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China ensaya fórmulas para mitigar la soledad de su envejecida población

Uno de cada cuatro chinos sobrepasará los 60 años en 2030 y a mitad de siglo, uno de cada tres

Macarena Vidal Liy
Unas señoras charlan el pasado junio en Anju, una localidad china.
Unas señoras charlan el pasado junio en Anju, una localidad china.Zhang Peng (Getty Images)

Trescientos yuanes, unos 40 euros, por una habitación con baño es una ganga en muchos sitios, incluida Hangzhou. En esta ciudad en el este de China, sede del gigante del comercio electrónico Alibaba y donde viven ocho millones de personas, alquilar un apartamento de un dormitorio en las afueras puede costar hasta diez veces más. Por eso, cuando Shan Tingting, una técnica de seguridad, vio el anuncio ni lo pensó. Aunque dicho alquiler signifique vivir en una residencia de ancianos y ella tenga 27 años.

Tingting es una de los ocho jóvenes que participan en el programa de la residencia Rayo de Sol, un centro de propiedad pública y gestión privada con capacidad para 2.000 huéspedes en los montes que rodean Hangzhou. El programa ya se ha probado con éxito en otros países -la idea original nació en Holanda- pero en China, donde las residencias de ancianos han empezado a cuajar hace poco, supone una llamativa innovación: ceder habitaciones casi gratis a estudiantes o jóvenes en su primer empleo, y que a cambio estos voluntarios se comprometan a dedicar al menos veinte horas semanales a acompañar a los mayores, según explica el director del centro, Wang Kai. Es una más de las ideas con las que este país intenta hacer frente a su bomba de relojería demográfica: China es la nación que más rápidamente está envejeciendo del mundo.

Shan Tingting, técnica informática, está empleada en una agencia de seguridad, nunca imaginó que viviría a su edad en una residencia de ancianos, aunque sí había participado en tareas de voluntariado. “La experiencia está mereciendo mucho la pena. Para empezar, me ha ayudado a apreciar más a mi familia, a pensar más en mis padres, que están lejos, en Shandong (noreste de China). Y de estos mayores, muchos vivieron la revolución cultural y hay mucho que aprender de ellos. Aunque hay algunos que no tienen interés, otros sí tienen ganas de sentir que viven en familia, y les ayuda tener gente joven alrededor que hable con ellos”, explica, tras impartir una clase de inglés a un grupo de entusiastas. Como la residencia Rayo de Sol, China avanza a tientas para resolver su problema de envejecimiento. Un problema global, pero que en este país es especialmente apremiante: a una mayor esperanza de vida -76 años-, propiciada por el enorme salto en prosperidad, se le ha unido la caída de la fecundidad impuesta por la política del hijo único. Si en 2010 apenas el 8% de la población sobrepasaba los 60 años, para 2030 será uno de cada cuatro habitantes (25%). En 2050, uno de cada tres: casi 490 millones de personas, o más que toda la Unión Europea tras el Brexit.

Y eso va a generar consecuencias drásticas en el tejido social y económico chino. La fuerza laboral ya ha empezado a disminuir; y con ella, la productividad de un modelo que hasta ahora se basaba en una mano de obra abundante y barata. Para el Gobierno chino, la puesta en marcha del plan China 2025, por el que aspira a convertir a este país en un líder tecnológico y basar la economía en la producción de bienes de alto valor añadido y en sectores de mano de obra poco intensiva es vital para la supervivencia.

La reforma de la Seguridad Social

M.V.L

El país también tendrá que acometer una profunda reforma en su sistema de seguridad social, que desde 2014 ya no cubre con las contribuciones de los trabajadores las prestaciones de los veteranos.

En 2016, los gastos de las pensiones crecieron un 11,6% a 2,58 trillones de yuanes (330.000 millones de euros) y dejaron un déficit de 429.100 millones de yuanes (54.800 millones de euros). Este año la diferencia entre ingresos y gastos crecerá a 76.628 millones de euros y a 113.665 millones en 2020 si no se producen reformas, según los cálculos de Wang Dehua, investigador de la Academia Nacional de Estrategia Económica en Pekín, citado por Bloomberg.

Se da por seguro que antes o después el Estado se verá obligado a elevar la edad de jubilación, que en la actualidad para los trabajadores manuales es de 60 años para los varones y de 55 para las mujeres.

Al ritmo del envejecimiento, aumentará también la proporción de dependientes por trabajador. Algo que conllevará también un cambio del tejido social. Tradicionalmente, ocuparse de los mayores era una tarea que recaía sobre las siguientes generaciones. La tradición confuciana lo dicta y la ley china incluso lo obliga: teóricamente, si los hijos no atienden las “necesidades físicas y espirituales” de sus padres pueden acabar en la cárcel.

Pero con una generación de parejas de hijos únicos que se ve al cargo de cuatro padres jubilados cuando todavía tiene hijos que mantener, conservar esa tradición es complicado. Solo la mitad de las unidades familiares que incluyen al menos a un anciano integran a miembros de diferentes generaciones; el resto son jubilados que viven solos o en pareja. Se calcula que en unos años esa proporción llegará al 90%. Muchos de ellos, en el campo, son “ancianos dejados atrás”, cuyos hijos han emigrado a la ciudad en busca de fortuna, y más susceptibles a la soledad y la depresión. Algunos jubilados han tomado el toro por los cuernos y se han constituido en comunidades de asistencia mutua. Otros -siete millones- se han apuntado a las Universidades para mayores que el gobierno fomenta para mantenerse mentalmente activos y evitar la soledad.

Tang Weiyu es una antigua empleada de una planta eléctrica de 87 años. Menuda y ligeramente encorvada, conserva aún mucha de la energía que necesitó para salir adelante en su juventud. “Tuve que dejar la escuela para cuidar a mis hermanos. Para poder estudiar me apunté a clases nocturnas”, recuerda. Ahora está aprendiendo inglés, pero también caligrafía y le interesa la medicina tradicional. Se mudó a Rayo de Sol tras la muerte de su hija, cuenta, para no estar sola. Y se muestra de acuerdo con Tingting, su profesora. “La experiencia nos beneficia a todos. Los jóvenes tienen hoy día mucha presión, y un alquiler barato les ayuda mucho. Y para nosotros es como vivir en familia; nos mantenemos jóvenes de espíritu”, cuenta. Cada domingo, ella y una decena de ancianos más, entre los 67 y los 97 años, acuden a la sala de estudio con sus apuntes. “Venga, lo estáis haciendo muy bien. Otra vez: ‘So nice to see you again!’ (Qué bien verte de nuevo!)”, jalea Tingting. La clase repite disciplinadamente la frase una vez y otra, y otra.El negocio de las residencias de mayores se ha disparado. En 2017, China contaba con 155.000 de estas instituciones, un aumento interanual del 10,6%, y 7,44 millones de camas, un 2% más. Según la Academia China de Ciencias Sociales, este sector alcanzará un valor de 13 billones de yuanes (1,64 billones de euros) para 2030.

Pero los centros privados pueden representar un gasto imposible u ofrecer una calidad insuficiente, mientras que los centros públicos aún son muy escasos, y reservados en su mayor parte a ancianos sin hijos o con discapacidades. Un plan quinquenal del Consejo de Estado, el Ejecutivo chino, apunta, entre otros problemas, a la falta de personal cualificado.

Dadas estas carencias, el de los cuidados geriátricos es uno de los sectores en los que el Gobierno chino se muestra más abierto a la inversión extranjera. Este mes, el Consejo de Estado anunció una serie de medidas para facilitarla.

Rayo de Sol, con su modelo mixto público/privado puede marcar una de las opciones de futuro. Su programa de voluntariado, también, aunque aún está en periodo de pruebas, según puntualiza el director. A Tingting el contrato de alquiler se le acaba en un par de meses, pero “mi intención es renovarlo por otros seis meses -declara-. No quiero dejar a mi grupo con el curso a medias”.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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