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Confinadas y sin trabajo: la incertidumbre de las trabajadoras domésticas en Colombia

En el país hay cerca de 700.000 empleadas del hogar, con altos niveles de informalidad, que han perdido sus trabajos o están siendo obligadas a internarse en casa de sus empleadores

Catalina Oquendo
El sindicato de trabajadoras domésticas de Colombia se ha organizado para entregar mercados a empleadas domésticas que han perdido su trabajo.
El sindicato de trabajadoras domésticas de Colombia se ha organizado para entregar mercados a empleadas domésticas que han perdido su trabajo.Cortesía

“Usted sabe que la queremos mucho, fírmeme la cartica donde queda claro que no me va a demandar. No me vaya a perjudicar, voy a buscar con amigos míos a ver si la necesitan pero no le puedo seguir pagando si no viene”. El relato de Claribed Palacios, de la Unión de Trabajadoras Afrocolombianas del Servicio Doméstico en Colombia (Utrasd), es solo una de las aristas de la crítica situación que viven las empleadas domésticas en Colombia, cerca de 700.000 personas, un enorme sector obrero que está sufriendo profundamente la cuarentena en el país andino. “Es despido disfrazado y se ha vuelto más común. Y cuando mezclan esas cosas (el sentimiento) se hace más difícil que alguien salga a denunciar a su empleador”, dice Palacios.

Una encuesta entre 678 de ellas hecha en marzo, lo confirma. “Cerca del 90% de las mujeres se encuentran en sus casas confinadas y de ellas alrededor del 50% no reciben salario, menos aún, ayudas que les permita paliar el efecto del confinamiento y sus precarias condiciones laborales”, indica la Escuela Nacional Sindical que hizo la muestra entre empleadas de ciudades como Bogotá, Medellín y Cartagena, junto a otras 15 organizaciones de la sociedad civil. Las mujeres respondieron por teléfono y a través de un formulario web.

La obligación de internarse

Pero las sucesivas extensiones del aislamiento han agravado este panorama y, como denuncian estas mujeres, ha dado paso a una nueva modalidad de explotación las pone contra la pared: la obligación de internarse. “Dos quincenas después de la cuarentena a algunas les han dicho intérnese, si usted no viene me tocará buscar a otra. Las mujeres se internan para recibir algo de plata. Nosotras no alegamos por trabajar, sino por las condiciones. Si hablamos de garantías de seguridad y salud para toda la población, ¿por qué nos vuelven a segregar? Si algo tenemos las trabajadoras domésticas es humanidad”, dice Palacios.

Otros relatos señalan que, además de estar alejadas de sus familias, las tienen trabajando el doble que antes porque ahora deben atender a toda la familia en la casa y trabajar hasta altas horas de la noche. “Como estoy interna por un mes, mi hijo de 3 años está en la casa prácticamente solo o al cuidado de alguien más”, dijo una mujer que no quiso ser nombrada.

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Colombia es un país donde el trabajo doméstico es normalizado y también, como asegura como asegura Francis Corrales, de la Escuela Nacional Sindical, “la subordinación histórica contra las trabajadoras”. “Presionar para que ellas se internen termina siendo una forma de neo esclavitud. Les pagan el salario pero esto esconde la dominación de una sociedad que no entiende que son mujeres que también tienen sus propias responsabilidades, familia, todo lo que encierra una vida digna. Es como decir que la vida digna les pertenece a unos y a otros no”.

Apenas hace 70 años era permitido “el arrendamiento de criados” y solo desde los años 80 se estipuló que las empleadas de este tipo de servicio debían ser afiliadas a la salud, como relata la periodista Mariana Escobar, quien ha seguido el rastro de la historia del empleo doméstico en el país andino. Hoy, de acuerdo con la Gran Encuesta Integrada de Hogares del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, solo el 17% de las 688.000 empleadas domésticas tiene acceso a seguridad social (salud y pensión). Y el 80% trabaja en la informalidad, es decir sin contratos o por días. Y 6 de cada 10 mujeres ganan un salario mínimo o menos.

“Esa ha sido una tendencia histórica pero el confinamiento ha profundizado su vulneración”, dice Corrales. Y esto, en un contexto de crisis de salud las pone en un riesgo mayor, agrega. La encuesta arrojó también que del 10% que siguió laborando, la mitad debe conseguir y pagar de su bolsillo los tapabocas o el antibacterial para ir a trabajar. “A pesar de ser un sector importante-casi 700.000 personas- el gobierno de Iván Duque no ha dispuesto ningún recurso desde el punto de vista económico. Ha generado infinidad de normas pero ninguna para este sector, así que la pandemia ha profundizado esta exclusión”, agregó Sandra Muñoz, del Centro de Solidaridad, durante una charla en la que se escucharon algunos testimonios de empleadas.

De acuerdo con los hallazgos de las pocas mujeres que siguen empleadas no tienen afiliación a Aseguradoras de Riesgos Profesionales, algo que significa un riesgo en contexto de la crisis de la covid-19. Y aunque no hay cifras detalladas de contagios en este sector, el Instituto Nacional de Salud desagrega los casos de los trabajadores de los hospitales donde también hay mujeres en labores de aseo y según el informe se registran 33 confirmados.

La representante de ONU Mujeres Colombia, Ana Güézmes García, también ha llamado la atención sobre cómo la emergencia de la covid-19 afecta de forma particular a las trabajadoras domésticas y propone al gobierno “Que incluya a los y las trabajadoras domésticas remuneradas en las medidas de especial protección” y hace un llamado a las empleadoras para que mantengan la vinculación y el pago, “considerando que su ausencia en los lugares de trabajo es por razones de salud pública”.

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Sobre la firma

Catalina Oquendo
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia. Periodista y librohólica hasta los tuétanos. Comunicadora de la Universidad Pontificia Bolivariana y Magister en Relaciones Internacionales de Flacso. Ha recibido el Premio Gabo 2018, con el trabajo colectivo Venezuela a la fuga, y otros reconocimientos. Coautora del Periodismo para cambiar el Chip de la guerra.

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