_
_
_
_

Las dificultades de buscar pareja en la China del hijo único

La preferencia por el varón ha desequilibrado los nacimientos. Por cada 100 mujeres, hay 114 hombres

Macarena Vidal Liy
Sesión de citas a ciegas en masa para jóvenes solteros en Shanghái.
Sesión de citas a ciegas en masa para jóvenes solteros en Shanghái.Macarena Vidal Liy

Dunhuang está en una de las esquinas más pobres de China, en la provincia de Gansu, en el noroeste. En su día, esta ciudad de apenas 200.000 habitantes —diminuta para los estándares chinos— fue un oasis clave de la Ruta de la Seda. Aún hoy sus dunas de decenas de metros de altura, sus camellos de la Bactriana y sus grandes espacios delatan que este lugar está muy alejado de Pekín. Aquí, cada día Wang Lei, de 32 años, reparte comida en su moto de sol a sol y cuando tiene un momento, mira en su móvil las aplicaciones para encontrar pareja. De momento, sin suerte.

Más información
La llegada de segundos hijos en China no frena el envejecimiento
La sociedad china planta cara a la imposición del hijo único

Wang se teme condenado a ser uno de los treinta millones de varones en China que no encontrarán esposa porque la política del hijo único y la preferencia por un varón han creado un fuerte desequilibrio en los nacimientos de hombres y mujeres durante sus más de treinta años de existencia. En la actualidad, hay 114 hombres por cada 100 mujeres.

Ello ha provocado —además de un negocio de tráfico de mujeres traídas de países vecinos más pobres—, un desequilibrio en la disponibilidad de parejas a la hora del matrimonio. Algo que en China, aunque el número de bodas es cada vez menor y los jóvenes se casan cada vez más tarde, se sigue considerando parte imprescindible de la llegada a la madurez y un paso necesario para la continuidad de las familias. Según los datos del Ministerio de Asuntos Civiles, en 2017 la edad de la mayoría de los contrayentes de matrimonio osciló entre los 25 y los 29 años.

Aunque los problemas son distintos para ellos que para ellas. Los célibes involuntarios chinos suelen ser hombres de ingresos bajos y escaso nivel de estudios, residentes en áreas rurales o migrantes a las grandes ciudades. A ellos se les conoce como “guang gun”, o “ramas secas”. Ellas, en cambio, tienden a ser mujeres de alto nivel educativo, poco deseosas de emparejarse porque sí o que prefieren anteponer su carrera a formar una familia. Para estas solteras de más de treinta años, el apodo es mucho más despectivo: “sheng nü”, o “mujeres sobrantes”.

“Aquí en Dunhuang los varones generalmente se casan a los 25 o a los 26 años. Yo ya soy demasiado mayor”, se lamenta Wang. “Mis amigos de la escuela ya tienen hijos en primaria. ¿Y dónde están los míos? Cada vez que veo a mis amigos, se me cae el alma a los pies. No me atrevo a hablar con ellos mucho rato, porque si no, empezamos a hablar de familias sí o sí”. Para que no le miren raro, sostiene, debe tener su primer hijo antes de los 35 años.

Wang Lei es sociable, tiene algunos ahorros, se ha comprado un apartamento, y su sueldo ronda los 4.000-5.000 yuanes mensuales (500-700 euros, en línea con la media para esta zona de Gansu). Durante la temporada alta turística, puede llegar a ganar mil euros mensuales. “Si tienes un buen trabajo, eres funcionario, o maestro, con ingresos fijos, puedes conseguir una novia que tenga un buen trabajo. Si eres jefe en una empresa, puedes elegir a quien quieras. Pero si no tienes un buen trabajo, tienes pocas opciones”, explica.

Uno de los problemas es la costumbre ancestral de pagar una dote a la familia de la novia, una práctica aún muy arraigada sobre todo en las zonas rurales. Una dote que puede alcanzar niveles disparatados, hasta el punto de que en algunos lugares los gobiernos locales han tenido que imponer límites. En la comarca de Huzhu, donde había llegado a pedirse 100.000 yuanes (unos 13.000 euros, el equivalente a diez meses de un sueldo medio en Shanghái, la ciudad mejor pagada de China) lo máximo permitido son 60.000. En Dunhuang, explica Wang, se espera que él pague cerca de 10.000 yuanes, o dos meses de salario.

Otro problema es la dificultad para encontrar chicas “adecuadas”, cuenta. En otros tiempos, esa tarea le hubiera correspondido a sus padres, que se hubieran encargado de buscarle candidatas a través de conexiones familiares o de casamenteros profesionales. En ciudades como Pekín o Shanghái, en los parques de Zhongshan o del Pueblo, respectivamente, es posible ver cada fin de semana corrillos de progenitores que exhiben en carteles las virtudes de su hijo o de su hija y escudriñan los de los demás en busca de posibles almas gemelas. Pero ahora, dice Wang, su madre ya es demasiado mayor y no puede encargarse de buscarle novia. “Así que dependo de mí mismo, o de mis amigos”.

Citas exprés y a ciegas

En el otro extremo del país, en Shanghái, la capital económica china, cerca de 200 chicos y chicas recogen un número de identificación y van entrando en un espacio acotado en el vestíbulo de un centro comercial, ante las miradas curiosas de un público en busca de rebajas. Estudiantes de universidades de élite en su mayoría, algunos ya trabajando, vienen a participar en una sesión de speed dating, citas a ciegas a mansalva y de pocos minutos cada una. A ver si surge el flechazo.

“Jimmy”, de 35 años e intérprete de japonés, se declara muy nervioso; es la primera vez que participa en un evento de este tipo. “Busco a una chica que sea muy tradicional, como yo. Quiero que sea guapa. Pero que no tenga muchos títulos universitarios, las chicas con demasiados estudios son demasiado exigentes”.

Y esa es, precisamente, la situación que encaran las jóvenes sobradamente preparadas de las nuevas generaciones chinas. Aunque, teóricamente, pueden permitirse el lujo de escoger, en general ellos prefieren parejas con un nivel de educación algo menor. Y ellas no quieren conformarse con menos.

Mientras tanto, Wang Lei sigue mirando su teléfono. Ma Guagua cuenta con que aún tiene tiempo para encontrar un novio “y si no, un compañero para practicar el sexo, sin más”. ¿Y “Jimmy”? Aquel sábado tampoco encontró novia. Cuando terminó la sesión de citas a ciegas, aún se quedó un rato junto a las sillas. No podía creérselo.

"Es difícil encontrar un novio que me estimule en lo intelectual"

“Mis exnovios siempre me han cuidado como si fueran mi niñera. Lo más difícil es encontrar un novio que me estimule intelectualmente, siempre quieren que sea yo la que les haga caso a ellos. Y lo siento, pero no puedo”, cuenta Ma Guagua, una pekinesa de 26 años y con un máster en Paleontología.

Incluso en los medios —o en los anuncios de televisión— estas mujeres pueden verse presionadas a encontrar pareja. El estereotipo las describe como tristes sin la compañía de un hombre, demasiado mayores para tener buenos embarazos o con problemas de depresión, ansiedad y desarreglos ginecológicos.

El feminismo chino en auge en los últimos años ha tratado de combatir esta imagen negativa. Pero la presión social aún es muy poderosa, como reconoce Ma. “Mi familia alguna vez me ha instado a encontrar un novio y casarme antes de que sea demasiado tarde. Pero les corté de tal manera que no han vuelto a sacarme el tema, de momento”.

Y probablemente la presión social para casarse vaya a más. La escasez de nacimientos como consecuencia de la política del hijo único ha causado un envejecimiento de la población que ha hecho saltar las alarmas entre las autoridades chinas, que buscan ahora desesperadamente todo lo contrario: cómo alentar la natalidad. Ante la situción de desesperación, algunos académicos o incluso gobiernos locales, como el de la provincia de Liaoning, han propuesto “impuestos a la soltería” o a las parejas sin hijos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_