“La calle sigue siendo peligrosa porque somos mujeres, es muy injusto criar a nuestras hijas así”
La escritora Carmen G. De la Cueva reflexiona sobre el miedo y la movilización en el Reino Unido tras el caso de Sarah Everard
La escritora Carmen G. De la Cueva (Alcalá del Río, Sevilla, 35 años) es una de las editoras, junto a María Folguera, del libro Tranquilas. Historias para ir solas por la noche, (Lumen, 2019), que aborda el miedo de las mujeres y la reivindicación de calles seguras también para ellas. Es lo que reclaman las mujeres que han saltado en el Reino Unido tras el asesinato de la londinense Sarah Everard.
Pregunta. ¿Por qué hicieron un libro?
Respuesta. Sentimos que había como una voz interior que nos obligaba a hablar de este tema, queríamos hacer un perfil antropológico de la violencia sexual que sufren las mujeres desde una perspectiva autobiográfica. Todas tenemos una historia que tiene que ver con cómo al mundo le violenta que ocupemos el espacio público. Son historias que nos pasan a todas. Podemos ser como escritoras de aventuras. Las nuevas Julio Verne o Jack London. Relatar lo peligroso o aventurero que puede ser salir sola, de noche, subirse a un taxi o viajar a otro país. Quisimos poner el foco en que podemos y debemos seguir haciendo eso: un ejercicio de libertad y del derecho a ocupar el espacio público, con una progresión y con relatos cada vez más esperanzadores. Hablar de esto es importante. No para avisarnos del miedo, sino para darnos cierto poder. Cuando terminé de editar el libro me sentí mucho más poderosa.
P. En el prólogo reivindican “las ganas de salir y volver a casa cuando se desee”.
R. El deseo también es protagonista en estos temas. ¿En qué momento mataron a Sarah Everard o le pasaron cosas terribles a las protagonistas del libro? En el momento en el que ejercían su libertad, en un viaje, en el deseo de conocer a personas nuevas, de volver a casa y sentirte libres y seguras. No debería haber nada peligroso en ello.
P. Lo plantearon como una invitación a 14 autoras “a compartir sus andanzas por un mundo que, a menudo, considera que ser mujer es el mayor de los peligros”.
R. La historia de Everard, con 33 años, nos pilla muy de cerca. Todas hemos ido a casa de una amiga y hemos vuelto a casa solas. El otro día volvía de una clase de yoga, a las 21.30, justo media hora antes toque de queda. Me sentía poderosa, pero una mujer de mi clase me pidió que la acompañase un poco porque sentía miedo. Pensé: ¿Por qué tenemos que sentirnos así? Leí a los dos días el asesinato [de Everard], y entendí que esto no está superado ni lo va a estar. La calle sigue siendo peligrosa porque somos mujeres, es muy injusto criar a nuestras hijas así. Yo tengo un hijo y creo que hay una responsabilidad también de educar a los hombres desde que nacen.
P. ¿Cómo va por la calle sola?
R. En el último año, la verdad es que me siento muy libre porque la calle está más vacía que nunca. Pero me preocupa mi hermana de 15 años. Hace poco, en el pueblo, tenía que volver de una calle un poco más alejada y llamó a mi madre por teléfono porque había visto un coche que le parecía raro. Esas cosas me generan mucha rabia, parecida a la de las mujeres en Londres. ¿Qué podemos hacer nosotras? Podemos unirnos, salir a la calle, pensar que tenemos que seguir haciendo cosas porque el peligro no debe condicionarnos, pero los hombres tienen que hacer su parte.
P. ¿Que los hombres asuman esa carga es la solución, como piden las londinenses?
R. La solución no puede ser algo que se quede en el miedo de las mujeres o en condicionarnos la vida a nosotras. Que la policía fuese casa por casa es demencial, es misoginia. Es pedir a la mitad de la población que cambie su vida en lugar de ofrecerle un mundo seguro, la violencia la ejercen los hombres. Sería muy interesante que los hombres hiciesen un ejercicio de empatía, que fueran capaces de ponerse en el cuerpo de una mujer y sentir ese miedo, de madrugada, en una calle. Es un miedo real, heredado y aprendido, que nos han enseñado a tener. Ese miedo condiciona las decisiones que vamos a estar tomando durante toda nuestra vida. ¿Cuántas cosas se puede llegar a perder una mujer por el miedo?
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