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Navarra reconoce de forma oficial la condición de víctimas a seis denunciantes de abusos sexuales en el seno de la Iglesia

Un informe encargado por el Gobierno foral identificó en 2022 a 58 víctimas de pederastia

Amaia Otazu
Abusos sexuales Iglesia Católica
José Luis Pérez, en el centro, recoge una declaración en junio de 2022.PABLO LASAOSA

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Agradecimiento, emoción, satisfacción, pero también algo de aturdimiento. Es el revuelto de emociones que siente José Luis Pérez (Pamplona, 59 años), la primera persona que alzó la voz en Navarra para denunciar que había sufrido abusos sexuales en el Colegio-Seminario Padres Reparadores de Puente la Reina-Gares. Es también una de las seis primeras en ser reconocidas oficialmente por el Gobierno de Navarra como víctimas de abusos sexuales en el seno de la Iglesia Católica. “A mí la condición de víctima no me va a ayudar en nada, creo, salvo en el corazón y en la mente, el que reconozcan que aquello sí ocurrió; que todo este trabajo y esta lucha que llevamos sea reconocida y aceptada”. Pérez dio un paso al frente en febrero de 2019, cuando hizo público su caso en SER Navarra, y la bola empezó a rodar. Una treintena de personas levantaron la voz, se han constituido en dos asociaciones en Navarra y han logrado aprobar una ley autonómica pionera en España, bajo cuyo paraguas se ha puesto en marcha la comisión de expertos que trabaja en el reconocimiento de las víctimas de ataques contra la integridad física, la indemnidad y la libertad sexual en el ámbito de la Iglesia católica en Navarra. Es precisamente este órgano el que ha emitido las seis propuestas de reconocimiento, que han sido ya firmados por el consejero de Políticas Migratorias y Justicia, Eduardo Santos, y que otorgan a estas personas la consideración de víctimas.

José Luis Pérez se siente, en cierto sentido, liberado, con más fuerzas para seguir adelante, pero reconoce que el dolor sigue: “Por muchos éxitos que consigamos, mi historia no muere. Mi historia sigue en mi cabeza, en mi corazón. Es algo que yo sé que va a acompañarme el resto de mi vida, que eso morirá conmigo y eso hay que llevarlo cada día”. Aun así, es una noticia que le ha dado fuerzas: “para poder arrastrar esa mochila gorda que se me puso y que, de alguna manera, no puedo quitarme”. Pérez, narra, ha luchado con dos corazones. El suyo y el de su hermano Javier, quien, antes de suicidarse, dejó escrita una carta en la que narraba todos los abusos sufridos cuando fue alumno de los reparadores. Navarra es una comunidad pionera. Un informe encargado por el Gobierno foral identificó a 58 víctimas de pederastia en su Iglesia.

Este reconocimiento es el primero emitido por una Administración pública en España y supone, en palabras del consejero Santos, “una reparación simbólica, en términos de decirle a estas víctimas que lo que cuentan, sucedió. Que hay que romper el silencio y que estamos con ellos y con ellas”. En concreto, a los denunciantes reconocidos como víctimas se les hará entrega de una orden foral firmada por el propio consejero. No van a ser las últimas. Santos ha detallado que, hasta este momento, han recibido 49 solicitudes de reconocimiento. De ellas, “25 están trabajándose por parte de la comisión. De esas 25, 19 están en tramitación y 6 son las que se acaban de resolver positivamente”. Entre las peticiones, ha destacado, “hay más mujeres de las que esperábamos en un principio y gente nueva que no teníamos detectada”.

Muchas de estas personas se han atrevido a dar el paso gracias a la labor de Pérez y del resto de denunciantes, agrupados en dos asociaciones de víctimas. Esto, a Pérez, también le emociona. Siente satisfacción al sentir que fue “el que quitó un candado gordo a esa puerta, conseguí abrirla para que todos mis compañeros pudieran salir o entrar porque cuando yo me puse en manos de la prensa porque no había recibido apoyo del Arzobispado ni de nadie, no pensé que al día siguiente empezaría a salir gente”. Asegura sentir el agradecimiento de sus compañeros, que le han reconocido que, de no haberle oído, no hubieran dado el paso, que les sirvió de empujón. Hoy en día, cuatro años después, sigue en contacto con varias personas que sufrieron abusos en su infancia, pero que no se han atrevido a reconocerlo públicamente. “Esto no es salir y contarlo, es exponer tu vida también, abrir las puertas de tu casa, de tu familia. La privacidad queda en la calle, expuesta, para que te puedan juzgar bien o mal”. Apoyar a estas personas le ha servido a él mismo como ayuda, cuenta. E insiste en que, si alguien ha sufrido abusos sexuales, debe denunciarlo y, sobre todo, tener en cuenta que ellos, las y los denunciantes, no tuvieron la culpa. “No que bajar la cabeza, tengo que estar muy orgulloso de lo que he hecho, porque yo no hice nada malo. Lo malo me lo hicieron a mí. Tengo que estar muy orgulloso de los pasos que he dado porque el daño nos lo hicieron a nosotros esas personas que tenían que educarnos y cuidarnos”.

Obtención del reconocimiento

Las personas que hayan sufrido abusos en el seno o con ocasión de las actividades realizadas por la Iglesia católica, pueden acudir a la Oficina de Atención a Víctimas del Gobierno de Navarra para solicitar su reconocimiento como víctima. Allí, deben entregar una descripción de lo sufrido, que puede ir acompañada de los documentos e informes que consideren. Es entonces cuando la oficina traslada el expediente a la comisión de reconocimiento. Si este órgano admite el expediente, deben estudiar el caso. Para ello, los siete expertos que la componen se entrevistan con los denunciantes y evalúan los testimonios, pidiendo, si es necesario, informes a la Iglesia Católica y a las congregaciones religiosas.

A pesar de que la ley autonómica lo contempla, añade Santos, la Iglesia “no está colaborando activamente en la comisión” ni forma parte de ella. De hecho, la comisión sigue teniendo dos puestos vacantes, pertenecientes a la Iglesia, que ha declinado participar. En cualquier caso, reconoce Santos, “sí que es verdad que la comisión está pidiendo informes a la Iglesia diocesana y en su caso a las congregaciones, y están contestando”.

El psicólogo Josean Echauri, reconoce que ha sido un trabajo complicado porque “partíamos de cero” en la construcción de la comisión que preside. Su labor ha consistido fundamentalmente en recoger y evaluar el testimonio de los denunciantes y solicitar información tanto a al Departamento de Educación ―muchos de los abusos ocurrieron en centros escolares y es preciso contrastar las fechas para saber, por ejemplo, si denunciante y victimario coincidieron y lugar― como a las diócesis y a las órdenes religiosas. En este último caso, y pese a que la Iglesia no participa como tal en la comisión, su presidente reconoce que “prácticamente por parte de todas hemos tenido escucha, apoyo y han aceptado colaborar con nosotros. Algo fundamental para conocer, por ejemplo, si en las fechas aportadas por la víctima se registraron denuncias similares.

Echauri ha recalcado el efecto sanador que ha tenido este proceso en las víctimas. Desde las primeras denuncias hasta la aprobación de la ley, que ha supuesto una herramienta “que puede dar credibilidad a lo que cuentan”. “Es una reivindicación de la verdad, de que ha sucedido y esto, para ellos, ha sido importante”.

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