Una voluntaria de los ensayos de la vacuna: “Si algo sale mal, qué se le va a hacer”
Lynda Terrel tiene 71 años, es diabética y ha recibido la primera inyección para probar en su cuerpo una de las inmunizaciones más prometedoras, la de la farmacéutica Moderna
Está a punto de poner su sistema inmunológico al servicio de la lucha de la humanidad contra el enemigo microscópico que la tiene contra las cuerdas, pero es otra la batalla que parece preocupar a Lynda Terrell ahora que tiene al otro lado de la línea a un interlocutor español. “¿Volverá David Silva al Valencia?”, pregunta nada más descolgar el teléfono esta forofa del Manchester City, con un marcado acento del norte de Inglaterra que 40 años de vida en el sur de Estados Unidos no han conseguido borrar.
Terrell llegó para estudiar y acabó con un marido que la retuvo en Chattanooga, Tennessee. Pero nunca perdió su amor al color celeste de su equipo, ni una determinación solidaria que la ha llevado, a sus 71 años, con una diabetes de tipo 2, a abandonar el banquillo y saltar al campo a batirse como delantera en este partido contra el coronavirus. “Nunca vamos a derrotarlo”, opina. “Pero si la vacuna funciona, podremos tener el control”.
La vacuna desarrollada por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, en sus siglas en inglés) y la farmacéutica Moderna, una de las más prometedoras de cuantas se prueban por todo el mundo para inmunizar contra la covid-19, entró el 27 de julio en su fase final y más importante. Un ensayo clínico masivo que medirá la eficacia de la inmunización para salvar vidas. “Es un récord mundial para nosotros el haber sido capaces de pasar a la fase 3 de una vacuna en tan poco tiempo”, aseguró el inmunólogo y asesor científico del Gobierno estadounidense Anthony Fauci, que dijo confiar en que la vacuna pueda estar lista antes del final del año.
A unos participantes se les da vacuna y a otros placebo. Nadie sabe qué ha recibido
Para lograrlo, se está reclutando a 30.000 voluntarios como Lynda Terrell, a los que se administrarán dos inyecciones, una ahora y otra dentro de un mes, en el marco de un ensayo por todo Estados Unidos. A la mitad de los participantes se les inyecta la vacuna y a la otra mitad se les introduce placebo. Ni ellos ni los médicos saben si lo que se inyecta es una u otro. Los voluntarios deben reportar cada semana cómo se encuentran. “Y si resulta que algo va mal, pues volvemos a la casilla de salida”, explica Terrell.
“De momento me encuentro bien. Se me ha quedado un poco dura la zona donde me dieron el pinchazo, arriba del brazo, en el deltoides. Pero, por lo demás, ninguna reacción adversa. Me tomo la temperatura cada mañana. Llevo una especie de diario, pero no he escrito nada relevante. Al final de la semana supongo que me llamarán para ver si sigo viva”, bromea.
Terrell se presentó voluntaria en una sede de la compañía líder en investigación clínica Wake Research, uno de los 89 centros que participan en el ensayo. La compañía lleva a cabo pruebas en seis Estados, de Carolina del Norte a California. “Los participantes contribuyen al futuro de la medicina, proporcionando los conocimientos clave y los datos necesarios para lograr un tratamiento o una vacuna para la covid-19”, explica la doctora Ella Grach, presidenta de Wake Research.
Había participado ya en otro ensayo clínico de un fármaco contra la diabetes, de modo que Terrell no se lo pensó dos veces. Ni cuando le cancelaron la primera cita porque aún no había llegado la vacuna, ni cuando estaba ya sentada esperando la inyección. “Estaba preocupada porque se decía que no iban a tener suficientes voluntarios, y pensé que era algo que tenía que hacer”, explica. “Como ciudadanos, debemos poner de nuestra parte. Siempre es mejor ser parte de la solución que del problema. No he tenido ninguna duda, estoy muy cómoda con ello. Eso sí, no se lo he contado a mi hijo. Él me habría dicho que no lo hiciera, pero sabe que siempre hago lo que me da la gana”.
Reconoce que sí que habría tenido más dudas si la vacuna en cuestión fuese un virus debilitado. “Siendo diabética, quizá no habría sido un buen plan, no sé si lo habría hecho”, dice. Pero la vacuna que se prueba en este ensayo clínico está basada en ARN mensajero, una molécula que entra en las células humanas con las instrucciones para que produzcan la proteína que usa el virus para anclarse a ellas e infectarlas, permitiendo al sistema inmune reconocer esa proteína y generar inmunidad.
“No he tenido ninguna duda. Eso sí, no se lo he contado a mi hijo”
Hay otras cinco vacunas que ya han entrado en la fase 3 de pruebas en humanos, según la Organización Mundial de la Salud. Tres vacunas chinas basadas en virus desactivados, una desarrollada en la Universidad de Oxford con una versión debilitada de un adenovirus del resfriado común de los chimpancés y otra más de la farmacéutica estadounidense Pfizer que usa también ARN mensajero. En las fases previas, tras probarse en 45 personas, la vacuna de Moderna y los NIH revolucionó el sistema inmune justo de la manera que esperaban los científicos, según informaron antes del inicio de esta fase final. “Lo presentes como lo presentes, son buenas noticias”, dijo el doctor Fauci, que es médico de los NIH.
Terrell ha cumplido el confinamiento a rajatabla. “Hay demasiados idiotas que dicen que no llevarán mascarilla, apelan a sus derechos, pero mi derecho es vivir”, defiende. “Me vuelve loca la ignorancia. Algunos tienen ideas terribles. Pero me pregunto si al final los antivacunas no querrán vacunarse cuando esté disponible”.
De momento, solo le queda esperar. Y pegarse una cena con los 80 o 90 dólares (68 o 76 euros) que dice que le darán por participar en la prueba. “Si algo sale mal, pues qué le vamos a hacer”, explica. “Mire, he tenido una buena vida, me he divertido. Solo me falta que el City gane la Champions”, concluye horas antes de saber que el Real Madrid le había puesto ese último deseo un poco más fácil.
Seis candidatas en fase “muy avanzada”
La comunidad científica trabaja contra reloj para que la humanidad disponga cuanto antes de una o varias vacunas que permitan luchar contra el coronavirus. Hay 26 candidatas a vacuna en evaluación clínica, según la Organización Mundial de la Salud. Seis de ellas se encuentran ya en fase “muy avanzada”, dijo esta semana. Es en esta fase, la última de un ensayo clínico, cuando se vacuna a miles de voluntarios expuestos a la enfermedad para demostrar la seguridad y la eficacia. Generalmente se les hace un seguimiento de años, pero Moderna cree que empezará a distribuir la suya en noviembre. Las cinco vacunas españolas más adelantadas aún no han empezado la fase 1 de los ensayos.
Entre las seis avanzadas hay tres vacunas chinas que se basan en virus inactivados; una de la farmacéutica estadounidense Pfizer (con la alemana BioNTech) que usa el ARN mensajero, y la que ha desarrollado la Universidad de Oxford, que emplea un adenovirus del resfriado común modificado genéticamente para restarle virulencia.
Aunque los resultados preliminares son prometedores, todavía queda mucho por saber, como la duración de la respuesta inmunitaria y la capacidad de generarla en personas mayores y determinados grupos poblacionales, como los que padecen alguna enfermedad. Por eso es tan importante que en los ensayos en fase 3 participen personas de todas las edades. Si tienen éxito, el siguiente reto será la producción de millones de dosis en el menor tiempo posible.
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