Los virus invernales desbordan los hospitales mientras los contagios se disparan
Las incidencias todavía no son extremas y el pico llegará en un par de semanas, según el Ministerio de Sanidad
La estampa en muchos hospitales de España es similar: pacientes en los pasillos, horas de espera en urgencias, personal insuficiente para atender todos los casos que llegan en un momento en el que los contagios están disparados. Se repite cada invierno a medida que crecen las infecciones estacionales, particularmente la gripe, pero también otras como el norovirus (que causa problemas gástricos), la bronquiolitis y este año, en mucha menor medida, la covid.
Es la situación que reportan algunos de los principales sindicatos sanitarios ―este periódico ha consultado al más representativo en enfermería (Satse), en médicos (CESM) y en funcionarios en general (CSIF)―, pese a que la incidencia de virus es aún menor que otros años y va con algo de retraso con respecto anteriores temporadas. Todavía quedan, previsiblemente, un par de semanas para llegar al pico de contagios, tal y como reconoció el miércoles la ministra de Sanidad, Mónica García.
Los últimos datos, publicados este jueves por el Instituto de Salud Carlos III (que se corresponden con la semana previa) muestran la mayor subida de infecciones en lo que va de temporada, con una tasa que ha pasado de los 640 casos por 100.000 habitantes a los 805. Se acerca progresivamente a los picos de los años previos: 1.095 en 2023 y 968 el año pasado.
Este aumento se produce con un coronavirus que crece, pero con muy poca incidencia esta temporada (15 casos por 100.000 habitantes), liderado fundamentalmente por los contagios de gripe. La tasa ha pasado de 213 casos por 100.000 habitantes a 328.
El escenario que dibujan estos números en hospitales y centros de salud es dispar, en función de la comunidad y autónoma y del centro, pero en general, los sindicatos consultados aseguran que se agrava por días una situación de por sí ya desbordada por la falta de personal y recursos.
En un repaso no exhaustivo, hospitales como La Paz, Príncipe de Asturias y Fuenlabrada (en la Comunidad de Madrid) reflejan esta saturación, con urgencias desbordadas y espacios tensionados desde comienzos de año. En Aragón, el Miguel Servet, el mayor de la comunidad, tiene pacientes con esperas superiores a las 90 horas para ingresar, mientras que otros centros, como el Royo Villanova, sufren problemas crónicos de espacio. Cataluña vive una situación similar, con centros como Vall d’Hebron, donde pacientes esperan en pasillos y butacas debido a la falta de camas, y Bellvitge, que gestiona entre 40 y 60 pacientes en “condiciones subóptimas”. En Canarias las urgencias están “saturadísimas”, con muchos mayores dependientes descompensados de su enfermedad de base y viviendo en urgencias por falta de cama de ingreso, y en planta por falta de camas sociosanitarias donde derivar.
En comunidades como Andalucía y Asturias, aunque la mayoría de los hospitales aún no están completamente colapsados, se observa un incremento constante de casos que tensa los recursos. En Andalucía, la media de espera para una cita en atención primaria puede llegar a los 15 días, mientras que en Asturias, los tiempos en urgencias ya se alargan durante horas. Murcia, Galicia y la Comunidad Valenciana tienen menor carga, aunque también hay hospitales que deben habilitar espacios adicionales o derivar pacientes a centros privados para aliviar la demanda.
Lo previsible de esta sobrecarga, y el antecedente inmediato de las Navidades de hace un año, en las que el pico de contagios coincidió con las vacaciones de las plantillas, llevaron al Ministerio de Sanidad a encargar un plan de prevención a sus técnicos, en colaboración con los de las comunidades autónomas. Se trataba de una hoja de ruta con distintos escenarios epidemiológicos en la que había recomendaciones en función de la incidencia. La idea era unificar criterios y establecer una vigilancia similar a la de la covid, con algo parecido a un semáforo que indicaba qué hacer en cada momento, que incluían medidas de coordinación, revisión de capacidades sanitarias, y promoción de salud a la ciudadanía, entre otras.
Las comunidades del PP (aunque no solamente, también fue rechazada por ejemplo por Castilla-La Mancha, socialista) rechazaron este plan, que en determinados escenarios de contagio, contemplaba la “indicación de uso de mascarilla, tanto por los trabajadores como por los pacientes y sus acompañantes en lugares de uso común como salas de espera o urgencias hospitalarias, valorando su obligatoriedad de manera general o en los centros que según su situación específica y vulnerabilidad así se determine”.
Mónica García arremetió este miércoles contra las consejerías que bloquearon la aprobación del borrador: “El Partido Popular hace como el perro del hortelano que ni cuida ni deja cuidar, y hoy en día estamos viendo que hay comunidades que están teniendo problemas en sus urgencias, en sus centros de salud, con sus ciudadanos, y que se negaron a poner en marcha ese protocolo común”. Sanidad publicó el documento, que se puede usar como guía de recomendaciones generales, pero sin que su cumplimiento sea obligatorio para las administraciones.
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