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“Si no tenemos muchísimo cuidado, esto será inabordable”

Jesús Rodríguez Baño, expresidente de la Sociedad Europea de Enfermedades Infecciosas, alerta de que la posibilidad de rebrote es “muy alta”

El expresidente de la Sociedad Europea de Enfermedades Infecciosas, Jesús Rodríguez Baño, esta semana en su casa.
El expresidente de la Sociedad Europea de Enfermedades Infecciosas, Jesús Rodríguez Baño, esta semana en su casa.PACO PUENTES (EL PAÍS)
Javier Martín-Arroyo

El especialista en epidemiología Jesús Rodríguez Baño (Sevilla, 1965) alerta de que la mecha para que la pandemia prenda de nuevo es muy corta si la población descuida las pautas para frenarla. La semana pasada concluyó su mandato de dos años como presidente de la Sociedad Europea de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas. “La posibilidad de un rebrote es muy alta”, avisa. Reconoce “humildemente” que erró al valorar el riesgo de expansión del patógeno al principio de la pandemia y, cuando a finales de febrero intuyó su rápida expansión en Italia, la información no fluyó hasta el Gobierno español. Para corregir errores futuros, el jefe de Enfermedades Infecciosas del Hospital sevillano Virgen Macarena recomienda: “Hace falta un sistema de laboratorios centinelas de enfermedades emergentes”.

Pregunta. ¿Qué implica para nuestro futuro próximo que solo un 5% de españoles esté contagiado, según el estudio de seroprevalencia?

Respuesta. El estudio nos da una idea de lo que se puede montar con este virus. Con un porcentaje del 11% sobre el total de la población en los sitios más afectados, se nos colapsa el sistema sanitario. Si no tenemos muchísimo cuidado y el porcentaje de población afectado sube de golpe, esto será inabordable, no hay sistema sanitario que pueda con eso. Hay que recordarle a la gente que esto no es una broma y que esto no ha pasado. Estamos todavía vaciando las UCI en algunas regiones. Ahora estamos muy bien, pero mal haríamos si no preparamos la atención primaria, la epidemiología y los hospitales.

Estamos claramente en fase descendente de la incidencia de la infección, algo heterogénea todavía por zonas, pero claramente descendente. El porcentaje de población inmune es muy bajo, incluso en zonas donde el virus ha golpeado duramente no hay un porcentaje muy alto de personas con anticuerpos positivos. Eso sugiere que la posibilidad de un rebrote es muy alta.

P. ¿Por qué?

R. Porque si hay transmisión, hay mucho candidato para infectarse. El riesgo depende de la población inmune, de las medidas de alejamiento que no dejen al virus transmitirse, y de si somos capaces de detectar precozmente esas transmisiones con el sistema de vigilancia de atención primaria, cuestión que es un reto por las personas asintomáticas.

P. ¿Será posible la inmunidad de grupo antes de que llegue la vacuna?

R. Espero que no. Tener inmunidad de grupo supone el 65% o 70% de la población contagiada y hemos colapsado con un 11% en poco tiempo. O la alcanzamos en cuatro o cinco años, o colapsamos. En Reino Unido se hizo este experimento, se pensó que si somos capaces de contener una transmisión no muy alta, habría infecciones, asumiendo que se moriría un número de gente. ¿Pero qué ocurrió? Pues que tuvieron que cerrar el país porque se colapsó el sistema sanitario. No hay otra solución. Tenemos que mantener un sistema de transmisión bajísimo e ir dando pasos hacia delante, a lo mejor alguno atrás, hasta que llegue la vacuna.

P. Suecia mantiene esa política.

R. Pero tenemos que conocer las circunstancias epidemiológicas de cada sitio. No es lo mismo un país hiperturístico como el nuestro donde el número de visitantes infectados fue alto, que Suecia, donde la concentración de personas por metro cuadrado es muy baja. Un amigo sueco me decía: ‘¡Dos metros de seguridad es poquísimo!’ Los mediterráneos nos tocamos y nos saludamos de otra manera y ellos pueden mantener la transmisión controlada.

P. ¿Es acertada la desescalada implantada en España, más estricta que en otros países?

R. Es razonable hacerlo de manera estricta y por fases, porque vamos viendo lo que va ocurriendo. Hay mucha discusión política que hace difícil conocer los motivos técnicos de las decisiones, sería muy bueno explicarlos para huir de esa discusión política. Las medidas son razonables, pero con un grado de complejidad excesiva para los ciudadanos.

P. ¿Cómo evalúa hoy la expansión de la epidemia?

R. Todo va a depender de las medidas que tomemos y de cómo actuemos en esta situación, eso es clave para valorar el riesgo. Si mantenemos estas medidas de alejamiento, etcétera, dado que en verano la infección respiratoria común es poco frecuente, quizás las próximas semanas y meses podrían ser algo más tranquilos. Pero podría no ser así si no cumplimos las normas y empieza a haber transmisión. Hay un dato reciente muy interesante: el virus no se transmite de forma homogénea, sino en agrupaciones llamadas clusters, familiares, celebraciones, funerales, congresos… si las evitamos, estaríamos en una situación más parecida a países del norte de Europa.

P. ¿Cómo juzga la aparente subestimación del virus en la reunión del 18 de febrero entre los expertos del Centro Europeo para el Control y la Prevención de Enfermedades?

R. Siendo muy humilde, si yo hubiera estado en esa reunión, probablemente habría dicho algo muy parecido. Con el descenso de casos en China y cero casos en nuestro país, pensábamos que la situación era de bajo riesgo. El error era que ya en ese momento había transmisión de casos y no nos estábamos dando cuenta. Que haya tantas personas asintomáticas nos llevó al error. Es evidente que nos equivocamos y de eso tenemos que aprender.

P. ¿Pesó la falta de información del Gobierno chino?

R. Es difícil saber cuándo hay un problema de salud infeccioso, fuera de esa zona la pauta es que la persona venga de allí. Al principio intentamos basarnos en el criterio epidemiológico, que es relevante con personas sintomáticas, pero si el porcentaje con asintomáticos es alto, el criterio desaparece. Hubo un día en que me llamó un colega italiano para decirme tengo dos personas en la UCI, y los dos dijimos a la vez ‘pues si hay dos personas en la UCI, hay 2.000 personas fuera infectadas hace 10 días’. Y ese día todos nos dimos cuenta de que la situación había cambiado y el riesgo era preocupante.

P. ¿En qué fecha se produjo esa llamada?

R. El veintitantos de febrero. Y en ese momento discutimos mucho sobre que el criterio epidemiológico tenía que cambiar, el criterio de sospecha ya no podía ser el venir de, ya tenía que ser puramente clínico, y debíamos tener técnica diagnóstica para gente con síntomas respiratorios, además en plena cola de la gripe.

P. ¿Pudieron haber transmitido esa intuición para que la toma de decisiones a alto nivel fuera más rápida?

R. Es verdad. Por algún motivo fracasamos al transmitir esa información. A veces uno querría hacer cosas que no puede, como con los métodos de diagnóstico, ya que los laboratorios de microbiología había que ponerlos en marcha y tener acceso a la técnica. El aparato clínico tenía que buscar agujas en un pajar, la situación no era fácil de enfocar, pero teníamos la sensación de que había que poner un sistema proactivo con coste alto y rentabilidad baja. Hubo una semana o dos que fueron importantes.

P. La sociedad científica debería tener engrasado su canal de información con el Gobierno.

R. En la toma de decisiones en salud pública hacen falta varias patas, y una pata importante asesora. Deben ser personas a pie de cama, de una especialidad u otra, pero que puedan recabar la información y la transmitan desde los servicios clínicos. Debe estar muy integrada en el sistema de salud pública y ha faltado en parte.

P. ¿Se pecó de un exceso de confianza en la vigilancia epidemiológica?

R. Ahora es fácil para todos decir que debemos suspender. Yo me equivoqué al principio de la epidemia, y a mediados de febrero, viendo los datos en China que descendían y que se estaba controlando bien el número de casos en países limítrofes, yo también pensé que el riesgo era bajo. Pero probablemente ya en ese momento teníamos diseminación silenciosa del virus en nuestro medio. Los casos diagnosticados así lo indican. Es fácil decir que los sistemas epidemiológicos fracasaron, pero fracasamos muchos de nosotros. La autocrítica es muy importante para estar preparados para la siguiente. Probablemente, hubiéramos necesitado medios diagnósticos disponibles para diagnosticar casos de forma precoz. ¿Y esto cómo se hace sin tener casos? Hace falta un sistema de laboratorios centinelas de enfermedades emergentes que permita tener las pruebas diagnósticas de patógenos con poder pandémico en cualquier parte del mundo en cuanto empiecen a describirse. Eso tiene un coste, porque la inmensa mayoría de esas muestras serán negativas, pero esa será la única manera de detectar esos riesgos. Esta pandemia nos ha enseñado que hay que invertir en riesgos de baja probabilidad.

P. ¿Cuál debe ser el primer refuerzo en el sistema sanitario español de cara a posibles rebrotes?

R. Lo urgente ahora es que los sistemas de primaria y epidemiología estén suficientemente reforzados para detectar esas transmisiones iniciales. Con pocos casos es fácil, pero si el número aumenta, ahí hará falta mucha ayuda para detectar y transmitir el aislamiento. Y el segundo factor es tener preparado el sistema asistencial hospitalario con planes de contingencia.

P. ¿Qué certeza hay sobre la transmisión del virus a través de las superficies?

R. No es tan fácil decir el virus sobrevive aquí tantas horas, como para pensar que todas esas horas el virus es contagioso. Pero tenemos datos para decir que la contaminación en superficie tiene un papel. Por eso es tan importante la higiene de manos y por eso a todos los que nos dedicamos a esto nos pone tan nerviosos ver gente con guantes. La sensación es que el guante tiene un efecto protector mágico, pero nos tocamos la cara igual. Tenemos mucha experiencia en los patógenos resistentes del hospital, sobre que el uso de guantes favorece la transmisión por esa falsa sensación de seguridad y tocamos todo con los guantes.

P. Tras la covid-19, ¿instaurará España la especialidad de infecciosos como otros países europeos?

R. No hemos utilizado este problema para hacer reivindicación, igual que con el Ébola, pero ahora que la situación está más calmada es momento de reflexionar sobre esto. El país necesita formar adecuadamente en enfermedades infecciosas. Esto no va contra ninguna otra especialidad, no va de pelearnos por pacientes. La formación específica es imprescindible, depende del ministerio. Hace años hubo un acuerdo parlamentario, pero se convocaron elecciones justo antes de aprobarse.

P. ¿Cómo ve la vuelta a las aulas y los riesgos que entraña?

R. Hay una discusión importante porque hemos asumido el discurso de la importancia de los niños en la epidemiología de la gripe —con cuadros leves pero son reservorio importante— y ese concepto lo hemos importado al coronavirus. Hay gente que dice que está bien y otros que el reservorio es bajo, la controversia está pendiente. Es verdad que los cuadros clínicos mayoritariamente son leves, pero en los estudios de seroprevalencia. Falta por saber su importancia como reservorio y transmisores en los contextos familiares. Si tiene mucha importancia, juntar a los niños en un colegio es una bomba de relojería, pero si no fueran grandes reservorios, podrían volver al colegio. La experiencia del norte de Europa nos debería servir para tomar decisiones hasta septiembre.

P. ¿Qué le parece el consumo de hidroxicloroquina del presidente estadounidense Donald Trump?

R. El British Medical Journal ha publicado dos trabajos sobre cómo el fármaco no es eficaz para la infección, aunque no tienen todavía una solidez absoluta. Hay que recomendar a las personas que lo consumen que lo hagan en un ensayo clínico con criterios de vigilancia y seguridad. Pero que una persona como él lo haga tiene un impacto tremendo, tiene que ser muy prudente porque no hay ningún fármaco inocuo y en los estudios comparativos alguna persona ha tenido complicaciones serias. Eso nos preocupa muchísimo, a la población hay que decirle que en estos momentos no lo podemos recomendar. Trump ha sido muy aventurado.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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