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El ministro de Educación francés: “La decisión de reabrir la escuela corresponde a la autoridad política, no a los científicos”

Jean-Michel Blanquer defiende en una entrevista con EL PAÍS el reinicio progresivo y voluntario del curso escolar a partir de esta semana en Francia

Marc Bassets
El ministro francés de Educación, Jean-Michel Blanquer visita una escuela el 11 de mayo, primer día del desconfinamiento en Francia.
El ministro francés de Educación, Jean-Michel Blanquer visita una escuela el 11 de mayo, primer día del desconfinamiento en Francia.JOEL SAGET (AFP)

“Mi único miedo es el miedo al miedo”. Jean-Michel Blanquer, ministro francés de la Educación Nacional, parafrasea a Franklin D. Roosevelt en el momento más delicado de su carrera al frente de lo que un antecesor suyo llamó “el mamut”, la gigantesca estructura del sistema educativo en Francia, auténtica columna vertebral de la nación. El retorno a las aulas después de dos meses de confinamiento se plantea en Francia como el eje, junto al regreso paulatino a la vida económica, de la desescalada que comenzó el lunes. “El objetivo”, declara Blanquer, “es hacer volver a los niños a la escuela, sobre todo a aquellos que más lo necesitan. Porque resulta que los alumnos más desfavorecidos son los que, a priori, menos volverán espontáneamente a la escuela. Así que es necesario recrear un círculo virtuoso de confianza”.

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El momento está lleno de riesgos. Existe el peligro de que los padres, por temor a la enfermedad, no lleven a sus hijos a clase y se los queden en casa. O que los profesores tampoco acudan. O que en las escuelas —o en los lugares de trabajo— repunte el virus y los responsables políticos acaben afrontando demandas judiciales. “Para evitar este problema, yo, por ejemplo, habría podido decidir que la vuelta a la escuela fuese en septiembre. Sería mucho más cómodo para mí, bajo todos los puntos de vista. Pero me niego: pienso que no sería digno”, respondió el viernes Blanquer en una entrevista por videoconferencia con EL PAÍS y otros diarios del grupo LENA. “Debemos buscar el interés general, y nada más”, añadió.

La nueva rentrée no tendrá nada que ver con el regreso a las aulas habitual de cada septiembre. Será voluntaria, progresiva y regionalizada. Esta semana deben incorporarse, primero, los profesores, y después los alumnos, pero solo en las escuelas infantiles y de primaria, hasta los 11 años. La siguiente semana llegará el turno del collège o escuela intermedia, entre 11 y 14 años, aunque solo en las regiones donde el virus más ha retrocedido. Esto excluye a París y sus alrededores. La decisión sobre los institutos queda para finales de mayo. El cálculo oficial indica que entre un 80 y 85% de las escuelas abrirán esta semana, y que regresará en torno a un millón de alumnos, de los más de 12 que integran al cuerpo estudiantil de la educación preescolar, primaria, intermedia y secundaria.

“En un periodo en el que la gente teme el virus, ¿cómo iba a ir la policía a buscar a un niño cuyos padres no le dejan ir a la escuela?"

La prioridad para los más pequeños en la desescalada tiene un motivo. “Lo decía antes de la crisis y la idea es la misma: la escuela primaria es absolutamente fundamental si queremos limitar la desconexión escolar y elevar el nivel del país. Porque cuando un niño desconecta en primaria, es muy difícil recuperarlo”, sostiene Blanquer. Esto explica que el Gobierno haya decidido no esperar hasta septiembre para reiniciar las clases. “Sería difícil imaginar un niño de siete años sin escuela durante seis meses, y más si viene de un ambiente desfavorecido”, añade.

A los padres que dudan sobre si llevar a sus hijos a la escuela, el ministro intenta enviar un mensaje tranquilizador. “No partimos de cero. Durante estos dos meses de confinamiento hemos acogido de lunes a domingo a 30.000 hijos de personal sanitario. Con el respeto estricto del protocolo sanitario, no hemos registrado problemas de salud particulares”, resume. “Por otro lado, hay un protocolo sanitario estricto, cuyo rigor algunos me echan en cara. Y cito lo que ha dicho un profesor de pediatría: hay más riesgo en quedarse en casa que en ir a la escuela”.

El esfuerzo en los próximos días se centrará en localizar a los niños con riesgo de abandono y en lograr que vuelvan a clase. Idealmente, todos deberían pisar las aulas antes del verano, aunque no reciban lecciones al uso. El Gobierno francés, en todo caso, ha descartado hacer el regreso obligatorio para todos. “Sería inimaginable”, tercia Blanquer. “En un periodo en el que la gente teme el virus, ¿cómo iba a ir la policía a buscar a un niño cuyos padres no le dejan ir a la escuela? En cambio, la instrucción es obligatoria: el niño, como mínimo, debe estar en el sistema de educación a distancia.”

“Sería difícil imaginar un niño de siete años sin escuela durante seis meses, y más si viene de un ambiente desfavorecido”

El argumento social —el confinamiento obligatorio ha agravado las desigualdades y alejado a una parte del alumnado del sistema educativo— ha sido decisivo para comenzar las clases cuanto antes. El otro argumento es económico: sin la apertura de las escuelas los padres no pueden volver a trabajar y, por tanto, la economía no puede arrancar. Estos criterios han prevalecido en Francia por encima de los de los asesores científicos de presidente Emmanuel Macron, que aconsejaban aplazar a septiembre el reinicio escolar.

“Primero, asumimos completamente una decisión que corresponde a la autoridad política, decisión a la que aporta luz el Consejo Científico, pero no es este quien decide”, replica el ministro. “Segundo, aunque el Consejo Científico dijo que era preferible septiembre, añadió que era necesaria una visión sistémica, porque en la sociedad se producen otros daños a parte de la covid-19: niños que llevan dos meses sin cuidados, daños alimentarios, daños educativos, problemas ligados a niños maltratados”, continúa. Y añade: “¿Qué hacemos si los cursos no retoman ahora? Entonces los niños vuelven en septiembre, pero ¿qué hacemos si en ese momento el virus sigue allí? ¿Esperaremos aún más? ¡Simplemente es imposible!”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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