La lenta reconstrucción de 15 años de abusos en un colegio de Estella
La asociación de víctimas de Navarra ha presentado 11 denuncias en un año contra un cura al que acusa de pederastia y que actuó entre 1959 y 1974. Estima que los posibles casos se elevan al menos a 700
“Era un sádico, tengo recuerdos nauseabundos, nos metía mano a toda la clase todo el año, pero casi peores eran las palizas, era un bestia, muy violento, fueron años atroces”, relata Fernando Roncal, de 70 años, sobre José San Julián Luna, ya fallecido, el cura que fue fundador y director del colegio diocesano El Puy en Estella, Navarra, hasta 1974. Roncal ha presentado una denuncia por los abusos sufridos en 1959, el suyo es el caso más antiguo descubierto hasta ahora. El más cercano en el tiempo, según la denuncia de otro exalumno, es de 1974, y fue el que desencadenó la salida del sacerdote del centro. En total, supone un arco temporal de al menos 15 años de abusos ininterrumpidos a un colegio entero. Solo pararon con la reacción de ese último alumno, que denunció el caso al subdirector. El arzobispado de Pamplona trasladó al cura a la capital navarra, pero siguió dando clases en al menos otro instituto de esta ciudad.
La verdad de lo ocurrido en este centro de Estella empieza a salir a la luz gracias al trabajo de la Asociación de Víctimas de Abusos a Menores en Centros Religiosos de Navarra, que en un año de vida ha ido sacando del olvido numerosos casos en al menos ocho colegios religiosos de la comunidad foral. En este momento las denuncias presentadas ascienden ya a 48, según la entidad, y siguen tirando del hilo. El de Estella es uno de los casos más graves: hay 11 denuncias que comprenden distintos años, con víctimas que entonces tenían entre 7 y 16 años de edad, y se preparan más. La asociación ha conocido, a través de sus familiares, un caso de suicidio relacionado con los abusos, un exalumno fallecido en los últimos años. “Considerando el número de niños que pasaron por el colegio y cómo actuaba este sacerdote, estimamos que las víctimas en El Puy oscilan de un mínimo de 700 a 1.200”, asegura Jesús Zudaire, presidente de la asociación y la primera víctima que presentó una denuncia en marzo de 2019, tras años de terapia y por consejo de su psicóloga. La asociación ha celebrado este sábado una rueda de prensa en Estella para dar a conocer los últimos testimonios recabados y anunciar una denuncia por calumnias contra el colegio y el arzobispado porque tras destaparse el caso, aseguran, les han acusado de mentir.
Un portavoz del arzobispado de Pamplona asegura que respetan a las víctimas, pero sobre el caso de Estella no pueden hacer mucho: “No hay forma de saber la verdad, no es fácil encontrar datos ni personas de hace tantos años”. Afirma que, por su parte, no han recibido ninguna denuncia. Las víctimas acusan a la diócesis de desinteresarse totalmente del caso: “Solo hemos tenido una reunión y nos dijeron que no iban a investigar nada”.
Estella tenía en los años sesenta, cuando se abrió el colegio, en torno a 10.000 habitantes, y El Puy era uno de los tres únicos centros del pueblo. “Aquí nos conocemos todos, todo el que pasó por allí sabe lo que ocurrió. Yo voy por la calle viendo víctimas, sé lo que les hicieron. Voy hablando con ellos y les animo a denunciar, pero es un trabajo lento y difícil, la mayoría prefieren seguir callando. Muchos no se lo han dicho ni a su mujer, tienen miedo de lo que digan en el trabajo, de posibles represalias de instituciones”, cuenta Zudaire.
Como en el resto de casos de abusos destapados en los últimos años en España por medios de comunicación, la búsqueda de la verdad recae sobre las propias víctimas y sus escasos medios. Están solas. En otros países ha actuado la Fiscalía (Chile), se han creado comisiones independientes de investigación (Francia) o el Gobierno o la Iglesia han emprendido la suya propia (Irlanda y Alemania), pero en España aún nadie ha movido un dedo. En Navarra las víctimas cuentan con la labor de unos pocos medios, principalmente Diario de Noticias y cadena SER, y una “total colaboración” del Gobierno de Navarra, pero afirman que no han obtenido ningún apoyo de las instituciones eclesiásticas. La asociación ha optado por ir presentando denuncias, aunque los delitos hayan prescrito, para que quede constancia oficial y reforzar sus acusaciones, pues el declarante tiene la obligación de decir la verdad y se expone a una responsabilidad penal. Según el recuento de EL PAÍS, en España se conocen hasta el momento 120 casos de abusos en la Iglesia desde 1986 con más de 400 víctimas.
Todos los relatos de Estella son similares. El sacerdote, profesor de religión y francés, realizaba tocamientos a los alumnos cuando les llamaba a la pizarra. Les hacía colocarse junto a su mesa e introducía la mano en sus pantalones cortos. Les tocaba los genitales y les metía los dedos en el ano, coinciden los testimonios. “Lo hacía con muchos, casi todos de cada clase, y todo el año”, relata otro compañero de clase de Roncal. También repetía estas prácticas en su despacho y en las duchas, con la excusa de inspeccionar la higiene. Los que se negaban o reaccionaban mal se exponían a suspensos y palizas, que de todos modos eran frecuentes, según los denunciantes. “Una vez puso a un grupo de alumnos tumbados en el suelo y se puso a caminar sobre ellos leyendo el breviario. Yo he visto palizas que el chaval acababa sangrando por boca, nariz y oídos”, explica Roncal. Otro de los denunciantes, a quien desgarró los lóbulos de las orejas en 1970, perdió el 30% de la audición, según afirma en su denuncia.
Unos años más tarde comenzó a haber alumnos internos que se quedaban a dormir y el sacerdote extendió allí sus acciones, según las denuncias. En una de ellas, referente a 1967, se lee: “En innumerables ocasiones, cuando el denunciante estaba por la noche en el dormitorio aparecía en el mismo el denunciado. Siempre hacía lo mismo, se sentaba en la cama del denunciante y con sus manos realizaba tocamientos en sus partes íntimas. Cada vez que esto ocurría, intentaba defenderse, apartando al denunciado y dando manotazos, pero no conseguía nada y nunca cesó en su actitud. Lo mismo le ocurría a todos los internos que dormían allí”. Por fin, en 1974, tal como refleja la denuncia del último caso, algo pasó: el alumno elegido, que tenía 14 años, respondió a los tocamientos atacándole con una pala de frontón, que no llegó a golpearle, pero le puso a la fuga. Se armó un gran revuelo y entró el tutor de noche, que dormía en otra habitación. Al día siguiente fueron a denunciarlo al subdirector, Juan Ignacio Martinena, y el director dejó el colegio. Expulsado, según el denunciante. Todas las víctimas aseguran que fue un gran escándalo y se enteró todo el pueblo, pero en el arzobispado aseguran que no consta ninguna información del caso. Durante décadas ha sido una práctica habitual en la Iglesia española cambiar simplemente de destino a los sacerdotes pederastas cuando eran descubiertos. El arzobispo de Pamplona era entonces José Méndez Asensio, que en 1978 fue a Granada.
La asociación no ha logrado que la actual diócesis le facilite los destinos posteriores del sacerdote. A preguntas de este periódico, el arzobispado finalmente detalla que José San Julián Luna se fue de Estella en 1974 y estuvo adscrito a la parroquia de San Saturnino de Pamplona, en 1976 comenzó a dar clases en el instituto Irubide de la capital navarra y en 1979 entró a trabajar en el arzobispado, en la gestión de nuevos templos parroquiales. Falleció en 1991. Según la información recabada por la asociación, en el instituto Irubide también recibió acusaciones de alumnos y después dio clases en el instituto Plaza de La Cruz.
Si conoce algún caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escríbanos con su denuncia a abusos@elpais.es
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