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El coronavirus entra en las comunidades indígenas del Chaco argentino

Las visitas de altos funcionarios enviados desde Buenos Aires y los trabajos de tala de bosques propagan la enfermedad en El Impenetrable

Control sanitario en el poblado El Sauzalito, al norte de Argentina.
Control sanitario en el poblado El Sauzalito, al norte de Argentina.GOBIERNO DE CHACO
Georgina Zerega

El coronavirus se ha colado por el lugar menos pensado de Argentina. El Impenetrable, un frondoso bosque en el norte del país de naturaleza insondable, como su nombre advierte, ha registrado en los últimos días al menos 54 casos de la covid-19. Allí donde las carreteras son de tierra y escasea el agua, la pandemia ha logrado abrirse paso en las pequeñas comunidades, gran parte de ellas formadas por indígenas wichis y qom. La situación ha alarmado a los habitantes, unas 60.000 personas desparramadas en 40.000 kilómetros cuadrados, por los riesgos que implicaría una crisis sanitaria en esa región. La visita inoportuna de una comitiva de funcionarios, entre quienes se reportó luego un contagio, y el tránsito de trabajadores que llegan para desmontar las tierras han quedado en la mira de quienes intentan encontrar el origen del brote. Ambas situaciones han sido denunciadas ante la Justicia.

“Siempre pensamos que sería el último lugar al que llegaría el virus”, lamenta Daniel Liberatti, habitante de Villa Río Bermejito, un poblado en medio del bosque de poco más de 4.000 habitantes. La mayor parte de la extensión de El Impenetrable se encuentra en la provincia de Chaco, el tercer distrito con más contagios en el país, por detrás de la ciudad y la provincia de Buenos Aires. Pero hasta principios de junio, la covid-19 se había concentrado en la ciudad de Resistencia, la capital provincial, y no había alcanzado a la región del bosque. “Hasta hace dos semanas el virus no había entrado, se desencadenó por la llegada de funcionarios nacionales de Buenos Aires”, asegura el campesino.

Liberatti, como otros activistas de la región, apunta contra la visita de la presidenta del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, Magdalena Odarda. A principios de junio, la funcionaria nacional recorrió durante tres días varios poblados de El Impenetrable junto a una comitiva “para analizar la situación de la covid-19″, según publicó en su cuenta de Twitter. Al regresar a Buenos Aires, se realizó una prueba y dio positivo. La noticia, que también dio a través de la red social, despertó la crítica de la oposición y el enojo de los vecinos. “¿Qué tenía que hacer una delegación del Gobierno aquí? No es momento para echar culpas, pero se podría haber retrasado esa visita”, reprocha Liberatti.

En aquellas tierras inhóspitas donde creció, explica, se junta la falta de agua con la desnutrición y se registran cada año centenares de casos de dengue, chagas y tuberculosis. Lo más parecido a un hospital en esas tierras son pequeños centros de atención sanitaria y, los mejor provistos, cuentan con una ambulancia vieja para trasladar a los pacientes a los núcleos urbanos. “El Impenetrable es una de las zonas más vulnerables del país, si entra gente de afuera y trae el virus, es como si viniera a tirar una bomba”.

El foco de ese estallido se encuentra ahora en El Sauzalito, un poblado de 7.000 personas en lo profundo de El Impenetrable que entró el pasado 6 de junio en el recorrido de los funcionarios. Trece días después, el 19 de junio, el pequeño municipio confirmó su primer caso. Este jueves ya contaba 34 contagios y la muerte de un policía a causa de la covid-19. “Si no fuera por la inoperancia de las autoridades esto no debería haber sucedido”, dice Liberatti.

Odarda fue denunciada el pasado 24 de junio por legisladores locales de la oposición por “propagar una enfermedad peligrosa”, según se lee en el documento. Este periódico intentó contactarse con Odarda, quien no respondió. “No vamos a poder saber si el brote se inició con ella”, comenta Riccardo Tiddi, activista de la organización Somos Monte Chaco. “El punto no es echarle la culpa a una persona, es evitar el tránsito de personas para restringir el contagio”, agrega. Ninguno de todos los pueblos dentro de El Impenetrable, asegura, cuenta con recursos para hacer frente a una crisis sanitaria.

La tala como propagadora

La otra preocupación de Tiddi es la trasmisión del virus a causa de la actividad forestal, una de las principales actividades económicas en la región. Somos Monte Chaco lleva años defendiendo el bosque de la tala. Pero el problema en la pandemia, dice Tiddi, es la continua circulación de trabajadores de empresas privadas que llegan a buscar la madera incluso desde otros países.

En un primer momento, la cuarentena impuesta por el Gobierno de Alberto Fernández no incluía esa actividad económica como esencial, por lo que estaba prohibida. Pero en abril, el presidente dio luz verde a la tala. Según Tiddi, “han resistido al desmonte durante toda la cuarentena” pese a las restricciones iniciales. Y lo han hecho con miedo a contagiarse. “Si autorizas una actividad como esta, abres el paso al virus. Nos va a llegar a través de los camioneros que vienen de afuera, quién sabe por dónde han estado”, asegura.

La decisión de Fernández de autorizar la actividad forestal “deja entrever el poder de las corporaciones [de la industria maderera] sobre las decisiones políticas”, asegura la abogada Nora Giménez, de la Asociación Conciencia Solidaria. Para prevenir que el virus llegara a bordo de los camiones, los activistas de la zona solicitaron en mayo ante la justicia una medida cautelar pidiendo la restricción de la tala, bajo el argumento de que ponía en riesgo a las poblaciones. “Tenían 48 horas para darnos una respuesta, según dice la ley, y aún no nos han dicho nada. Mientras tanto, los camioneros siguen circulando”, reclama Giménez.

En la memoria de los habitantes de El Impenetrable ha quedado el caso de Indunor, una empresa taninera que a principios de marzo envió un grupo de trabajadores a Chaco, entre los que había uno con síntomas de la covid-19. El episodio terminó con el aislamiento de cuatro pueblos por varios días. “Acá se paró todo, ni los camiones con comida entran, pero los camioneros que vienen a buscar madera pasan los controles sin problema. Hay un andamiaje político que permite que esta gente se mueva con tranquilidad”, dice Liberatti.

Del otro lado del río, la ferocidad de El Impenetrable se extiende por la provincia de Formosa. Sobre la línea fronteriza, hacia el norte, los habitantes del paraje La Sirena, unas 340 familias de campesinos y wichis, han dado un ejemplo exitoso para controlar la circulación. Con la intención de evitar la propagación del virus, levantaron controles para que nadie entrara al lugar. “Les dije a los wichis que se pusieran los barbijos y los guantes antes de salir a frenar a los camiones”, recuerda Alberto Luis Anriquez, un referente vecinal que trabaja como seguridad del colegio de la zona. “No dejamos pasar a nadie, porque nosotros no tenemos oxígeno para ponerle a alguien si llega a tener problemas respiratorios. Dios quiera que no pase”.

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Sobre la firma

Georgina Zerega
Es reportera en la redacción de México y cubre actualmente la cartera de política. También colabora en la cobertura de Argentina, de donde es originariamente. Antes de entrar al periódico, trabajó en radio y televisión en su país natal.

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