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El padre que retuvo a sus hijos en una granja holandesa quería “evitar espíritus malignos”

Los fiscales han revelado en una audiencia previa al juicio que los hermanos, hoy mayores de edad, fueron castigados y golpeados durante años y dos de ellos sufrieron abusos sexuales

Vista de la granja donde estaban encerrados un padre y sus seis hijos en la provincia holandesa de Drenthe.
Vista de la granja donde estaban encerrados un padre y sus seis hijos en la provincia holandesa de Drenthe. Wilbert Bijzitter (ANP / AFP )
Isabel Ferrer

La fiscalía neerlandesa ha desvelado este martes detalles del duro régimen de vida impuesto por Gerrit Jan van Dorsten, de 67 años, a nueve de sus hijos, hoy todos mayores de edad, seis de los cuales vivieron escondidos con él entre 2010 y 2019 en una granja de Ruinerwold, al este de los Países Bajos. En una audiencia previa al juicio formal, para el que no hay aún fecha, la acusación ha explicado que el progenitor convenció a su prole de que “los malos espíritus se apoderarían de sus cuerpos de entrar en contacto con extraños”. También les aseguró que “el mundo se acabaría de forma violenta si salían al exterior, les metía en baños de agua helada, golpeaba y tiraba del pelo”. Los fiscales han indicado a su vez que dos de los hijos, una chica y un chico [que se alejaron del padre, junto con otro hermano, antes de su entrada en la finca], dicen que abusó sexualmente de ellos cuando tenían 12 y 15 años. El encierro fue descubierto en octubre pasado, cuando Jan, de 25 años, el mayor de los hermanos ocultados, consiguió salir y alertar de su situación al dueño de un bar cercano.

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Los fiscales han leído los diarios de Van Dorsten para poder centrar los hechos y han atendido a su vez a las declaraciones de los hijos, en particular sobre los abusos. El varón afectado ha señalado que su padre les dijo que “tenían espíritus femeninos metidos dentro, entre ellos el de su madre, fallecida en 2004” cuando le agredió sexualmente. Según la víctima, el progenitor sabía que obraba mal “porque cerraba la puerta y se aseguraba de que no hubiera nadie cerca”. Los tres hermanos mayores (hay un décimo hijo, de otra mujer) fueron a la escuela durante un tiempo, pero no podían decir que había otros niños en casa; los seis pequeños no estaban inscritos en el registro civil. “Podíamos salir al jardín de la granja, y dimos un par de pasos alguna vez, pero en seguida nos encontrábamos mal y volvíamos dentro”, han declarado los hermanos a los fiscales. Estos últimos han constatado que su padre les obligaba a rezar, a veces durante meses, les daba poca comida, o solo agua, y les reñía por ser malos. Los castigos eran frecuentes. “Unas veces les pegaba con una vara. Otras, los metía en un baño de agua fría hasta que se desmayaban. Otras más, un grupo era obligados a lanzarle barro al que debía ser penalizado. Los vigilaba con cámaras, y culpó a los tres mayores de la muerte materna. Para librarle de los malos espíritus, metió a uno de estos en una caseta de perro. Tenía 12 años”, siguen los fiscales.

Gerrit Jan Van Dorsten sufrió un derrame cerebral en 2016, estando ya en la granja, pero no pidió ayuda médica y ahora no puede hablar. Una exploración neurológica pedida por la fiscalía determinará si puede acudir al juicio cuando se celebre. En la sesión preliminar de hoy, sí estaba Josef Brunner, de 58 años, un amigo suyo, que pagaba el alquiler. Oficialmente, es también sospechoso de detención ilegal, pero ha calificado de “caza de brujas” las acusaciones. “No estaban retenidos”, ha dicho, para aludir luego a “la libertad de creencias” y presentarse como “un discípulo” de Van Dorsten. Como Brunner sigue en custodia, sus abogados han pedido su puesta en libertad preguntando a los fiscales: “¿Perseguirán también ahora a los monjes?”.

La procedencia del dinero hallado en la granja, cerca de 100.000 euros, debe ser asimismo aclarada por la justicia. De momento, se considera fruto del blanqueo, aunque los abogados de ambos sospechosos han recordado que pagar en efectivo sigue siendo legal. Aunque Brunner subraya que los hijos no estaban escondidos, el atestado policial de la entrada de los agentes en la granja, el pasado octubre, contradice sus palabras: “Jan [el que dio la voz de alerta] nos abrió una puerta que había detrás de un armario y desembocaba en un cuarto pequeño. Allí estaban metidos el padre, en la cama, y sus otros hijos”. Todos están siendo tratados por psicólogos, y los cinco menores defienden por ahora las prácticas paternas. Los jueces deben decidir si son citados a declarar durante el juicio.

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