Isma, el parricida de Vilanova: “Alba me dijo que mi padre era un mafioso y que tenía que matarle”
El joven, de 24 años, explica que cometió el crimen inducido por la delirante historia creada por su amiga
Ismael Molina espera en el Palacio de Justicia de Barcelona para declarar por haber asesinado a su padre. Está tranquilo, sonríe. Han venido a arroparle sus amigos de siempre de Vilanova i la Geltrú, los mismos de los que se alejó cuando creía firmemente que eran criminales. Isma, que ahora tiene 24 años, explica con aplomo lo ocurrido el mediodía del 8 de junio de 2019, cuando después de pasar la noche al raso en la terraza comunitaria se presentó en el piso familiar, comprobó que su padre dormía y vio la oportunidad de acabar con su vida. Estaba convencido de que matarle era la única forma de salvar a los suyos —su mujer Júlia, los mellizos, su madre y su hermana— de un hombre que, como sus amigos de Vilanova, era también un mafioso temible.
Desde que los Mossos le detuvieron como autor material del parricidio, Isma permanece en tratamiento psiquiátrico para tratar una esquizofrenia paranoide que, aquel día, se manifestó con toda virulencia. Por eso este miércoles ha sido capaz de expresarse con una claridad que asombra a los miembros del jurado popular. “A medida que pasa el tiempo, te das cuenta de lo que es real y de lo que no lo es. Aunque hay muchas cosas que aún no tengo claras…”, dice mientras recuerda al chico que era hace solo cuatro años, cuando presuntamente sucumbió a la historia delirante creada por Alba, una amiga que acabó obteniendo de él miles de euros y que, según la Fiscalía, le indujo a cometer el crimen.
Alba Andreu afronta una petición de más de 34 años de cárcel por inducción al asesinato en un juicio inédito. La Fiscalía considera que diseñó un mundo de fantasía para Isma, un joven crédulo y con la autoestima por los suelos que abrazó esas historias con toda su fe, sin filtros. La chica había llegado a su vida apenas un año antes del crimen, en la primavera de 2018, como novia de un amigo íntimo. Y se ganó su confianza. Le invitó a sumarse a un grupo secreto de los Mossos que luchaba “contra la trata de mujeres y el terrorismo”. Isma ha explicado que empezó a dedicar “12 y hasta 16 horas diarias” a anotar matrículas y a vigilar personas por las calles de Vilanova mientras olvidaba a su familia, descuidaba sus estudios y sospechaba, por indicación de Alba, de su círculo de amigos. “Estaba dejado físicamente, nadie sabe nada de mí… Había tirado mi vida a la basura”, reflexiona ahora.
La acusada reforzó sus vínculos con Isma ofreciéndole, presuntamente, lo que el joven nunca había tenido: una novia a la que llamó Julia. “Me enseñó fotos, dijo que yo le gustaba y que quería conocerme. Era reticente a conocer a una persona online, pero me convenció”. Empezaron a hablar por WhatsApp, aunque era Alba, siempre Alba, la que estaba al otro lado. Se enamoró. Hasta el punto de que, cuando la ficticia Júlia le contó que tenía problemas con los ovarios y solo podrían ser padres por inseminación artificial, el joven entregó un bote de semen a Alba para que se quedara embarazada. Júlia le envió ecografías del supuesto embarazo y le hizo saber, unos meses después, que era padre de mellizos.
Todo ese delirio no tenía otro fin, según la acusación, que el dinero. Alba logró que, entre 2018 y 2019, Isma le entregara más de 7.500 euros de una cuenta que debía servir para sufragar su carrera universitaria. El pretexto era la financiación del grupo ultrasecreto de los Mossos pero, en realidad, el dinero acababa en cuentas de Alba, según la investigación. Cuando el padre y víctima colateral de esta historia delirante, Manuel Molina, decidió “cerrar el grifo” (en palabras de Isma), Alba dio un paso más en su plan, siempre según la tesis de la acusación. Y sembró en el cerebro de Isma, que estaba cada vez más su merced, la idea de que su padre era un mafioso.
“Fue un proceso de meses. La idea de que mi padre era un peligro surgió de la semilla que plantó Alba. Me dijo que era un mafioso, que había robado dinero de un grupo para dárselo a otro y que tenía que conseguir dinero para saldar la deuda. Por eso me fui de casa”, ha declarado Isma, que después de compartir piso con la acusada y el novio de ésta en Calafell estuvo malviviendo durante semanas en la calle, “entre cartones, como un indigente”.
“Vivía con estrés, en una angustia constante”, ha contado. La única salida que le indicó Alba era matar al madre. “Me dijo que era una amenaza para mí y para familia y que se acababa el tiempo. Si no lo mataba, nos iba a matar él”. Según la declaración del acusado —la Fiscalía le aplica la eximente de trastorno psíquico y pide su ingreso en un centro psiquiátrico—, Alba le detalló cómo debía hacerlo. “Quería que lo hiciera con un cuchillo o veneno. Estuvimos en su casa buscando venenos por internet”.
El 8 de junio se presentó la oportunidad. Isma ha asegurado que llamó Alba antes y después del crimen, y que ésta le confirmó que debía hacerlo. Buscó sin éxito las claves de la cuenta bancaria para poder hacer el ingreso de 20.000 euros y saldar la deuda; dinero que, como el resto, iría a las cuentas de Alba. No lo consiguió. La última llamada fue cuando ya había prendido fuego y estaba en la playa. “Sus últimas palabras fueron coge el teléfono, resetéalo, borra las huellas de Google y lo tiras al mar”. Obedeció, como en todo. Volvió sobre sus pasos, hasta la casa, y los Mossos le detuvieron. No tardó en confesarlo todo, contento como estaba de haber salvado a los suyos.
Alba, que ha seguido la mayor parte de la sesión con la cabeza agachada, declara este jueves, pero las cartas de la defensa han quedado ya en evidencia. La estrategia pasa por negarlo todo y construir una teoría alternativa ante el jurado popular. La defensa apunta a una tercera persona, Arnau, la pareja de Alba que le puso en contacto con Isma y que, según ella, la sometió a malos tratos físicos y psicológicos y le obligó a crear la historia de los Mossos y el personaje de Julia. Arnau está citado a declarar como testigo.
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