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El 98% de los adolescentes trans que inician un tratamiento hormonal lo mantienen años después

Un estudio publicado en ‘The Lancet’, realizado en Holanda, sugiere que tras una “evaluación diagnóstica exhaustiva” el arrepentimiento tras estas terapias es residual

Manifestacion del Orgullo LGTBI en Madrid, en julio de 2021.
Manifestacion del Orgullo LGTBI en Madrid, en julio de 2021.Olmo Calvo
Pablo Linde

La gran mayoría de adolescentes trans que comienzan un tratamiento hormonal tras una “evaluación diagnóstica exhaustiva” no lo abandonan. Investigadores holandeses han publicado este viernes en la revista The Lancet una investigación que evalúa la continuidad de este tipo de medicación en menores de edad: de los 720 pacientes estudiados que lo iniciaron, 702 (un 98%) lo mantuvieron entre tres y seis años después, tiempo que dura el seguimiento en la mayoría de casos.

El estudio se centra en pacientes del Centro de Disforia de Género en el Centro Médico de la Universidad VU de Ámsterdam, pionero y de referencia en estos tratamientos, que ha atendido a miles de personas con incongruencia de género: aquellas a las que al nacer se les asignó uno con el que no se sienten identificadas. Aplica desde hace más de dos décadas el conocido como protocolo holandés, que luego se ha generalizado a muchos otros países: cuando llegan adolescentes o preadolescentes con incongruencia de género (antes catalogado como disforia) se les realiza una evaluación diagnóstica, tras la cual se les administra una medicación de supresión de la pubertad (agonistas de la hormona liberadora de gonadotropinas). Esto detiene los cambios físicos asociados con la adolescencia, que pueden ser estresantes para los adolescentes transexuales, y les da tiempo para explorar su identidad. Además, es reversible. Si deciden seguir adelante, se les prescriben hormonas de afirmación de género, estas sí, con consecuencias irreversibles para quienes las toman.

A través de los registros clínicos, los investigadores comprobaron cuántos de estos adolescentes que tomaron los bloqueadores de la pubertad antes de los 18 e iniciaron posteriormente un tratamiento hormonal siguieron con la prescripción de estos fármacos al final del estudio. La mediana de edad del comienzo del tratamiento fue de 14,1 años a quienes le asignaron género masculino al nacer y 16 para el femenino. El seguimiento duró hasta los 20,2 y 19,2 años (de mediana), respectivamente.

Lo que sugieren los datos es que solo una mínima porción de quienes se sometieron a estos tratamientos hormonales se arrepienten después. Son cifras orientativas, ya que al basarse en prescripciones, es imposible saber cuántos de los sujetos realmente tomaron medicación: puede haber una sobreestimación de cuántos de ellos lo hicieron. Además, al ser datos cuantitativos, los investigadores tampoco indagan en las razones de quienes dejaron los tratamientos: no necesariamente se tiene por qué deber a un arrepentimiento, puede haber efectos secundarios, por ejemplo. Por último, una tercera limitación del estudio es el tiempo de seguimiento, aunque los investigadores justifican que lo más frecuente si se abandonan los tratamientos es que se haga durante los primeros años.

Marianne van der Loos, una de las autoras del trabajo, cree que los resultados son “tranquilizadores en el contexto de una mayor preocupación pública reciente con respecto al arrepentimiento de la transición” en personas transexuales. Como explican los autores, el tratamiento de supresión de la pubertad y el hormonal de afirmación de género para personas menores de 18 años se ha convertido en un tema de debate público y en algunos países se han tomado medidas legales para prohibir o limitar su uso, como sucede en EE UU y el Reino Unido. “Aunque los estudios a corto plazo han demostrado los efectos beneficiosos del tratamiento de supresión de la pubertad para la salud mental y física de los adolescentes, faltan datos de seguimiento a largo plazo”, señalan.

El estudio en todo momento habla de “disforia de género”, un término que la Organización Mundial de la Salud desterró en 2018 (año en el que concluyó la recopilación de datos de la investigación), cuando descatalogó la transexualidad como enfermedad, para tratarla como “una condición relativa a la salud sexual” y nominarla como “incongruencia de género”.

Todos los sujetos que se sometieron a los tratamientos pasaron una “exhaustiva evaluación diagnóstica”, que suele durar alrededor de seis meses en los que los adolescentes reciben un seguimiento clínico, rellenan una serie de cuestionarios y reciben atención psicológica. Según datos de un análisis previo de este mismo centro, seis de cada 10 adolescentes atendidos no llegaron a comenzar el tratamiento de supresión de la pubertad, por lo que no habrían sido sujeto de estudio en esta investigación.

“Evidencia que apoya el abordaje actual”

Adrián Carrasco Munera, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y miembro del Grupo de Salud LGTBIQ+ de la Sociedad Madrileña de Medicina de Familia y Comunitaria, considera que el trabajo complementa estudios previos en esta línea que “ya demostraron que no había evidencia científica para avalar la sospecha de la supuesta discontinuación de tratamiento hormonal en adolescentes”, lo que socialmente se conoce como personas que detransicionan. “Además, demuestra que tampoco hay diferencias respecto a qué edad se empezó la transición con bloqueadores hormonales, siendo este otro de los argumentarios que habitualmente se esgrimen contra la atención de menores trans”, según declaraciones que recoge Science Media Centre (SMC).

“Los resultados del trabajo de Van der Loos van en la línea de los resultados de estudios previos y aportan evidencia en este campo que apoya el abordaje actual de los menores trans”, explica a SMC Gilberto Pérez López, especialista de Endocrinología del servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital General Universitario Gregorio Marañón y director del Curso Experto Universitario en Medicina Transgénero de la Universidad de Barcelona. “Aporta desde la evidencia tranquilidad a los profesionales sanitarios sobre los resultados del abordaje actual. Estos hallazgos pueden y deben ayudar y servir de guía al debate público y legal actual sobre el inicio del tratamiento médico en menores trans”, añade.

El estudio se publica en pleno debate en España sobre la conocida como ley trans que, entre otras cosas, postula la libre autodeterminación de género. Al no considerar la transexualidad una patología, el borrador del texto no entra en cómo, cuándo o a quién administrar tratamientos hormonales. Es algo que, como sucede hasta ahora, depende de los servicios sanitarios de cada autonomía, ya que en España las competencias en Sanidad, como en Educación, están transferidas a las comunidades. Una de las novedades con respecto a la legislación actual es que ya no se obligará a quien quiera cambiar su género en el DNI a presentar un informe psiquiátrico con un diagnóstico de disforia de género. Sobre los requisitos para un tratamiento hormonal no se pronuncia ni la norma en vigor ni el borrador, aunque sí lo hacen en distintos grados las leyes de hasta 15 autonomías españolas, en vigor algunas desde hace una década.

En Holanda, donde se ha desarrollado el estudio, hasta los 16 años, los menores transgénero necesitan el permiso de los padres para enfilar la vía médica del cambio que desean, que precisa de un informe psicológico previo. A partir de esta edad, la intervención del psicólogo sigue siendo obligatoria, y al igual que con los menores, la presencia de un psiquiatra es requerida al menos una vez a lo largo del trayecto. En estos momentos, el promedio de espera es de tres años para conseguir la primera cita con el especialista médico una vez obtenido el imprescindible diagnóstico de disforia de género. “De modo que antes de que alguien inicie la parte clínica de la transición ha debido esperar varios años desde primer contacto con el psicólogo”, señalan portavoces de la Red de Transgénero de Países Bajos (TNN, en sus siglas neerlandesas), informa Isabel Ferrer.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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