La revolución psicodélica de Alejandro Gaviria en Colombia
Exministro de Salud de Colombia, rector de la Universidad de Los Andes y posible candidato presidencial, Alejandro Gaviria lanza en España ‘Otro fin del mundo es posible. Cómo Aldous Huxley puede salvarnos’
Cuando todavía era ministro de Salud de Colombia, Alejandro Gaviria se tatuó la frase “Your time is limited” (tu tiempo es limitado) en el antebrazo derecho al acabar sus sesiones de quimioterapia. Ni siquiera en esos seis años al frente de la cartera de Salud, o como paciente de cáncer, abandonó su papel de intelectual, que ha retomado con ímpetu desde entonces. El actual rector de la Universidad de Los Andes, un reputado economista y académico, acaba de publicar su libro Otro fin del mundo es posible. Cómo Aldous Huxley puede salvarnos, en el que explora la vida del autor de Un mundo feliz (Brave new world, en inglés), retoma sus ideas y narra su propia experiencia de inmersión en la “revolución psicodélica” que se avecina.
Gaviria (Santiago de Chile, 54 años) se convirtió en el rostro más liberal del gabinete de Juan Manuel Santos (2010-2018). Como ministro, dio recordadas batallas que lo enfrentaron a las farmacéuticas, la Iglesia o los halcones militares. Su legado incluyó la defensa del derecho a una muerte digna, la suspensión de las fumigaciones aéreas para erradicar cultivos ilícitos con glifosato, un herbicida potencialmente cancerígeno, o la reglamentación de la marihuana medicinal. Desde sectores progresistas y de centro anhelan una candidatura presidencial a la que, por ahora, se resiste.
“Si yo llego a aventurarme en ese Brave new world, ese mundo no feliz de la política, esto puede ser distorsionado y presentado de muchas maneras”, le dice a EL PAÍS sobre su testimonio con el LSD. “Sería en todo caso una candidatura atípica, no solo en Colombia sino en el mundo. Hay una pregunta obligada a casi todos los candidatos presidenciales que tenía que ver con el cannabis, no con los psicodélicos, sobre los que todavía pesa un estigma y hay mucho más desconocimiento”, concede.
–¿Cómo definiría su papel en el debate público colombiano?
–De dos maneras. Primero, como un divulgador, como alguien que trata de conectar el mundo de las ideas con un público más amplio. Y segundo, como un defensor del liberalismo, de la libertad y la dignidad humana en medio de las tendencias totalitarias que crecen por todas partes. Creo, como Huxley, que el ser humano es un animal extraño, mata más por saciedad ideológica que por hambre.
Su doble condición como paciente de cáncer y ministro de Salud la cuenta en otro de sus libros, Hoy es siempre todavía. Ese éxito de ventas es también una antología de lecturas personales, varias de pensadores que murieron de cáncer como Christopher Hitchens, Carl Sagan o Susan Sontag. Con tono reflexivo y pedagógico, a Gaviria le gusta escribir sobre gente a la que lee y admira, para exponer sus propias ideas y visión del mundo.
“Huxley me parece una figura interesante, conservador y revolucionario al mismo tiempo, un explorador espiritual que nunca dejó de aprender, un crítico lúcido de la modernidad, un escritor extraordinario que sin embargo jamás creó personajes memorables, un pensador que quiso juntar el arte y la ciencia, Oriente y Occidente, la razón y la receptividad”, señala. “Sus ensayos ya se leen poco. Su última novela La isla ha sido casi olvidada. Quise revivirlo. Ponerlo a conversar con el presente. Sus reflexiones sobre la salud pública, las drogas, la crisis ambiental, la tecnología y el progreso mantienen cierta relevancia. O mejor, cierta urgencia. Por ejemplo, la revolución psicodélica en ciernes le ha dado un nuevo lustre a sus reflexiones al respecto”.
Huxley tenía una visión crítica de la medicina moderna, de la excesiva medicalización de la vida, explica. “Creía al mismo tiempo que los antibióticos, las vacunas y los anestésicos constituyen los mayores logros de la humanidad. Concebía la salud de una manera integral. Tenía una visión trágica de la vida y la salud humanas. Insistió en que somos máquinas deleznables que fallan en cualquier momento. Rechazó la prohibición de las drogas. Escribió también sobre la buena muerte, sobre la muerte reflexiva y consciente”, detalla Gaviria. “Yo comparto esa visión, humanista y escéptica. Fui, por ejemplo, defensor de la eutanasia como ministro de Salud. Colombia es el primer país de América Latina con eutanasia legal. Comparto igualmente su crítica a la medicalización y a las trampas de la tecnología en la medicina actual”.
La vida intelectual de Huxley –escribe Gaviria– se puede dividir en dos etapas: la europea, hasta 1937, y la americana, hasta su muerte en 1963. Durante la primera escribió Un mundo feliz, su famosa distopía pesimista, y durante la segunda La Isla, su utopía optimista, también un compendio novelado de sus ideas. En esas novelas pasa de ver las drogas como un instrumento opresor a una herramienta liberadora, y Gaviria cuenta cómo el contacto de Huxley con la mezcalina y el LSD durante la última década de su vida lo influencia. Al final, el propio Gaviria narra su experiencia con el LSD. “Empecé a sentir los efectos de manera gradual, con plena consciencia, como si se tratara de un mar de luz, como si todas las cosas del mundo quisieran llamar la atención. Entendí entonces, desde el comienzo, la insistencia de Huxley en la sacralización de la cotidianidad”, escribe en Otro fin del mundo es posible.
Apoyado en la evidencia, señala que el LSD recientemente ha sido rescatado, entre otras cosas, por sus beneficios en el tratamiento de la ansiedad en enfermos terminales. Plantea que para algunos científicos los psicodélicos representan el futuro de la psiquiatría, con nuevas áreas de investigación que incluyen el tratamiento de la depresión, la adicción a los opioides y el estrés postraumático, entre otras. “En estados de Estados Unidos ya se comienza a plantear la legalización de los psicodélicos, similar a lo que sucedió con el cannabis. Creo que esta tendencia va a seguir creciendo, que tendremos una evolución muy similar a lo que ha pasado con el cannabis”, sostiene. La guerra contra las drogas, que acaba de cumplir medio siglo, “no solo ha causado mucho sufrimiento innecesario, ha privado también a la humanidad de un conocimiento imprescindible”.
En un país católico, por momentos rezandero y mojigato, Gaviria se ha convertido en blanco del dogmatismo religioso al debatir públicamente su ateísmo. Como ministro reglamentó la marihuana medicinal, y como paciente usó gotas de cannabis para disminuir las náuseas de la quimioterapia. Ahora, mientras muchos todavía desean verlo en el tarjetón en las presidenciales del 2022, habla de su experiencia psicodélica, arsenal político para sus detractores. “Me ha llamado la atención que los ataques no hayan sido tan fuertes, no han sido aniquiladores”, valora. “Cuando escribí el capítulo sobre mí experiencia con el LSD, le dije a mi esposa medio en broma, ‘este será el fin para bien de cualquier aspiración política’. Pero las críticas han sido pocas al respecto. Probablemente Colombia ha cambiado. El país urbano es menos conservador. Más tolerante. En eutanasia y aborto, por ejemplo, Colombia es más liberal que casi todos los países de América Latina. El cambio social ha sido muy rápido. Más rápido de lo que se reconoce usualmente”.
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