La norma de la mascarilla no cala en la playa: “Mantendremos la distancia, pero no nos la pondremos”
Residentes de distintas zonas costeras rechazan la medida publicada esta semana en el BOE que obliga a llevar siempre cubrebocas en el exterior, incluso si hay distancia de seguridad
Ni lo ven bien para tomar el sol ni lo entienden para sus negocios. Residentes y bañistas de playas de distintos puntos de España —desde Las Palmas de Gran Canaria a Barcelona, Valencia, Palma o Málaga— critican junto al mar la medida publicada ayer en el Boletín Oficial del Estado (BOE), una ley que obliga a llevar la mascarilla puesta en cualquier espacio público, sin importar la distancia a la que se encuentre el resto de personas. Y hay que llevarla siempre, incluso si se trata de una persona sola tomando el sol en su toalla. Hasta ahora, en la vía pública o en los espacios al aire libre era obligatorio el uso de mascarilla cuando existía una distancia inferior a un metro y medio. Esto decía la norma estatal, aunque algunas comunidades habían establecido tanto exigencias más duras como sus propias excepciones. Ahora, la mascarilla es obligatoria “siempre”, según el Gobierno. Y arrecian las voces en contra mientras la propia Sanidad ha pactado este mismo miércoles con las comunidades que intentará cambiar esta ley. El presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, ha pedido que se busque una solución con “sentido común”, y siempre preservando la salud. De hecho, el Gobierno de Canarias entiende que la nueva normativa no altera las excepciones de cada comunidad, que en el caso de las islas amparan a quien se la quite para tomar el sol en la playa si mantiene las distancias. Esto es lo que opinan distintas personas a las que la nueva medida les ha pillado a la orilla del mar.
Mallorca. “No me voy a ir a mi casa con la marca de la mascarilla en la cara”
En la pequeña playa de Cala Contesa, en el municipio mallorquín de Calvià, un enorme pareo con estampado de mandalas está extendido en medio de la arena, con cuatro amigas veinteañeras hablando y tomando un refresco. Acaban de llegar y algunas todavía no se han desvestido. Solo una lleva la mascarilla puesta. Paola, Melanie, Luz e Irati están enteradas de la nueva normativa sobre el uso de la mascarilla en la playa, pero no tienen intención de hacer caso a la medida. “Me parece fatal, vamos a mantener la distancia, pero no nos la vamos a poner” dice Luz, mientras su amiga Melanie interviene tajante: “No me voy a ir a mi casa con la marca de la mascarilla en la cara”.
Ninguna persona del puñado que este miércoles aprovechan para tomar el sol en la cala lleva puesta la mascarilla. Las distancias entre los grupos son de varios metros. En la zona de piedra, Carmen está recostada en una tumbona con su marido y pasan la mañana bebiendo champán. No están enterados de la medida, pero tampoco les importa. “¿Ir con la mascarilla mientras tomas el sol? Estoy en contra totalmente. ¡No se puede comer ni beber con ella! Menuda ocurrencia”.
Un poco más adelante, en la conocida popularmente como Playa de los Militares, las amigas jubiladas Rosa y Dolores están sentadas en una sillita baja de playa pasando la mañana. Vienen un par de veces por semana porque hay muy poca gente y no llevan la mascarilla puesta porque, según Rosa, “es un absurdo total”. Señala la playa, prácticamente vacía con pequeños grupos muy distanciados entre sí y explica que “corre el aire, hay distancia, cuando suban las temperaturas nos vamos a asfixiar, es una tontería”. Dolores lamenta que no se están dejando prácticamente alternativas a los residentes, que pueden hacer poco más que ir a darse un baño o a la montaña. “Solo podemos ir a la playa, no podemos hacer nada más, como para encima llevar la mascarilla”. Las amigas coinciden en que hay otras medidas, como los controles de aforo en los arenales para garantizar la distancia, que son mucho más efectivas que llevar una mascarilla. “Ya tenemos bastante, yo ya no puedo más” exclama Rosa, enfadada.
Málaga. “Cada vez se venden menos helados. La gente prefiere no tomarlos con la mascarilla”
“¿Realmente es necesaria la mascarilla?”, se pregunta Inmaculada Sánchez, madrileña que disfruta del sol de la mañana en la playa de la Malagueta, a un paso del centro de Málaga. Ella misma se responde: “Creo que, si hay espacio suficiente y no mucha gente, no hace falta. Cuando esto se llena, sí me parece bien”, explica la mujer. Son poco más de las diez de la mañana y en la orilla ya hay chicas tomando el sol en biquini y ninguna lleva mascarilla. Junto al paseo marítimo, numerosas personas practican deporte. Unos corren —la mayoría sin protección— y otros pedalean; quienes pasean o curiosean por la zona sí que la llevan.
“No tiene sentido que tengamos que usar la mascarilla mientras estamos aquí tumbadas tranquilamente”, cuenta María Jesús Ruiz, de 39 años, que agradece que se hayan superado ya los 20 grados de temperatura. “Es importante llevarla salvo cuando te bañas. Si no, no vamos a salir nunca de esta”, cuenta Antonio García, de 71 años.
La situación no es nueva para los bañistas malagueños. La Junta de Andalucía ya instauró la obligatoriedad del uso de la mascarilla en las playas de la comunidad el verano pasado. La norma recogía diferentes excepciones. Los auxiliares de playa contratados por la administración andaluza se encargaban de recordarlo. “Yo no puedo tener mesas de más de seis comensales y ahí en la playa ves grupos de 15 o 20 personas sin mascarilla”, cuenta Juan Roldán, de 47 años, mientras monta las mesas del chiringuito Sicsu. “Yo la llevo muchísimas horas puesta y aquí aparece todo el mundo sin ella. Somos poco responsables y nos regañan demasiado poco”, subraya.
Unos metros más allá, Nieves García, de 58 años, está preparando su quiosco para arrancar la temporada turística. Cree que la nueva normativa afectará al turismo. “Este año vendrá mucha menos gente incluso que el verano pasado”, dice mientras pinta la estructura en la que ofrece, principalmente, helados. “Cada vez se venden menos, porque con la mascarilla la gente prefiere no tomarlos”, asegura. “Ojalá nos vacunen pronto a todos y la pesadilla se acabe”, concluye la mujer.
Barcelona. “Ha sido agobiante, nos ha entrado arena al jugar”
La mascarilla es minoritaria en la arena de las playas de Barcelona. Los que bajan al litoral a tomar el sol, jugar, leer o para encontrarse con amigos al aire libre, o no conocen la normativa o directamente la rechazan. A ojo, la proporción entre quienes la llevan y quienes no es de un 20% frente al 80%, respectivamente. Y nadie controla. O por lo menos no hay Guardia Urbana uniformada.
Cinco universitarios han quedado este miércoles para pasar la mañana en la Barceloneta, la más popular de las playas. Sentados alrededor de un gran pareo, todos llevan la mascarilla en la mochila o en el brazo, y no se han enterado de la normativa. “No tienen lógica, no todo tiene que ser blanco o negro, es cuestión de sentido común, si estamos separados y en el aire libre no es necesario, además no hacen más que sumar normas, pero nadie controla”, señala Pau. A Meritxell no le parece “lógico que este verano, con más gente que ha pasado el virus y que está vacunada, se obligue a llevar mascarilla, cuando el año pasado no era necesario”.
A unos metros del grupo pasa un vendedor de mojitos. Se llama Nadine y lleva la mascarilla debajo de la barbilla. “Hace tres días que he vuelto de Paquistán y me hice una PCR al llegar, no tengo el virus”, se disculpa.
Más hacia el Poblenou, cada varios centenares de metros hay grupos de jubilados, de los que bajan a la playa todos los días del año, se sientan pegados al paseo y tienen ese moreno tostado que inquietaría a cualquier dermatólogo. Este miércoles justo discuten sobre la novedad de la mascarilla. El único que la lleva es Andrés, 83 años.
Entre el 20% de cumplidores está la familia Vilajoan, que desde el verano pasado no se ha juntado más que en exteriores. En la playa se han puesto mascarillas quirúrgicas, pero, y lo enseñan, fuera de la playa llevan una FFP2. Y eso que están todos vacunados: las dos hijas son profesoras y los padres, mayores de 60. Ainhoa ha bajado a jugar con sus tres hijos. No le ve sentido, pero ha cumplido. “Ha sido agobiante, nos ha entrado arena”, lamenta.
Las Palmas de Gran Canaria. “Nos la ponemos por las multas, pero se le quitan las ganas a uno de venir a bañarse”
Cielo azul, marea baja, muchos bañistas y pocas mascarillas en la playa de Las Canteras, en Las Palmas de Gran Canaria. Canarias era una de las comunidades autónomas que contaba con una legislación propia desde mayo que permitía no usar mascarilla en la playa para tomar el sol, siempre que hubiese distancia de seguridad. Y el Gobierno autonómico entiende que en el caso de las playas y piscinas sigue vigente la norma por la que se ha regido hasta ahora: el bañista se puede quitar la mascarilla para entrar en el agua, pero también para tomar el sol en un lugar estático (por ejemplo, su toalla o tumbona), siempre y cuando pueda guardar la distancia de seguridad.
En cualquier caso, la nueva medida no gusta al Ejecutivo canario. El presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, ha pedido que se busque una solución con “sentido común”, y siempre preservando la salud. Tampoco es del agrado de Alfredo, profesor de secundaria asturiano afincado aquí. “No creo que esta medida se vaya a llevar a cabo”, asegura mientras se seca. “Esto se nos va de las manos”.
“Lo llaman teatro pandémico, ¿no?”, pregunta Susana, también profesora de secundaria, viguesa en su caso y sin mascarilla, que se coloca para la entrevista. “Las cosas verdaderamente importantes las dejan de lado. Claro, esto no cuesta dinero, solo fastidia a los ciudadanos…”. Laureano y Sol forman un matrimonio que toma el sol con mascarilla quirúrgica. “Esto es un horror”, aseguran casi al unísono. “Nos la ponemos por las multas, pero se le quitan las ganas a uno de venir a bañarse”, añaden.
Loli, ama de casa que cumple 80 este Jueves Santo, ha bajado a la playa junto a su nieta. Ambas llevan mascarillas de tela. “Yo siempre me la he puesto, tengo mucho miedo de coger el virus y, total, para mí ya es como llevar gafas”, asegura la abuela. Piensa como ella Marcos, de 20 años, quien está en pleno descanso de su curso de socorrismo con la Cruz Roja. “Me parece bien, están creciendo los contagios y, encima, es Semana Santa y la gente es muy desobediente”.
Valencia. “¿Para qué hay que ponérsela si no hay nadie alrededor?”
Cristian va con el torso desnudo, vaqueros y mascarilla. Lleva un detector de metales con el que está recorriendo la playa de la Malvarrosa de Valencia. Dice que la mayoría de personas que se encuentra tomando el sol, paseando, bañándose o practicando algún deporte no suele portar mascarilla. “Tampoco hace falta con el espacio que hay y al aire libre, pero bueno, hay que llevarla”, comenta este joven rumano. Un paseo por la orilla de la playa valenciana confirma que la mayoría de la gente tumbada sobre la toalla no está enmascarada. “Aquí, ¿para qué, si no hay nadie alrededor? Pero bueno, tampoco lo sabíamos”, dice Adriana desde su toalla. Ha viajado con Alberto desde Suiza —“con las PCR hechas”— para pasar unos días al sol. “Aquí están abiertos los restaurantes al mediodía. Hay vida. La gente respeta, aunque puede que dentro de los bares no tanto [solo se permite un aforo del 30%]”, apunta Alberto.
Un grupo de estudiantes de bachillerato reconoce que se ha puesto la mascarilla cuando han sido informados este miércoles por la mañana de que también debían llevarla sobre la arena. Con anterioridad a la norma publicada el martes en el BOE, la Comunidad Valenciana ya había impuesto la restricción. “Es que cada día parece que hay un matiz diferente”, protesta una.
Es pronto aún. Y en Valencia aún no han empezado las vacaciones escolares de Semana Santa. La playa se va animando, pero poco a poco. María y Samuel, casados, son habituales. Suelen venir a pasear por la orilla. Él no estaba al tanto de la última norma, pero siempre sale con mascarilla. “Por lo general, la gente es bastante respetuosa, aunque se incumple muchas veces el máximo de cuatro personas reunidas”, señala Samuel, militar. Ella, publicista, añade: “Hemos visto aquí en la playa mucha gente joven que se junta de botellón y hemos llegado a llamar a la policía”.
Información elaborada por: Clara Blanchar (Barcelona), Nacho Sánchez (Málaga), Lucía Bohórquez (Palma), Guillermo Vega (Las Palmas de Gran Canaria) y Ferran Bono (Valencia).
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