Angustia ante la evacuación en Tazacorte: “Nos tenía que tocar también... ¡Esto no se va a acabar nunca!”
Los vecinos recogen todo lo que pueden de sus casas en cuatro barrios para salvarlo del avance de la lava
Tras varios días de tensa calma, la angustia de las evacuaciones por el volcán de La Palma regresó este miércoles. Ya entrada la noche, el Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca) decidió por sorpresa para todos la evacuación de un centenar de viviendas en los barrios de Las Martelas en el municipio de Los Llanos de Aridane, y Marina Alta, Marina Baja, La Condesa y Cuesta Zapata en Tazacorte. Muchas de ellas ya habían sufrido confinamientos recientemente. Los acontecimientos se precipitaron durante la tarde.
La familia de Ricardo está sacando su casa por el balcón. Desde un tercer piso, empieza a descender un sillón enganchado en una cuerda. En la calle un grupo de conocidos y voluntarios del Ayuntamiento de Tazacorte lo agarran y lo llevan hacia un camión. Se comunican a gritos, secos pero efectivos. No hay tiempo que perder. Son las once de la noche del miércoles y apenas dos horas y media antes les avisaban de que debían abandonar sus casas, en una operación que continúa en la mañana de este jueves. Cuatro barrios de ese municipio y otro de los Llanos de Aridane eran evacuados por sorpresa. En los días anteriores, las autoridades habían avisado de un posible confinamiento por la llegada de la lava al mar y la emanación de gases tóxicos. Finalmente, y una vez más, el comportamiento imprevisible del magma dio un giro a su pronóstico: de golpe era más peligroso el avance y la posible llegada de la colada a nuevos núcleos habitados que su entrada en el océano.
La colada 8 y la colada 10, las más al norte de la erupción y causantes de la evacuación de los barrios situados al noroeste, han terminado por unirse a las 8.00 de la mañana del jueves. En principio, parecen tomar rumbo suroeste para pasar por debajo de la montaña de La Laguna, aprovechando la existencia de una vaguada, según ha informado el director técnico del Pevolca, Miguel Ángel Morcuende. Esta sería la mejor de las noticias, dado que limitaría los daños en el casco urbano e, incluso, podría permitir el retorno de los vecinos a sus casas. Pero existe una posibilidad menos halagüeña, según Morcuende: que en las próximas horas esta lengua podría saltar hacia una cuenca próxima y termine bajando por la carretera hacia la costa, que es el límite al oeste de los barrios evacuados.
Fuentes del Gobierno de Canarias han explicado, además, que la posibilidad de evacuar estos barrios estuvo sobre la mesa durante todo el miércoles. La decisión, sin embargo, no se tomó hasta que el avance de las lavas hizo perentoria la operación. El motivo para dilatar la orden, fue no crear una alarma innecesaria en la población. “Se dio una situación que contempla el plan, y una vez esta se produce –el avance de las coladas– se actúa en consecuencia”, explicaron las fuentes. “Si las lavas avanzan, el perímetro de exclusión se redefine”.
En la noche de este miércoles, la estrecha carretera del barrio de Marina Alta ha estado colapsada. Más de una veintena de vehículos han acudido al rescate de personas dependientes que no pueden valerse por sí mismas para abandonar sus casas, de vecinos de la zona que necesitan ayuda para transportar muebles y enseres personales. Pese al pánico, se organizan bien. Se nota que ya han visto imágenes de cómo hacerlo. Tras un mes, algunos ya habían asumido que pronto llegaría su turno. “Ya lo hicieron en Todoque, te dan pocas horas para salir pitando y elegir qué te llevas”, dice Ammy, de 35 años, que junto a sus dos tías está vaciando la casa de su madre, que está ingresada en el hospital. Un edificio de dos plantas, con un patio y un garaje y con vistas a inmensas plataneras y al mar.
Unos metros más abajo, entre la oscuridad, se ve otra casa con las luces encendidas. Una chica de unos 20 años, su hermana, sus padres, su abuela y los dos perros se marchan. “Empezamos hace una semana a vaciar, ya lo veíamos venir y aunque nunca piensas que va a ser tan rápido, es mejor estar preparado”. La joven le pregunta a uno de los familiares que ha venido a ayudarles dónde ha guardado su iPad.
Con la luz roja en el cielo y el rugido del volcán de fondo, los vecinos se apresuraban a volcar en coches y furgonetas sus enseres básicos, coordinados por la Guardia Civil. “Nos tenía que tocar a nosotros también... ¡Esto no se va a acabar nunca!”, exclamaba angustiada Mariam González, de 76 años, vecina de Marina Baja. Su hija y su yerno habían venido de Los Llanos para ayudarla a salir de casa. “Llévese lo básico esta noche, mañana podrá volver a coger más cosas, no se preocupe”, le explicaba unos metros más abajo un trabajador municipal a un matrimonio alemán al que el idioma y los nervios habían dejado casi en estado de conmoción.
Uno tras otro, han ido cayendo puntos neurálgicos del barrio de La Laguna. Este miércoles fue el turno de la iglesia del pueblo, en cuya plaza los reyes de España escucharon hace apenas un mes los lamentos de los afectados, y del colegio de La Laguna, donde estudiaban 160 alumnos. En días anteriores le tocó al supermercado, el campo de fútbol... Uno detrás de otro, la lava que emite el volcán de La Palma sigue engullendo los proyectos vitales de ciudadanos y empresarios en su avance inexorable.
El flujo de lava proveniente del cono noroeste se ha acelerado, pero se concentra casi exclusivamente en el flanco noroeste, a donde se desvía todo el caudal, y que es el que está atacando distintos lugares del barrio de Los Llanos de Aridane. A su paso, ha destruido 2.185 edificaciones, mientras que amenaza a otras 76, según medición hecha la pasada medianoche con el sistema de satélites Copernicus. En la anterior medición, que se llevó a cabo el lunes pasado, la cifra de hectáreas arrasadas era de 811,8, mientras que el de edificaciones destruidas era de 1.956 y el de amenazadas de 61.
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