La sequía condena a los 80.000 habitantes del norte de Córdoba a cuatro meses en las colas del agua
Los vecinos de 24 municipios están obligados a llenar garrafas para beber porque consumir el agua del grifo está prohibido. La situación puede alargarse hasta el otoño, si es que aparecen las lluvias
“¿Quién es el último?”. Eduardo Casas no está esperando la vez en un mercado. Se ha puesto en la cola del camión cisterna para rellenar sus ocho garrafas de agua. Delante de él esperan ya siete vecinos y acaba de llegar una silla de ruedas cargada de envases ―hasta 50― para abastecer a los 70 ancianos de la residencia de mayores del otro lado de la plaza. Desde el pasado 17 de abril, los 80.000 vecinos de las comarcas de Los Pedroches y El Guadiato, en el norte de Córdoba, no pueden beber agua del grifo y tienen que saciar su sed o lavar los alimentos con agua embotellada o con los envases que rellenan en los trailers que cada día paran en los 24 municipios y 17 aldeas afectadas. La Junta de Andalucía la ha declarado no apta para el consumo por contener unos niveles de carbono orgánico total (COT) muy elevados.
Casas es de Pozoblanco, el municipio de mayor población (17.102 habitantes) de todos los perjudicados. Esta mañana viene acompañado por su hija Nerea, de 12 años. “Venimos una vez a la semana y utilizamos las garrafas para cocinar y beber. Esperemos que esto acabe pronto, porque quita tiempo de trabajo”, dice. A su lado, Pili García espera con cinco garrafas y el coche mal aparcado en la plaza, como la mayoría de los que acaban de llegar. “Hoy vengo para coger agua para mi hija, porque trabaja y no puede venir. Con esto tiene para ocho días y son seis en casa. Yo para beber no la uso, porque no me fío”, reconoce. “Noto la piel mucho más reseca y también el pelo”, dice Gloria Fernández, dueña de un restaurante en Pozoblanco. “Yo recuerdo ir con mis abuelos a coger agua de los pozos de muy cría, pero esto en el siglo XXI es inaudito”, añade Mari Carmen Escribano, que hoy viene con cuatro garrafas para sus padres. Sin embargo, en ninguno de ellos asoma siquiera un atisbo de indignación. En estos cuatro meses han incorporado las colas del agua a su rutina hasta el punto de asumir esta anomalía con normalidad.
En este tiempo ninguna administración ha dado una solución a esta insólita situación y no parece que vaya a llegar ninguna a corto plazo, más allá de confiar en que el otoño traiga la lluvia que tan esquiva ha sido durante el resto del año. Los Pedroches y el Guadiato beben del pantano de Sierra Boyera, el primero en secarse completamente en España. Lo hizo el pasado 9 de abril ―en la peor sequía de 1994 se quedó con un hectómetro de agua―. Para solventar la falta de agua, la Confederación Hidrográfica del Guadiana decidió bombear agua del vecino pantano de La Colada. Se hicieron obras de urgencia para terminar de unir las cuencas, pero esa agua no estaba en buen estado y la Junta tuvo que prohibir su consumo el 17 de abril. Desde entonces no pueden beber ni cocinar con agua del grifo, aunque sí ducharse, lavar los platos o regar.
“Somos una zona entre paréntesis, una zona de frontera, y todas las administraciones nos tienen olvidados en muchos aspectos. Y el tema del agua ha colmado el vaso”, sostiene Daría Romero, presidenta del Centro de Iniciativas Empresariales y Turísticas de Los Pedroches. Es una de las caras visibles de todos los movimientos ciudadanos que han surgido en la comarca, primero para que no les instalaran un cementerio nuclear a mediados de los noventa, y después en la primera década del 2000 para lograr que el tren parara en la estación construida en 1992. “Esto se veía venir, porque desde hace tres años los pantanos han ido bajando y no se han culminado las obras para conectarlos. También se sabía que el agua de La Colada estaba contaminada por los vertidos de las aguas residuales, pero tampoco se han invertido en depuración o en la potabilización”, señala.
Romero, ganadera y propietaria de una vivienda de turismo rural, advierte de las nefastas consecuencias que la falta de agua y, sobre todo, de una solución permanente pueden tener para un territorio que vive eminentemente del sector agropecuario y que se ha convertido en un imán para el turismo de naturaleza. “Estamos acostumbrados a que las soluciones provisionales aquí sean para siempre. El presidente de la Junta viene cada campaña a hacerse la foto con la vaca, pero no lo hemos visto cargando garrafas”, se lamenta irónica y recuerda que para alimentar al ganado -que consume una media de 150 litros por cabeza al día- se usaban pozos que se han ido secando. Desde hace varios meses tienen que traer el agua en camiones para alimentar a los animales y con un límite en función de la extensión de la ganadería. “El agua nos afecta a todos y ha habido una falta de planificación evidente”, constata.
Soluciones: potabilización o la unión con un tercer pantano
En este tiempo no se ha resuelto la calidad del agua. La planta potabilizadora era la opción por la que parecía haberse decantado la Diputación Provincial de Córdoba, pero el nuevo presidente, del PP, quiere dar preferencia a la unión de ambos pantanos con un tercero, el vecino de Puente Nuevo. “La unión de las tres cuencas es la única respuesta posible y nos daría estabilidad en caso de otra sequía”, sostiene el presidente provincial, Salvador Fuentes, quien apunta a que la potabilizadora tardaría un año en construirse y la unión con Puente Nuevo, de seis a ocho meses, siempre que la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir la autorizara. “Es cuestión de voluntad política”, afirma.
Mientras las administraciones se lanzan reproches, el depósito de La Colada también mengua. Aunque el pantano está al 59% de su capacidad, solo quedaría agua suficiente para un año, advierte el presidente de la Diputación. “Salvo que llueva”, aclara Fuentes. Pero muchos de los vecinos de Los Pedroches y el Guadiato son conscientes de que no pueden fiar su destino a los elementos, más impredecibles que la propia suerte, y se han constituido en la plataforma ciudadana Unidos por el Agua, que busca impulsar una solución al margen de la brega entre administraciones. Son ya 3.000 personas. “Pedimos la potabilización de La Colada, la adecuación de la depuradora y la concienciación ciudadana en el ahorro del agua”, explica Miguel Aparicio, su portavoz.
Desde la plataforma no comparten que la prioridad ahora sea unir Sierra Boyera con Puente Nuevo. “Es un pantano que nutre de agua Sevilla y Córdoba, sobre todo zona de olivar. Cuando estuvieran hechas las obras, al margen de los problemas de competencias entre administraciones, tampoco habría agua suficiente”, esgrime Romero, quien aún recuerda cuando un alto cargo de Industria le trasladó en los noventa que el cementerio nuclear se había adjudicado a la comarca de Los Pedroches porque “el suelo era magnífico y la población escasa y poco reivindicativa”. “Entonces nos plantamos”, constata. Como lo hicieron para tener hospital o para que llegara el tren. “Esta comarca es de una riqueza absoluta, es la mayor dehesa de Europa, lo tenemos todo, pero no tenemos agua y tenemos que ir a cogerla con garrafas como en los años cincuenta. No puede ser y por eso nos tenemos que movilizar”, abunda, consciente, como el resto de la plataforma, de que sin agua no hay futuro para el norte de Córdoba.
Una depuradora con capacidad para 5.000 personas para un municipio de más de 17.000 habitantes
Para la plataforma Unidos por el Agua la depuración de las aguas que vierten al pantano de La Colada debe ser una prioridad. “La mayor parte de los vertidos son de los municipios más que de las explotaciones agrícolas”, advierte su portavoz, Miguel Aparicio. La diana se pone en la depuradora de Pozoblanco, que solo tiene capacidad para 5.000 personas, pese a tener el triple de población. “Esta es una de las principales reivindicaciones de Pozoblanco y la comarca”, reconoce su alcalde, Santiago Cabello (PP), que también acaba de asumir la presidencia de la mancomunidad de Los Pedroches. El regidor explica que cuando se construyó, hace más de 20 años, ya tenía una capacidad inferior a la de las necesidades del municipio.
Hace dos años la Junta incluyó en sus presupuestos una partida de seis millones para la ampliación, cuyas obras comenzaron en octubre de 2022 y el regidor espera que se culminen en un año. “Al final no solo se va a hacer una ampliación, con nueva maquinaria y nueva infraestructura, sino que se ha hecho un modificado para solventar incidencias y necesidades que tenía la planta actual. Todo esto va a suponer un total de ocho millones de euros”, puntualiza el alcalde. Como presidente de la mancomunidad, la intención del regidor también pasa por que en los próximos cuatro años los otros 17 municipios de la comarca tengan sistemas de depuración “bien locales o bien compartidos para que todos puedan depurar las aguas y que los vertidos que originan los vecinos y las empresas puedan salir al cauce público en las mejores condiciones”.
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