“Una señora con cinco hijos lloraba. Llevaban días sin comer y la querían botar del cuarto”
Retratos de la pandemia en América
“Si yo no salgo a depositar dinero, ¿quién más lo hará?”
Alex Yampis Daekat, un joven de 23 años de la etnia awajún de Perú, ha recaudado fondos para ayudar a más de 880 de sus paisanos de la región Amazonas que se quedaron sin sustento ni trabajo debido a la pandemia.
Vivo hace casi cuatro años en Lima. Terminé mis estudios el año pasado y estaba por tramitar mi título en Administración de Redes y Comunicaciones, pensaba estudiar Gestión Pública. Cuando llegó el primer caso de coronavirus en Perú, yo estaba tranquilo. Cuando el Gobierno decretó la cuarentena, seguía en mi cuarto tranquilo, vivo con mi novia, estaba todo bien, tenía en ahorros como 500 soles (unos 146 dólares) para mantenerme.
Eso duró como 20 días, hasta que el 13 de abril se contacta un amigo cercano. Me llamó llorando, me explicó que con otros compañeros estaban sufriendo demasiado y, como no tenían para el alquiler, los estaban botando y estaban totalmente preocupados. Apoyé de mi propio bolsillo, les di 50 soles (unos 15 dólares), con eso les alcanzó para tres o cuatro días y me volvieron a llamar. Yo dije, sí sigo apoyando… Pensé hay más de 500 hermanos awajún en Lima: estarán pasando la misma situación. Me pregunté: ¿por qué las autoridades locales de Condorcanqui, de nuestros distritos, no están apoyando a quienes están en Lima, depositando algo?
Esos compañeros ya habían solicitado ayuda al alcalde, llamaron y no les apoyaron. Pasado el tiempo estaban desesperados, dejaron de comer dos días, tres días, hay personas que tienen hijos. Me contacté con ellos por WhatsApp, me dijeron que estaban totalmente sufriendo. Un día estaba descansando en la cama, y dije: mejor voy a hacer algo, si no me preocupo por mis paisanos ¿quién más lo hará? Las autoridades tienen la oportunidad y tienen la obligación de atender a mis hermanos, pero si no lo hacen y miramos, no lo van a hacer. Conocemos cómo es el Estado.
Dije: “Voy a escribir un documento dirigido a una ONG llamada Plan Binacional Perú Ecuador, que trabaja en la zona, en [el distrito de] Nieva”. Esa institución nos conoce (a los awajún). En ese documento tenía una lista de 82 compañeros que necesitaban ayuda, lo presenté por correo a una persona de esa institución, pero pasaron tres días y no nos atendían. Conversé con Iñigo Maneiro, que es de esa entidad y me dice: “No se puede, pero hay que hacer algo”.
Él creó un grupo cerrado de Facebook y pidió apoyo, pero no alcanzaba para las 82 personas, entonces pedí ayuda a Carlos Diharce, un sacerdote jesuita que trabajó como 50 años en la zona. Él ahora vive en Lima, me facilitó dinero.
Con ese monto, pensamos repartir canastas de víveres, pero dije: “Yo voy a tener que entregar y si hago eso corro peligro [de contagio]”. Pensé: no es buena idea. Entonces la solución era depositarles (dinero) en su número de cuenta o depositarles en su DNI, para que lo retiraran en el Banco de la Nación, y que con eso pudieran comprar víveres. Para control de los que nos colaboraron, les exigí fotos de la compra de víveres. Así venimos trabajando varias semanas.
Luego me contacté con otros que están sufriendo y volví a conseguir para otros 79 compañeros. De las primeras 82 personas que hemos atendido, que viven en Lima, no publicamos fotos.
En la segunda ayuda colaboramos no solo con hermanos de Lima, también de Ica, Trujillo y otras regiones del país. Están dispersos y están en la misma condición, pero no nos alcanza. Entregamos de acuerdo al número de personas: si viven seis juntas, les damos 200 soles (59 dólares); si son dos personas les damos 100 soles. La mayoría son estudiantes que trabajaban, otros que han venido a trabajar a Lima y perdieron su trabajo.
Hasta el viernes 22 de mayo, hemos enviado ayuda a 884 ciudadanos de las etnias awajún y wampís en 16 ciudades de Perú. Algunos viven solos, pero la cifra se puede expresar también como 274 familias. Hemos distribuido en total poco más de 13.000 dólares.
Uno de los casos más difíciles ha sido el de una señora con cinco hijos que estaba llorando, llevaban tres días sin comer, y los querían botar del cuarto. Pagamos 500 soles de alquiler y le dimos 200 soles (unos 58 dólares): salvamos a esa persona. Hay una señora con cáncer que vino por temas de salud a Lima y quedó varada y no tenía ningún apoyo, la hemos apoyado también. Otras cuatro personas han sido desalojadas por no poder pagar, un señor los acogió para que no estén en la calle, pero luego los amenazó mucho, salieron de allí y no tenían dónde ir. Les pagamos su cuarto y les dimos para los víveres. A otra señora con dos hijas la botaron por no pagar, y le dimos, también.
A varios de mis paisanos los están queriendo botar por falta de pago, están pasando momentos muy difíciles, me mandan mensajes. Estamos pensando con Iñigo en alquilar lugares para ayudarles y que estén alojados por separado, para que no se contagien.
Unas 30 personas nos han apoyado con dinero, una señora donó 1.500 soles (445 dólares), esa fue la mayor cantidad. Antes tenía contacto con unos 60 hermanos awajún; sí: conversábamos en Facebook, ahora son más de 300 contactos ya. En WhatsApp conversamos, también.
Tengo miedo de contagiarme de coronavirus porque, para depositar, hago cola en el banco, estoy parado en el sol, hay aglomeraciones. Por eso solicité que consigan su número de cuenta interbancaria, pero varios hermanos no saben sacar el CCI, y eso me obliga a salir a la calle. El banco al que voy siempre tiene mucha cola porque van personas a cobrar pensiones o subsidios.
Pude ahorrar un poco antes de la cuarentena porque trabajaba apoyando a un amigo jesuita adulto-mayor, con su correo, sus comunicaciones con sus amigos, subiendo fotos en su página.
Esto que hago no es producto del estudio o por consejo de amigos. Yo soy huérfano de madre y fui abandonado por mi padre también. Mi madre falleció cuando yo tenía seis meses, no la conocí. Crecí con mi abuela por parte de madre, no tengo hermanos, crecí sufriendo muchísimo, trabajé desde muy pequeño en mi comunidad vendiendo cualquier cosita para comprar mis cuadernos, y es muy difícil aguantar hambre, es muy lamentable.
Por esa razón a mí me duele muchísimo, porque conozco la necesidad de mis hermanos. Cuando escucho que no tienen nada que comer, eso en realidad me preocupa muchísimo y a veces me dan ganas de llorar. Veo a mis hermanos vivir el día a día; eso me obliga a mí.
A veces mi novia me dice que no salga pero, ¿si yo no salgo a depositar a mis hermanos, quién más lo hará? No habrá otro alguien que deposite a los amigos preocupándose, estando parado en la calle. Yo no recibo ni un sol. Mi amigo Iñigo me controla muchísimo, tengo miedo de robar porque he crecido honrado gracias a mi abuela -que en paz descanse-.
Yo sufrí muchísimo, por eso lo hago simplemente por amor a mis hermanos, no me obliga nadie, no represento a ninguna organización, nadie está detrás empujándome. Esto me nació a mí y yo soy bueno. Por amor nomás lo hago.
Me solidarizo con las personas que han perdido a sus familiares. No nos queda otra manera que mantenernos firmes y luchar, y ganarle a esta enfermedad que nos ataca.
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