Así afectará el fin de la discriminación positiva por raza al futuro de las universidades
Las universidades buscan formas de mantener la diversidad por vías alternativas que cumplan con la letra de la sentencia
La policía desalojó este jueves los aledaños del Tribunal Supremo poco después de publicar dos sentencias históricas que daban un golpe mortal a la discriminación positiva por raza en el acceso a las universidades. Un agente de policía explicaba que se debía a un paquete sin identificar, potencialmente explosivo. Falsa alarma. La que sí era explosiva era la decisión del tribunal, otra vuelta de tuerca en su giro conservador. Grupos de manifestantes a favor y en contra de la sentencia se retaban este jueves dialécticamente, y a veces algo más, en las cercanías del tribunal.
Las sentencias, que declaran inconstitucional los sistemas de acceso a las universidades de Harvard y de Carolina del Norte, no solo han dividido y enfrentado a los jueces, sino también a los partidos políticos y a buena parte de la sociedad. Sus consecuencias son de largo alcance para algunas comunidades, especialmente los latinos y los negros. La experiencia de los nueve estados que ya han prohibido que se tenga en cuenta la raza en los procesos de admisión muestra que la representación de estas minorías decrece significativamente al eliminar la también llamada acción afirmativa. Aun así, las universidades buscan fórmulas para lograr la diversidad por otras vías alternativas.
El problema es que, como escribía el juez John Roberts, presidente del Supremo y ponente de la sentencia, el acceso a la universidad es un juego de suma cero. Discriminar positivamente a alguien por su raza implica a la vez discriminar negativamente a otro por la suya. Es un argumento que puede parecer impecable desde el punto de vista lógico, pero que deja de lado el efecto de la discriminación racial histórica y sistémica que elimina la igualdad de oportunidades.
“Momento histórico”
En las puertas del Supremo, Eva Guo, asiático americana que vive en las afueras de Washington, celebraba este jueves la victoria de Estudiantes por las Admisiones Justas, la entidad creada por el activista conservador Edward Blum que ha impugnado con éxito los sistemas de acceso de las dos universidades citadas. Guo, que perteneció al consejo de dicha entidad, compartía su historia con EL PAÍS y se declaraba “emocionada” por el “momento histórico” que estaba viviendo.
Guo asegura que sus dos hijos se han visto perjudicados por la discriminación positiva. El menor fue rechazado en un programa para alumnos con aptitudes y talentos avanzados en el que admitieron a otros chicos no asiáticos con puntuaciones mucho menores. Y el año pasado, su hijo mayor no logró entrar a las universidades que quería y que admitían a otros con menos méritos, pero no asiáticos. “Es injusto. Les negaron la oportunidad de perseguir sus sueños solo por su raza”, denuncia.
Frente al grupo de Guo, en que estadounidenses de origen indio, chino y filipino eran mayoría, un grupo de jóvenes estudiantes casi todos afroamericanos protestaba: “No daremos un paso atrás”. La gran mayoría de la comunidad negra siente la sentencia como un atropello. “El Tribunal Supremo se ha plegado a las creencias personales de una minoría extremista”, indica Derrick Johnson, presidente de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color, la NAACP, por correo electrónico. “No permitiremos que personas en el poder inspiradas por el odio hagan retroceder el reloj y socaven las victorias que tanto nos ha costado conseguir”, añade.
“Un día oscuro”
El director de Juventud y Universidad de la NAACP, Wisdom Cole, está entre los que se han movilizado ante el Supremo. “Este es un día oscuro en Estados Unidos. La discriminación positiva ha sido un faro de esperanza para generaciones de estudiantes negros. Se erigió como una fuerza poderosa contra el insidioso veneno del racismo y el sexismo, con el objetivo de nivelar el terreno de juego y proporcionar una oportunidad justa de una educación de alta calidad para todos. Los estudiantes de todo el país son conscientes del peligro claro y presente que invade sus aulas”, sostiene.
California, Michigan, Washington, Arizona, Florida, Georgia, Nebraska, New Hampshire y Oklahoma ya prohibían la discriminación positiva por raza. La experiencia de esos estados muestra un desplazamiento de los negros y latinos a universidades de segunda y tercera fila. Se genera un efecto en cadena. No se trata solo de que tengan peores puntuaciones, sino que perciben que tienen menos posibilidades de entrar y presentan menos solicitudes. A eso se une el prohibitivo precio de las universidades de élite, que ya de por sí conlleva por lo general una segregación de partida.
Las universidades afectadas han acatado la sentencia con una declaración de buenos propósitos. El presidente de la Universidad de Harvard, Lawrence S. Bacow, destaca en un comunicado un apartado de la sentencia en el que se dice que los colegios y universidades pueden tener en cuenta en las decisiones de admisión “la discusión de un solicitante sobre cómo la raza afectó a su vida, ya sea por discriminación, inspiración o de otro modo”, aunque hacerlo de modo individual y no para aplicar cuotas explícitas ni implícitas de raza. Eso abriría la puerta a un proceso de admisiones algo más subjetivo.
La jueza Sonia Sotomayor, primera latina en el Supremo, fue muy dura con esa concesión: “Este supuesto reconocimiento de que las universidades pueden, en algunas situaciones, tener en cuenta la raza en los ensayos de solicitud no es más que un intento de pintar los labios a un cerdo”, escribió en su voto particular.
Apuesta por la diversidad
Aun así, Harvard se agarra a ese matiz. “Escribimos hoy para reafirmar el principio fundamental de que la enseñanza, el aprendizaje y la investigación profundos y transformadores dependen de una comunidad formada por personas de diversos orígenes, perspectivas y experiencias vividas. Ese principio es tan cierto e importante hoy como lo era ayer”, dice su comunicado que destaca la apuesta por la “diversidad” y la “diferencia” como “esenciales para la excelencia académica”. “Determinaremos cómo preservar, en consonancia con la nueva doctrina del Tribunal, nuestros valores esenciales”, añade.
El presidente de la Universidad de Carolina del Norte, Peter Hans, ha asegurado que cumplirá la ley en una breve declaración en la que también ha alabado la diversidad: “Nuestras universidades públicas hacen un trabajo extraordinario cada día para servir a estudiantes de todos los orígenes, creencias, niveles de ingresos y experiencias vitales. Todos los estudiantes de Carolina del Norte deben saber que el sistema de la UNC da la bienvenida a su talento y ambición. El trabajo más importante de la educación superior no está en decidir cómo asignar las limitadas plazas de admisión en las escuelas altamente competitivas, sino en llegar y animar a más estudiantes a aprovechar nuestras 16 notables universidades públicas”, ha dicho.
Incluso universidades que no participaban directamente en el caso se han pronunciado. Una de las que lo ha hecho con mayor claridad ha sido la Universidad de Rice. “Nos decepciona enormemente que las universidades estadounidenses ya no puedan tener en cuenta la raza de un solicitante como uno de los innumerables factores importantes en una solicitud de admisión. Pero, como ha observado hoy un juez, “Considerar la raza irrelevante en la ley no la convierte en irrelevante en la vida”. Por esa razón, estamos más decididos que nunca a que cada día en Rice persigamos y celebremos la excelencia que un alumnado ricamente diverso, lleno de sus múltiples experiencias, aporta a nuestra comunidad de estudiosos. La ley puede cambiar, pero el compromiso de Rice con la diversidad no”, ha dicho en un comunicado encabezado por su presidente, Reginald DesRoches.
Por referéndum
Esos buenos propósitos de lograr la diversidad por otras vías no parecen funcionar muy bien. En California la acción afirmativa desapareció tras un referéndum en la segunda mitad de la década de 1990. La representación de los latinos cayó a la mitad a pesar de que las universidades hicieron esfuerzos por promocionarse en sus barriadas o por valorar en las pruebas de acceso factores socioeconómicos y culturales que vinieran a sustituir a los raciales, pero que no acaban de dar resultados.
Aunque los hogares latinos y negros tiene de media rentas más bajas, en términos absolutos sigue habiendo más hogares blancos de rentas bajas que de esas minorías. El código postal, los institutos de procedencia (garantizar el acceso de un porcentaje de cada instituto, por ejemplo), ser universitario de primera generación y otras alternativas se usan también para lograr esa diversidad, pero no terminan de dar los resultados que arrojaba la acción afirmativa.
El promotor de los recursos, Edward Blum, advierte además que estará vigilante ante cualquier discriminación racial por la puerta de atrás: “Los administradores de la enseñanza superior deben tomar nota: la ley no tolerará las preferencias directas por clasificaciones raciales. Quienes ocupan puestos directivos en universidades públicas y privadas tienen la obligación legal de cumplir la letra y el espíritu de la ley”, ha dicho este jueves.
Zachary Bleemer, profesor de Yale, ha estudiado el impacto que supuso el fin de la discriminación positiva. No solo señala el efecto en cadena o en cascada hacia universidades peores, sino que además “también disuadió a miles de estudiantes cualificados de las minorías subrepresentadas de solicitar plaza en cualquier campus de la Universidad de California”, indica. Según sus análisis, “los beneficios educativos y salariales netos de la discriminación positiva para los solicitantes de las minorías subrepresentadas superan sus costes netos para los solicitantes blancos y asiáticos marginados”.
En 2020 se volvió a someter a referéndum en California la discriminación positiva y fue rechazada de plano por los votantes. En el conjunto del país tampoco es una política popular, aunque los resultados de las encuestas varían mucho dependiendo del modo en que se formule la pregunta. Por lo general, los ciudadanos parecen dispuestos a admitir que se tenga algo en cuenta la raza siempre que no sea el factor decisivo.
Hijos de antiguos alumnos
La batalla política y legal por las admisiones está lejos de haber terminado. Hay pleitos por el acceso a los institutos que pueden acabar llegando al Supremo, pero también hay presión para variar otros requisitos de acceso ala universidad que pueden resultar discriminatorios contra minorías.
Bobby Scott, el demócrata de mayor rango de la Comisión de Educación de la Cámara de Representantes ha afirmado en un comunicado que “las políticas de admisión con conciencia de raza proporcionaron un contrapeso a estos factores discriminatorios -como las escuelas de infantil primaria desiguales, los exámenes de admisión racialmente sesgados y las admisiones de desarrollo y legado- que marginan a los estudiantes de color”. Esas admisiones de legado y desarrollo favorecen a hijos de antiguos alumnos y a deportistas, por ejemplo. Y ha pedido al fiscal general, Merrick Garland, a través de Twitter, que empiece a presentar demandas contra cualquier práctica con un impacto discriminatorio.
En esa batalla contra el privilegio de los hijos de antiguos alumnos se puede encontrar, curiosamente, del mismo lado que el activista que ha acabado con la acción afirmativa. “Durante décadas, las universidades más prestigiosas de nuestro país han dado preferencia a los hijos de antiguos alumnos, profesores y personal, deportistas y, sobre todo, donantes importantes. Estas preferencias han sido defendidas enérgicamente por estas exclusivas escuelas a pesar de que los expedientes judiciales revelan que han disminuido la diversidad individualizada de los estudiantes en casi todas las escuelas competitivas del país. La eliminación de estas preferencias debería haberse producido hace mucho tiempo y la SFFA espera que estos dictámenes obliguen a las instituciones de enseñanza superior a poner fin a estas prácticas”, ha dicho Edward Blum.
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