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Los vecinos confinados en Madrid: “Echo de menos ir al parque con mi hijo”

''Estoy segura de que vamos a cerrar'', dice Erika Ortega, propietaria de un bar en un barrio con la movilidad restringida en Fuenlabrada

Janina Flores (36 años) Leni Pardo (39) y Abdulai Barry (21)
Janina Flores (36 años) Leni Pardo (39) y Abdulai Barry (21)David Expósito

850.000 madrileños de ocho municipios ven restringida su libertad de movimientos desde este lunes. No ha habido multas (las sanciones no entran en vigor hasta el miércoles), pero sí un gran despliegue policial para informar de los motivos por los que se puede salir de los barrios confinados, qué documentos se deben presentar y dónde empiezan y terminan las fronteras invisibles de cada perímetro. Estos son los testimonios de algunos de los vecinos de las zonas confinadas, que reciben las medidas del Gobierno regional con una mezcla de enfado e incertidumbre.

Abdulai Barry (21): “No tengo claro si podré continuar entrenando”

Abdulai Barry estudia un grado superior de Marketing y Publicidad en Ciudad Lineal (Madrid). Desde este lunes, el trayecto rutinario de vuelta de clases le supone trasladarse de una zona no restringida a otra confinada, su casa en Carabanchel. Cuenta que el centro no le ha facilitado ningún justificante. “Si me preguntan, solo puedo enseñar mi horario”. La semana que viene empezará a trabajar en una tienda de ropa en pleno centro de Madrid, donde espera que le faciliten un salvoconducto. Además, juega en el equipo de fútbol de Carabanchel y entrena tres días a la semana en el polideportivo de La Mina, en una zona próxima a su casa y también confinada. “No tengo claro si podremos continuar los entrenamientos. Todavía no sabemos nada”, lamenta. En las próximas dos semanas, sus planes de ocio se limitarán a quedar con sus amigos por el barrio, aunque piensa que los jóvenes de su edad seguirán saliendo igual. Duda que las restricciones sirvan para algo: “Salgo de mi casa y al lado hay otra que no está restringida. No tiene ningún sentido”.

Erika Ortega (37 años): ''Estoy segura de que vamos a cerrar''

Mientras prepara un café, Erika Ortega cuenta que solía servir 80 tazas al día. Últimamente no sirve más de 10. Regenta Popy 2, un pequeño bar al lado del centro de salud del barrio de Francia, una de las zonas de Fuenlabrada en las que el Gobierno regional ha restringido la movilidad. Este lunes, antes de la hora de comer, había varios clientes bebiendo cerveza, pero Ortega es pesimista: ''Estoy segura de que ahora vamos a cerrar. No hemos recibido ninguna ayuda del Gobierno. Los políticos no se ponen de acuerdo''. Con el fin del confinamiento, muchos de sus parroquianos se volcaron para salvar el bar. Acudieron incluso más que de costumbre, pero las medidas decretadas para el barrio han cambiado el panorama: ''La gente vio las noticias y se asustó. A ver cómo me las apaño para pagar los impuestos en octubre''. En esta zona de Fuenlabrada, los bares deben cerrar a las 22.00 horas‚ mientras que otros bares a cientos de metros pueden permanecer abiertos hasta la 1.00 de la mañana. Ortega está segura de que muchos de sus clientes residentes en el barrio acudirán a los bares no afectados por las limitaciones.

Erika Ortega (derecha) con su empleada Nati este lunes en el bar Popy 2.
Erika Ortega (derecha) con su empleada Nati este lunes en el bar Popy 2.

Janina Flores (36): “Si la policía me para, solo puedo enseñarles mi DNI”

Janina Flores lleva cada mañana a su hijo Isaac desde su casa de Puerta Bonita (Carabanchel), una de las zonas afectadas por el confinamiento, al centro escolar Miguel Servet, libre de restricciones. “No me queda otra que cruzar”, dice Flores, que dejó su Ecuador natal hace 18 años para vivir en España y ahora trabaja en una residencia de mayores en Chamberí. Este domingo han comenzado sus vacaciones y la empresa no le ha facilitado un salvoconducto de movilidad. “Si la policía me para, solo puedo enseñarles mi DNI”, aclara. Cree que las restricciones no serán útiles: “Somos una zona obrera y todos los que vivimos aquí trabajamos en el centro de Madrid. No podemos evitar salir”. Además, su marido trabaja como mecánico en Fuenlabrada, otra zona restringida. Flores considera que se podían haber adoptado otras medidas, como reforzar el transporte público o el servicio sanitario, porque “los médicos no viven del agradecimiento”.

María Agustina Costa (51): ''No puedo permitirme pagar multas"

María Agustina Costa (51) se detiene cada dos por tres para poner recta a su hermana mayor, Maribel (57), prácticamente inmovilizada en una silla de ruedas desde hace siete años. Viven en Fuenlabrada. Van camino del supermercado, sin tener del todo claro si pueden desplazarse hasta allí sin que un policía les llame la atención. ''No nos han dado tiempo para prepararnos'', dice Costa, crítica con las medidas adoptadas. No sabe exactamente cuáles son las zonas de Fuenlabrada de las que no se puede salir. ''No puedo permitirme pagar multas. Si yo lo único que quiero es ir al supermercado", añade Costa, que fue deshauciada de la casa en la que vivía hace dos años por sus problemas económicos.

María Agustina Costa (51)y su hermana, Maribel (57).
María Agustina Costa (51)y su hermana, Maribel (57).

Leni Pardo (39): “Lo que más echo de menos es ir al parque con mi hijo”

Cada semana Leni Pardo, de 39 años, empuja el carrito de su bebé de catorce meses hasta el hospital Gregorio Marañón. El pequeño de catorce meses nació con un síndrome y debe asistir a rehabilitación. Eso es algo que el nuevo confinamiento no va a cambiar, pero ahora al terminar la visita se da un justificante que indica el tiempo exacto que Leni ha estado en la consulta. Ni un minuto más, ni un minuto menos. Este papel le permite cruzar la frontera que separa Vallecas del resto de Madrid. “No puedo permitirme trabajar, el resto de la semana me la paso visitando otras clínicas, pero estas están dentro del barrio”. Su pareja le ayuda en lo que puede, pero es autónomo por lo que debe cruzar al otro lado cada día. Ambos llegaron desde Bolivia hace ya 13 años, y han vivido desde entonces en el barrio de Vallecas. “Lo que más echo de menos es ir al parque con mi hijo, pero ahora están precintados”.

Coni (58): “El bicho lo cogen blancos, amarillos, rojos y de todos los colores”

Coni, de 58 años, corre apurada de un lado a otro del puente de Vallecas. Va a casa a comer, pero tiene poco tiempo. Poco más de una hora antes de volver a la casa de la anciana a la que cuida. “Tengo que acatar todas las precauciones y más.” Vino a España de Nicaragua hace 17 años. “Los inmigrantes no tenemos el virus. El bicho lo cogen blancos, amarillos, rojos y de todos los colores”, dice. Ni siquiera se plantea no salir a la calle, y su profesión no concibe el teletrabajo: “Tengo muchas responsabilidades: pagar la casa, ayudar a mi hijo... Qué voy a hacer”.

Coni (58), en Puente de Vallecas.
Coni (58), en Puente de Vallecas.Olmo Calvo

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