Los retos feministas de Xiomara Castro, la primera presidenta de Honduras
En el país con más feminicidios de la región, donde el aborto está prohibido bajo cualquier circunstancia y miles de familias son empujadas cada año a migrar, el cambio de Gobierno renueva las esperanzas de las mujeres
Neesa Medina no recordaba cuándo había sido la última vez que sintió el impulso de encender la radio, sintonizar alguna cumbia y ponerse a bailar. Hacía mucho tiempo, años, que no sentía una pizca de esperanza que la motivara a pensar que Honduras, su país, podría tomar un rumbo diferente. Esta semana, con Xiomara Castro elegida como presidenta, la música ha vuelto a su casa y confiesa que la sensación de calma se siente extraña. “El país estaba de luto. Siempre estamos en duelo”, dice Medina, integrante de la plataforma Somos Muchas, una coalición de organizaciones y colectivos sociales de mujeres y feministas.
Desde el golpe de Estado, hace doce años, el día después de cada jornada electoral estaba marcado por violentas protestas y los toques de queda nocturnos. “Se siente raro celebrar, temíamos que al final algo pasara, que hubiera otro golpe, que lograran hacer fraude”, relata por teléfono desde Tegucigalpa. En la mañana del lunes, intercambiaba mensajes por chat con otras que tenían un sentimiento parecido. “¿Qué es esta paz?, ¿qué es esta calma a la que no estamos acostumbradas?”, cuenta que se preguntaban.
El respaldo a Xiomara Castro, de 62 años, es mayoritario. Así lo confirman los votos: con más del 67% de las actas escrutadas, la candidata ha obtenido el apoyo del 51,5% de la población frente al 35% del siguiente candidato, el oficialista Nasry Asfrura. Pero para las hondureñas, su victoria es el paso más grande que han dado las mujeres en el país, es una verdadera “revolución”, dice Medina. Y no lo es por el solo hecho de que Castro será la primera presidenta de Honduras, sino porque con su victoria ha logrado romper con el bipartidismo que se ha repartido el poder durante décadas y porque esperan que su victoria ponga fin a los últimos doce años de gobierno conservador en los que los ciudadanos no han hecho más que resistir. “El efecto inmediato de la elección de Xiomara es despertar con esperanza, hay gente que decidió suspender sus planes de migrar porque saben que la mujer que tomará el poder lo hará de forma distinta a lo que han sido los últimos gobiernos”, confía Medina.
Honduras es un país difícil para ser mujer, los retos que tiene la nueva presidenta por delante no son pocos. Es el país con más feminicidios en la región: 4,7 por cada 100.000 mujeres, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Este año, hasta el pasado 25 de noviembre, habían sido asesinadas 321. Además, la impunidad en estos casos supera el 95%, no existe justicia y mucho menos reparación. Cada tres horas hay una denuncia por abuso, cada 17 matan a una mujer y cada mes al menos 20.000 casos violencia doméstica son denunciados. Neesa Medina se sabe las cifras casi de memoria porque en Honduras la violencia es cotidiana, cercana. “Siempre hay peligro”, dice. Las mujeres han tenido que aprender a vivir con miedo, a ser asesinadas o desaparecidas. Las madres se fijan muy bien en el color de la ropa, en las prendas que llevan sus hijas cuando salen de sus casas por si las desaparecen y necesitan describirlas para encontrarlas.
“Desde el golpe de Estado, la situación de las mujeres no solo se ha estancado, sino que ha retrocedido. En 2014, las tasas de violencia superaban las de Siria, con Siria estando en guerra. Es urgente que haya control de armas. No es normal que una persona pueda andar hasta con tres armas, que las calles estén militarizadas. Todo esto en un país machista contribuye a la violencia contra las mujeres. Son armas que terminan dejando víctimas de feminicidios”, dice Medina. La lista de reclamos de las mujeres en Honduras es larga. También es el país con más niñas embarazadas. La tasa de natalidad de adolescentes en Honduras es de 89 por cada 1.000 niñas, superior al promedio regional de 61 por 1.000 y más del doble del promedio mundial, según el programa sobre salud sexual y reproductiva de Naciones Unidas.
Honduras es uno de los cinco países de América Latina donde el aborto está penalizado bajo cualquier circunstancia. Y, desde 2009, ni siquiera las víctimas de violación pueden acceder a la píldora de emergencia. A las mujeres las fuerzan a ser madres en un contexto violento y en un país con una tasa de pobreza del 74%. Además, la economía de las mujeres hondureñas es más débil que la de los hombres porque sobre ellas recae el cuidado de las familias. “No hay oportunidades para las mujeres en Honduras y eso genera o dependencia económica o la necesidad de migrar”, afirma. El camino para buscar un mejor futuro en otro país también es peor para ellas: “Muchas sufren abuso sexual. No es un secreto, en los chats de las caravanas migrantes se hacen recomendaciones como llevar doble pantalón para que sea más difícil que las violen, o buscar en Guatemala pastillas para abortar, por si quedan embarazadas tras un abuso”, relata la activista.
El camino que tiene por delante la nueva presidenta no será fácil y tomará tiempo, opina Regina Fonseca, investigadora y directora de incidencia política internacional del Centro de los Derechos de la Mujer en Honduras. “Muchos cambios tal vez no sean inmediatos porque no es posible con las condiciones en las que está el país. Tenemos que reconstruirlo. Los cambios que involucran al poder legislativo serán más difíciles porque en el Congreso hay fuerzas distintas, grupos conservadores”, señala Fonseca en un mensaje de voz.
La propuesta de Xiomara Castro en campaña de despenalizar el aborto en las tres causales básicas, como en caso de violación, generó polémica en Honduras, un país donde el conservadurismo es aún muy fuerte. Según datos del Centro de Estudios de la Mujer, cada año unas 2.300 mujeres son violadas, el 60% de ellas son menores de edad y un 30% del total resulta embarazada tras el abuso. “Nos encontramos en un escenario de mucha esperanza de cambio. No porque Xiomara sea mujer, claro que eso influye, pero es sobre todo porque es una mujer sensible a los derechos humanos. Que haya ganado significa que se le ha dado un rotundo no al autoritarismo y a la corrupción que hemos vivido los últimos doce años”, dice Fonseca, quien lleva toda la semana atendiendo entrevistas. Nunca como ahora habían pensado tanto en las feministas tras una elección presidencial en Honduras.
Castro no fue la única mujer que llenó de optimismo a las mujeres en estas elecciones. También lo hizo Rixi Moncada, miembro del Consejo Nacional Electoral, por su papel en la organización de los comicios. “Demostró ser una funcionaria capaz de oponerse a los intentos por manipular el proceso, su trabajo ofreció garantías. Había temor de que esta vez, como las anteriores, hubiera fraude”, dice Neesa Medina. Para ella, la calma tras la votación del domingo es extraña después de todo lo que ha pasado el país en poco más de un año. Dos huracanes seguidos, Eta e Iota, arrasaron con todo a finales de 2020, en el peor momento de la pandemia. “Fue muy doloroso ver el desprecio con el que el Gobierno trató a la población. Hoy todo es dimensionalmente distinto. Hoy le decía a mi papá que por fin me dieron ganas de poner cumbia todo el día”.
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