González Laya ejerce la diplomacia feminista en el Golfo
La ministra de Exteriores se reúne con mujeres de diversos ámbitos en Emiratos, Arabia Saudí y Qatar para dar visibilidad a su trabajo
Durante su reciente visita a Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Qatar, la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, se reunió con mujeres de distintos ámbitos en cada uno de esos países para escuchar sus inquietudes y dar visibilidad a su trabajo. El gesto, ejemplo práctico de lo que significa la “diplomacia feminista” que el Gobierno aprobó a principios de año, tiene especial relieve en una parte del mundo en la que los avances de la mujer chocan a menudo con valores sociales e interpretaciones religiosas muy conservadoras.
“Hubo quien se lo tomó a broma, pero [la diplomacia feminista] tiene peso y contenido. Se trata de reconocer y poner en valor el trabajo del 50% de la población”, explicó González Laya a EL PAÍS tras inaugurar la exposición Ellas tienen la fórmula en Dubái. Esa muestra, una versión abreviada de la que el año pasado se presentó en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, rinde homenaje a las mujeres que se han dedicado al estudio de la Química.
“Nuestro trabajo no solo consiste en firmar acuerdos; también hacemos cosas y la igualdad es una prioridad”, señaló la ministra, convencida de la importancia de difundir modelos que puedan servir de ejemplo a las jóvenes, en particular en los ámbitos científicos y tecnológicos, donde su presencia es menor.
Habiba Alsafar, una bioquímica emiratí reconocida por su trabajo en la identificación de factores de riesgo genético entre la población beduina de su país, ratificó el mensaje de González Laya. “Es importante tener mentores. Yo he llegado a donde estoy gracias a mi profesora de ciencias de secundaria”, contó a este diario Alsafar que, a sus 42 años, ha sido elegida para representar a Emiratos Árabes en la exposición junto a otras científicas como Marie Curie y Margarita Salas.
La diplomacia feminista tiene sus raíces en Suecia, aunque luego ha tenido eco en otros países. En 2014, cuando la socialdemócrata Margot Wallström asumió la cartera de Exteriores, situó la lucha por la igualdad de género en el centro de su trabajo. Para ella se trataba de una cuestión de desarrollo humano y de seguridad. Además de aumentar la representación femenina tanto en instituciones como en mesas de negociación y los recursos para lograrlo, insistió en que los derechos de la mujer son parte de los derechos humanos.
Ese enfoque era algo que ya defendían las activistas de Oriente Próximo, en parte para esquivar la etiqueta de “feminismo”, que en algunos países se equipara con “imposición occidental”. A Wallström no le evitó sin embargo un enfrentamiento con Arabia Saudí en 2015 por criticar la falta de libertad de las mujeres en el reino (que entonces aún tenían prohibido conducir) y la pena de flagelación a un conocido bloguero. Desde aquella fecha, ha habido cambios en ese país y en otros vecinos. Tal vez no al ritmo que les gustaría a las feministas, pero a los que las mujeres locales se agarran con esperanza.
“Hay que escucharlas. En el pasado quizá hemos sido demasiado prepotentes y debamos hacer las cosas de forma más sofisticada. También en estos países hay personas que trabajan por el cambio”, señaló González-Laya en Dubái.
En Riad, sus interlocutoras, entre las que había desde directivas de multinacionales hasta médicos, pasando por una diseñadora de moda, le transmitieron ilusión por las reformas emprendidas por el controvertido príncipe Mohamed Bin Salmán, heredero y gobernante de hecho de Arabia Saudí, entre las que destaca el fin de la prohibición de conducir, pero también cambios en la ley que favorecen su inserción laboral. En Doha, donde la ministra española se reunió con varias cataríes de los sectores económico, educativo y cultural, las mujeres le consultaron su opinión sobre las cuotas. Todas han valorado sentirse escuchadas.
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