Muere el niño británico Archie Battersbee tras haberle sido retirado el soporte vital
La desconexión de las máquinas del pequeño de 12 años, en coma tras participar en un reto viral, se produce después de dos meses de batalla legal entre sus padres, que se oponían, y el hospital donde está ingresado
El niño británico Archie Battersbee, quien había pasado cuatro meses en coma por su supuesta participación en un reto viral (que consiste en aguantar la respiración hasta el desmayo), ha muerto este sábado, apenas horas después de la desconexión de las máquinas que lo mantenían con vida. La retirada del soporte vital tuvo lugar finalmente esta mañana, tras una amarga batalla legal dominada por los límites de la medicina, la ética jurídica y la responsabilidad familiar. Sus padres han declarado que el pequeño, de 12 años, “luchó hasta el final”.
La familia había mantenido hasta la noche del viernes un pulso legal contra el hospital londinense donde Archie ha permanecido ingresado este tiempo. Pero agotadas todas las vías de la justicia, a los padres no les quedó otra opción que asumir que el ventilador y los fármacos que recibía serían retirados, contra su voluntad, en el Royal London Hospital, donde el pequeño había sido trasladado el 8 de abril, un día después de haber sido encontrado inconsciente por su madre.
Su último cartucho, pedirle al Tribunal Europeo de Derechos Humanos que les amparase en su deseo de llevarse a Archie a un centro de cuidados paliativos para que fuese desconectado allí, no fue considerado siquiera por la corte de Estrasburgo, que consideró que la petición “escapaba” a su jurisdicción. El viernes, el Tribunal Superior había denegado ya el traslado del menor, basándose en los informes médicos, y la Corte de Apelaciones rechazó autorizar a los padres a recurrir, lo que ponía fin al un periplo judicial que se alargó durante dos meses, desde que en junio los médicos recabaran autorización judicial para desconectar al pequeño.
La campaña protagonizada por la familia, encabezada especialmente por la madre, Hollie Dance, ha captado durante semanas la atención de un país donde, en los últimos años, casos similares habían polarizado ya un delicado debate entre los confines de la compasión y la responsabilidad del sistema en la protección de los más vulnerables. El viernes por la noche, tras conocer que el soporte vital sería finalmente retirado en la mañana de este sábado, Dance dijo sentirse “rota”, tras meses en los que reconoció “no haber tenido un día que no fuese horrible”.
La propia jueza del Tribunal Superior que el viernes le denegaba el traslado del niño a un hospital para enfermos terminales tuvo palabras especialmente consideradas hacia la lucha de la familia, a quien reconoció el “amor incondicional y la dedicación” que habían mostrado a lo largo del caso. La madre parecía haber alcanzado también una cierta paz con su proceder, una vez extinguido todo el margen legal para evitar el temido trance por el que finalmente ha tenido que pasar este sábado: “He hecho todo lo que le prometí a mi pequeño que haría. Y lo he hecho”. Su intención ahora es mantener vivo el legado de Archie, sosteniendo activa su campaña para demandar una reforma integral de la legislación para reestructurar un armazón legal y deontológico que, en su opinión, le ha fallado a su hijo, al no darle “la oportunidad” de vivir.
Según una portavoz de Christian Concern, una organización con una marcada influencia cristiana que ha apoyado en los últimos meses a la familia, al igual que ha hecho Christian Legal Centre en la contienda legal, el entorno de Archie está “devastado” y ha dedicado cada minuto desde que supo que era el final, hasta su muerte este sábado, a “pasar un valiosísimo tiempo” con el pequeño. Este tiempo lo ha pasado, finalmente y en contra de la voluntad de los padres, en el Royal London Hospital. Si la guerra legal principal había sido para evitar la retirada del soporte vital, los últimos días había derivado en un enfrentamiento en torno a dónde estaría el niño sus últimas horas.
La acritud de la familia hacia los gestores del centro y su personal había aumentado drásticamente en las últimas semanas y los padres hablaban directamente de “confianza rota” en el Royal London Hospital. De ahí su intención de llevárselo a un hospital para enfermos terminales, vetada en última instancia por la jueza del Tribunal Superior, que amparó el viernes la postura de las autoridades sanitarias, que se oponían aduciendo el riesgo que un traslado, aunque fuera corto, supondría para el ya crítico estado del niño.
El estado de Archie era tan inestable que simplemente moverlo en la cama del hospital, como parte de los cuidados diarios, entrañaba peligro, por lo que había posibilidades ciertas de que el pequeño falleciese en pleno traslado. Su tallo cerebral se consideraba clínicamente muerto, como consecuencia de la falta de oxígeno que le había provocado el reto viral en el que se cree que había participado cuando, el 7 de abril, se produjo la lesión que, en última instancia, acabó con su vida.
Los padres creen que se trataba del denominado desafío del desmayo en TikTok. La iniciativa, que ha circulado en la red social de vídeo, es extremadamente peligrosa, puesto que implica asfixiarse hasta perder la consciencia. En Estados Unidos, de hecho, ha provocado ya la muerte de dos niñas, cuyos padres han denunciado a la plataforma. Las familias creen que el algoritmo empleado por la red social ofrece contenidos letales para los menores, pero desde TikTok alegan que muchos de estos retos virales ya existían y aseguran que, en cualquier caso, eliminan los contenidos que inciten a una conducta perjudicial y los hashtags que los promocionan.
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