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Río de Janeiro transita su reapertura entre aglomeraciones y la amenaza de un colapso sanitario

El Estado carioca reanuda su actividad económica a pesar de tener la tasa de letalidad por la covid-19 más alta de Brasil

Ana Paula Grabois
Río de Janeiro -
Un hombre camina en un mercado de Río de Janeiro, el pasado 13 de junio.
Un hombre camina en un mercado de Río de Janeiro, el pasado 13 de junio.Fernando Souza/ZUMA Wire/dpa (Europa Press)

Ciudad de postal, Río de Janeiro, y el Estado homónimo viven la pandemia como si ya hubiera pasado. Los vendedores ambulantes regresaron a las calles el 4 de junio. Dos días después, se autorizó la apertura de centros comerciales, tiendas, áreas de ocio y de deporte, bares y restaurantes. Y reabrieron con aglomeraciones en la capital, donde viven 6,7 millones de personas. Al igual que las iglesias. Si no fuese por las mascarillas, las imágenes de la muchedumbre circulando por las calles podrían confundirse con un día cualquiera en la capital turística.

“Nuestro Estado tiene la letalidad más alta de Brasil, un 10% sobre el total de casos”, alerta Ligia Bahia, médica especializada en Sanidad Pública de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). Para ella, siguiendo este indicador, Río tendría que ser considerado epicentro de la pandemia en Brasil. Bahia clasifica el conjunto de medidas de reapertura como una “actitud irresponsable” del alcalde, Marcelo Crivella, y del gobernador, Wilson Witzel. “Les pasarán factura. Son muertes que podrían evitarse. Autobuses abarrotados, iglesias y centros comerciales abiertos. En todos esos sitios se respira un aire enrarecido y hay aglomeraciones”.

Con 17,2 millones de habitantes, Río es el segundo Estado con el mayor número de casos y muertes del país, solo por detrás de São Paulo. Hasta el domingo, se contaban 7.672 los fallecidos y 79.572 casos confirmados. Otros 1.163 decesos aún están investigándose. La mayoría de las muertes se concentra en la capital, que suma 5.043 fallecimientos. Según el Consejo Brasileño de Secretarios de Sanidad (CONASS), el Estado tenía la mayor tasa de letalidad por casos confirmados en Brasil, un 9,6%, mientras que el promedio nacional rondaba el 5%, considerando los datos del sábado. La tasa de ocupación de camas UCI aún es alta, si bien ya no hay filas para acceder a ellas. En la capital, la tasa de ocupación en el sistema de sanidad público, el llamado SUS, era del 85% el domingo. En el SUS del Estado, el dato más reciente, del 9 de junio, era del 80%. En los hospitales privados del Estado, la tasa era del 75% a comienzos de junio. “Con esa avalancha de gente en la calle, el gran número de aglomeraciones en los transportes públicos y en otros sitios, corremos el riesgo de entrar de nuevo en colapso”, afirma Roberto Medronho, médico epidemiólogo y coordinador del Grupo de Trabajo Multidisciplinar para el Enfrentamiento a la covid-19 de la UFRJ.

Medronho ve “inadecuada” la reapertura y se atiene a la tasa de contagio, principal baremo para las políticas de reapertura en los países afectados por la pandemia. La tasa aún es elevada tanto en la ciudad como en el Estado de Río. “Esta tasa aún está muy por encima de 1: está en 1,9, 1,8, muy cerca de 2. Lo ideal es que esté por debajo de 1. Muchos países europeos tomaron la decisión de no abrir hasta que la tasa de contagio no bajara de 1”, argumenta. Una tasa de 1 significa que un individuo infecta a un individuo, que infecta a uno más. Cuando la tasa es 2, un individuo infecta a dos, que infectan a cuatro, después a ocho y a 16, y así sucesivamente, de forma exponencial.

Según Medronho, la tasa de contagio viene descendiendo a lo largo del tiempo y las medidas de aislamiento social han sido fundamentales para reducir el número de casos, todavía elevado. “No era el momento de abrir. Habría que esperar a que la cifra de casos y de fallecidos cayera consistentemente y con una tasa de contagio por debajo de 1”, asegura. El epidemiólogo considera que Río todavía padece la falta de aplicación de test y la transparencia en los datos. “Temo que la enfermedad vuelva a recrudecer. Sin un control asiduo de este proceso, tendremos un repunte de una oleada que ni siquiera ha acabado. No habrá rebrote porque el brote aún no ha terminado”. Medronho prevé que el aumento de casos se producirá dentro de unos 10 días porque la flexibilización de las medidas de aislamiento ya ocurría antes de que se autorizara la vuelta del comercio.

“No hay un plan consistente basado en la ciencia, y el alcalde ha decretado las medidas de relajación. En seguida, decreta el permiso para los vendedores callejeros y decide reabrir los centros comerciales antes de lo planificado, a causa de San Valentín [en Brasil se celebra el 12 de junio], que tendría que ser dentro de 15 días. Son signos de que las autoridades están completamente perdidas”, dice Medronho. El epidemiólogo considera que las autoridades están diciéndole a la población que ya hay “barra libre” para que cada cual haga lo que desee. “Como el Estado nos ha abandonado a nuestra propia suerte, reabriendo de una forma no criteriosa y en un momento inadecuado, sin un plan claro en el caso de que la cifra de casos aumente y sin transparencia total con los datos, propongo que el Gobierno decrete oficialmente que cada uno haga lo que le venga en gana”.

Para Ligia Bahia, la reapertura se ha debido más a presiones políticas que a evidencias científicas. Subraya que la pandemia en Brasil y en Río se conjuga todo el tiempo con la crisis política, especialmente con la reciente apertura del proceso de destitución del gobernador Witzel.

“Es una pororoca maldita, un encuentro de aguas turbulentas, tanto de la crisis sanitaria como de la política. Witzel, que estaba intentando tener unas actitudes más racionales, seguramente ya no las tendrá. Y Crivella, que durante mucho tiempo no se mojó y luego adoptó algunas medidas de aislamiento, también está llevando a cabo una reapertura con criterios políticos e ideológicos, con la apertura de las iglesias. Ha puesto hasta un tomógrafo en una iglesia. Faltan tomógrafos en los hospitales; es un equipo hospitalario, no eclesiástico. Un tomógrafo en una iglesia es como poner una campana en lo alto de un hospital. Es una inversión total”, sosntiene Bahia. Tras una batalla judicial, el ayuntamiento obtuvo permiso para instalar un tomógrafo dentro de un templo de la Iglesia Universal del Reino de Dios en la favela Rocinha, la más grande de América Latina. El alcalde Crivella es obispo de esta denominación neopentecostal.

Otro problema con el probable repunte de casos y hospitalizaciones por covid-19 es la falta de asistencia a pacientes con otras enfermedades. Una anestesista que trabaja en primera línea en el tratamiento de la covid-19 en varios hospitales tanto del sistema público como del privado de Río advierte de que las personas que padecen enfermedades cardiológicas y oncológicas son las más afectadas.

“Durante el periodo en el que las UCI estaban llenas, las dos últimas semanas de abril y la primera semana de mayo, todo lo demás se detuvo, como las cirugías electivas. La gente tenía infartos y se estaba muriendo en casa por miedo de ir al hospital y contagiarse. El tratamiento del cáncer no puede parar y hay nuevos pacientes. Las intervenciones oncológicas han descendido porque hay una serie de protocolos. Al paciente que se le va a operar de cáncer se le ingresa la víspera de la intervención y se le hacen las pruebas de covid-19. Si da positivo, la cirugía se suspende. Un estudio demuestra que la mortalidad de los pacientes con covid-19 durante el postoperatorio es más alta porque son inmunosuprimidos”, relata la médica.

La atención a los demás pacientes también se ha visto perjudicada por la falta de medicaciones anestésicas debido a su uso en pacientes graves de covid-19. “Las cirugías se suspendieron por falta de medicaciones anestésicas; es un problema relatado por varios compañeros en diversos hospitales del sistema público y privado”.

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