, le criticó duramente en 2002 y más tarde, en 2011, en sendos artículos en EL PAÍS “por su complicidad con la dictadura de Montesinos y Fujimori, a la que apoyó de una manera que sonroja a buen número de católicos peruanos, que fueron sus víctimas y la combatieron”. “La frase que lo ha hecho famoso es haber proclamado, en aquellos tiempos siniestros en que la dictadura asesinaba, torturaba, hacía desaparecer a opositores y robaba como no se ha robado nunca en la historia del Perú, que ‘los derechos humanos son una cojudez’ (palabrota peruana equivalente a la española ‘gilipollez’)”, señaló el premio Nobel. Cipriani precisó luego que lo dijo de la Coordinadora de Derechos Humanos, institución dirigida por una ex religiosa española.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_