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China permitirá tener tres hijos a todas las parejas casadas para paliar el envejecimiento de la población

La medida es el mayor cambio en su política de natalidad en cinco años desde que se aumentó de uno a dos hijos

Un hombre y un niño con mascarillas visitan la entrada a la Ciudad Prohibida, en Pekín.
Un hombre y un niño con mascarillas visitan la entrada a la Ciudad Prohibida, en Pekín.Ng Han Guan (AP)
Macarena Vidal Liy

Las familias chinas que lo deseen podrán tener tres hijos. El Gobierno en Pekín acaba de anunciar el cambio más radical en su política de natalidad en cinco años para tratar de combatir el rápido envejecimiento que padece el país más poblado del planeta, y que amenaza con afectar el crecimiento futuro de la segunda economía mundial. La nueva relajación llega después de constatar que el abandono en 2016 de la política del hijo único, para permitir que todas las parejas que lo desearan pudieran tener dos niños, no consiguió evitar la caída en el número de nacimientos, que se encuentra en mínimos históricos.

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La decisión, según ha anunciado la agencia de noticias estatal Xinhua, se ha tomado este lunes en una reunión del Politburó, el órgano gestor del Partido Comunista de China. El encuentro estuvo presidido por el jefe de Estado y secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh), Xi Jinping.

“Las políticas de natalidad van a mejorarse. Se introducirán normas que permitirán que una pareja pueda tener [más] hijos”, indica el comunicado distribuido por Xinhua, que precisa que junto a la legislación se aprobarán medidas de apoyo a estas familias. “Esto mejorará la estructura demográfica de China, responderá de manera activa al envejecimiento de la población y mantendrá las ventajas del dividendo demográfico”, agrega. Hasta el momento no se ha precisado qué medidas de apoyo concretas se aprobarán para fomentar lo que en España ya serían familias numerosas.

La relajación de la política de natalidad es una de las grandes demandas de los expertos a la luz del problema demográfico que afronta China, y que ha quedado en evidencia con la publicación del último censo, que refleja un aumento en la proporción de personas mayores y una caída en los nacimientos.

La polémica política del hijo único se aprobó cuando China rozaba los mil millones de habitantes, para impedir que un supuesto exceso de natalidad pudiera poner en peligro el incipiente despegue económico. Aunque según las autoridades nacionales evitó el nacimiento de 400 millones de personas, recibió numerosas críticas por sus abortos y esterilizaciones forzosas. También provocó un desequilibrio entre los nacimientos de niños varones (más favorecidos culturalmente) y de niñas, que hace que hoy día haya 35 millones de varones más que mujeres. Y aceleró lo que a todas luces hubiera sido una tendencia natural, la de tener menos hijos a medida que la sociedad prosperaba.

Hoy día, como en otras sociedades desarrolladas, muchos chinos urbanos se declaran reacios a tener más de un hijo, si es que desean tener descendencia. Entre los motivos citan la necesidad de consolidar sus carreras antes de empezar una familia, el alto coste de la educación de los hijos o las dificultades para comprar una vivienda.

Expertos como el profesor Lu Yilong, de la Escuela de Sociología y Demografía de la Universidad Renmin en Pekín, se muestran escépticos sobre el impacto que la nueva relajación de las leyes pueda tener en la natalidad. “A corto plazo es posible que el tercer hijo pueda acarrear un aumento de los nacimientos, pero el efecto acabará decayendo”, explica por teléfono. Como recuerda Lu, en otros países desarrollados se han implantado medidas de estímulo a la natalidad y “la educación es gratis, la sanidad es gratis, se dan incentivos económicos a los nacimientos, pero sus índices de natalidad siguen siendo muy bajos. Cuanto mayor es el nivel educativo en una sociedad, menos gente quiere tener muchos hijos”, señala.

Después de que se anunciara la reforma, la “autorización para el tercer hijo” encabezaba las tendencias en el Twitter chino, Weibo. Las redes sociales se llenaban de comentarios críticos acerca del alto coste de un tercer hijo, que la gran mayoría de las parejas jóvenes no se pueden permitir; también los usuarios de la plataforma se mostraban duros sobre las grandes diferencias salariales entre hombres y mujeres, la discriminación laboral o el que los varones no tomen su permiso de paternidad. “Ni las mujeres son vasijas para la reproducción, ni los hombres, máquinas de hacer dinero”, comentaba un internauta. “A mí me encantaría tener tres niños, pero mi jefe contrataría a otra persona en mi ausencia. Y después de criar a tres hijos, cuando quieres volver al mercado laboral ha pasado mucho tiempo, ¿qué trabajo vas a conseguir?”, escribía otra.

En una encuesta por internet de Xinhua, más de 28.000 participantes respondían que “no consideraría en ningún caso tener un tercer hijo”, por 1.600 que sí se declaraban dispuestos. El sondeo acabó desapareciendo de la cuenta de la agencia en redes sociales.

La nueva medida se anuncia después de que el nuevo censo chino, hecho público el 10 de mayo, pusiera de relieve el grave desafío demográfico que afronta la segunda economía del mundo. Aunque China superó en 2020 los 1.411 millones de personas y añadió más de diez millones a su población en un año, el ritmo de crecimiento en la última década es el más bajo desde que Deng Xiaoping impusiera la política del hijo único hace cuatro décadas. Las proyecciones prevén que el número de habitantes del país empezará a disminuir en los próximos años, quizá incluso en los siguientes dos o tres; en el empobrecido noreste del país, esa caída ya ha empezado.

Los menores de 14 años representan el 17,95% de la población actual, según los datos del censo. Hace una década, sumaban el 19%. La eliminación de la política del hijo único en 2016 resultó tener el efecto de un espejismo: aunque sí aumentaron los nacimientos en un primer momento, esa tendencia volvió a caer casi de inmediato. Desde 2017, cada año han llegado menos bebés chinos al mundo: 14 millones en 2019, 12 millones en 2020. El índice de fertilidad, el número de hijos por mujer en edad fértil, se encuentra en 1,3. Una cifra similar a la de otros países industrializados, pero por debajo de los 2,1 necesarios para garantizar el relevo generacional.

Por contra, el número de mayores aumenta a toda velocidad. En 2020, la población mayor de 60 años ―la edad de jubilación para la mayoría de chinos varones; para las mujeres es de 55 años― representaba el 18,7% del total, mientras que 10 años antes apenas constituía el 13,3%. Es el segmento que más crece. En cambio, disminuye la fuerza laboral. Hoy, los chinos en edad de trabajar suman el 63,35%; en 2010 eran el 70,1%.

El rápido envejecimiento amenaza con convertir a China en una sociedad anciana a pasos agigantados, antes de que haya podido alcanzar la prosperidad de otras sociedades industrializadas que encaran el mismo problema. El PIB per capita chino ronda los 10.200 dólares, el de España supera los 29.500. El sistema de seguridad social de la segunda economía del mundo todavía padece muchas lagunas.

Durante las últimas cuatro décadas, China había basado el éxito de su desarrollo económico en una abundante fuerza laboral muy joven y de salarios bajos, que hacía muy competitivas las fábricas en la franja costera del país. Era el llamado “dividendo demográfico”. Ahora, afronta en el horizonte escasez de mano de obra, y la necesidad de adaptar su economía y sus infraestructuras a una población envejecida. Según la Organización Mundial de la Salud, para 2040 la proporción de sus mayores de 60 años podría alcanzar el 28%.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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