Deportistas y mayores salen a la calle 48 días después: “Ya estaba loca por disfrutar de esto”
Miles de personas salen a pasear, correr o montar en bicicleta en toda España. La afluencia en algunos puntos hace difícil mantener la distancia de seguridad
“Ya estaba loca por disfrutar de esto”, dice Josefa de la Fe, que salió de su casa en San Sebastián de La Gomera a trotar a las 6.45. “Qué gustito, eh", añade aliviada esta doctora de 63 años. Como ella, miles de personas se han lanzado a disfrutar del aire libre y del deporte por primera vez después de 48 días. Paseantes, corredores, ciclistas, patinadores e incluso surfistas han aprovechado su primera franja horaria de esparcimiento, de seis a diez de la mañana, en localidades de toda España, acompañados por un soleado día primaveral. Como sucediera el pasado fin de semana con los primeros paseos con niños, en algunos puntos la afluencia de gente ha hecho difícil mantener la distancia de seguridad. Después, de diez a doce, ha sido el primer turno de las personas mayores de 70 años y dependientes, igualmente esperado pero mucho más tranquilo. A las doce, ha comenzado la franja de los niños.
Josefa ha salido sin cascos ni teléfono. Tampoco lleva guantes ni mascarilla, aunque mantiene la distancia. Los vecinos de la localidad canaria evitan con esfuerzo la inercia de tocarse y se saludan con la cabeza. “Espero que no nos haga perder la cercanía que tenemos los gomeros”, dice la doctora.
En Madrid también se han cogido con ganas las primeras medidas de alivio. Lo que en la primera hora era un tímido goteo de ciclistas, corredores y paseantes, ha ido creciendo a lo largo de la mañana. María Villalba, de 36 años, y su sobrina Genevieve, de 14, están “de subidón” por el paseo, que aprovechan para comprar un regalo por el día de la madre. “Es una alegría salir, ver gente. Ya lo necesitábamos. En casa hemos intentado hacer deporte, pero no es lo mismo. Mi madre nos decía que aprovechásemos, que después vendrá Pedro con las rebajas, pero yo le digo que no, que esto va a mejor”, opina la adolescente.
Lucía Guisado, de 33 años, dio a luz 10 días antes del estado de alarma. Ha salido a trotar media hora por el barrio de Palos de la Frontera en Madrid. “Ha sido muy duro porque llevaba mucho tiempo parada. Tuve un embarazo de riesgo y los últimos meses no pude andar ni nada. Así que estoy que echo los higadillos, pero con muchas ganas", bromea. "Ha bajado a Madrid Río, pero está cerrado y por aquella acera era imposible mantener la distancia de seguridad, había mucha gente”.
Los puentes sobre este gran parque en los márgenes del río Manzanares se han convertido en puntos muy concurridos. “¡Ahora parece que todo el mundo hace deporte!”, comentaba una patrulla de la policía local haciéndose paso en uno de ellos, pasadas las nueve de la mañana.
En Barcelona, la carretera de les Aigües, uno de los recorridos más populares para los deportistas de la ciudad, estaba repleta de ciclistas. Uno de los agentes de la Guardia Urbana que controla los accesos decía: “Esto ha sido un no parar. No llevamos el recuento, pero ahora quizás ya hay unas 3.000 personas”. Casi nadie llevaba mascarilla. Un vecino de la zona admite que “nunca había visto una aglomeración como esta. Y va a venir mucha más gente. Es muy fuerte”.
También se han visto aglomeraciones en Sevilla. “He salido a andar y las dos orillas del Guadalquivir están a tope. Es difícil mantener una distancia de dos metros con corredores jadeantes y el paseo lleno de periodistas y fotógrafos”, comenta Raissa Rouse, abogada estadounidense que reside en la capital andaluza, y que estaba contando los minutos para salir al aire libre. En Granada, un centenar de policías locales han vigilado el cumplimiento de las normas entre los deportistas y paseantes que han vuelto a animar la ciudad y las faldas de la Alhambra.
Sin incidentes destacables
En Valencia, Yolanda y Sandre, madre e hija, vuelven del Jardín del Turia. Las calles que dan acceso al antiguo cauce del río están llenas de la vida anterior de la pandemia. “Nos hemos dado un aire y nos ha venido muy bien, pero había bastante gente y hemos preferido volvernos”, comenta la madre. Sí que han corrido Marina y Ana. “Ha estado muy bien, y la gente ha respetado bastante la distancia, aunque no todos”, dice Ana. “Ha pasado lo que el otro día con los niños, que la gente tiene muchas ganas y no se respetan siempre las distancias, pero tampoco ha habido incidentes destacables”, señala un policía local apostado en el Jardín del Turia. El Ministerio del Interior coincide en que, salvo alguna aglomeración puntual en Barcelona y Madrid, no ha habido incidencias importantes entre las seis y las diez. Agentes municipales han disuelto a algunos grupos que se habían citado en playas barcelonesas, o han tenido que desalojar a gente de parques precintados.
Los paseos marítimos o incluso las playas, en donde estaba permitido, han sido de los puntos más concurridos en localidades costeras. La Concha, en San Sebastián, o los paseos de la playa de Neguri (Getxo, Bizkaia), y de Palma de Mallorca, se han llenado de gente caminando o corriendo, mientras que los ciclistas han aprovechado sus horas para rodar por las carreteras de la isla. Algunos arenales, como la playa de Orzán, en A Coruña, o Santa María del Mar, en Cádiz, han recuperado este sábado la clásica estampa de los surfistas cogiendo olas. Para el resto, el baño sigue estando prohibido.
La hora de los mayores
La afluencia de gente por las calles ha disminuido mucho a partir de las diez, hora a la que comenzaba el turno de los mayores. Aunque también deseosos de salir, ha sido un grupo mucho menos numeroso y con un ritmo más pausado. Como Joaquín Villalva, sevillano de 89 años, que estaba en casa “esperando que la manilla del reloj pasara de las diez”. Ha recorrido unos tres kilómetros por el paseo que discurre por la orilla sevillana del Guadalquivir, paralelo a calle Torneo, y después se ha sentado un ratito porque no quería volver tan pronto a casa.
“Me siento como si me hubieran quitado 15 años de encima. Pienso salir todos los días y pasarme las dos horas andando. Eso sí, a las 11.50 en casa, para cumplir con las reglas”, asegura este mecánico retirado, que vive solo desde que falleció su esposa hace ocho años. Durante el encierro ha sustituido el gimnasio donde acudía a diario por una bicicleta estática y una esterilla para hacer abdominales. "Cada día hago mis ejercicios, las tareas de casa, como, descanso un poco y, como me gusta mucho la música, por la tarde toco el piano”, resume este hombre, que aparenta casi 20 años menos.
Padre Enrique, 80 años: “Lo que más echo de menos es el confesionario”
Hasta este sábado, el padre Enrique, de 80 años, solo había salido dos veces de la casa donde vive con un "grupo espiritual" para tirar la basura. A las once caminaba a buen ritmo por la calle Torneo de Sevilla. "Me siento estupendamente, pero tengo muchas ganas de volver a confesar a mis feligreses, como hacía antes. Lo que más echo de menos es el confesionario”, asegura este cura, que oficiaba misas en la iglesia de San José. Ha pasado estas semanas "rezando, leyendo y hablando con la familia y con muchos feligreses que han llamado por teléfono, pero no para confesarse. Eso está prohibido". "He leído un libro cada tres o cuatro días, esos que siempre tienes pendientes y nunca tienes tiempo”. El último, una de las novelas del Padre Brown, de Chesterton. Hasta los 70 años, corría a diario. “No me siento fuera de forma porque cada día me he movido. He barrido la azotea y regado las plantas". / MARGOT MOLINA
Juanita, 72 años: "A los yayos nos ha fastidiado”
Juanita Sancho, de 72 años, pasaba las horas cosiendo hasta hoy. A las diez en punto, fue directa a la playa. “No he salido en casi dos meses. Mi marido ha ido a comprar, yo no. Todo esto me da miedo. Pero hoy es un día especial”, explica sentada en un banco del litoral barcelonés. “El confinamiento lo hemos llevado mal, la verdad. A los yayos nos ha fastidiado”. Sin posibilidad de cuidar de sus nietos, se ha dedicado a la costura. "He hecho cuatro cortinas y unas fundas para los brazos del sofá”. Su producto estrella lo lleva en el bolsillo. “Mira, mi mascarilla está hecha de una corbata de mi marido, que ya no usa”. Para ejercitar las piernas, se turnaba con él para subir y bajar las siete plantas del edificio. Su duda, “¿qué pasará con los niños cuando sus padres vayan a trabajar? Mi hija no quiere dármelos, y yo no quiero que vayan al parvulario”. / BERNAT COLL
Nico Taboada, 40 años: "Volver a entrar en el agua era una necesidad"
Nico Taboada, de 40 años, se ha unido este sábado a las decenas de surfistas que a las ocho y media de la mañana llenaban la playa del Orzán, en A Coruña. Surfea desde los 18 años y la abstinencia se le ha hecho “eterna”: “Nunca había estado un periodo tan largo alejado de la costa. La sensación de entrar en el agua es única y para quien suele ir todos los días o semanas se convierte en una necesidad. Hoy esa sensación se ha multiplicado por 10”. Ha llevado la clausura con “resignación y paciencia” pero en parte aliviado por el trajín de ser padre. Y está convencido de que ha sido mucho más duro para sus colegas más jóvenes. La fuerza de las olas ha tenido el detalle de acompañar este día, pero aunque no lo hubiera hecho Nico lo tiene claro: “Me hubiera metido igual en el agua, aunque fuese a remar o hacer de boya. Necesitaba ya el contacto con la playa”. / SONIA VIZOSO
Lorena López, 48 años: "No soy 'runner' ni me voy a convertir ahora"
Lorena López, de 48 años, sí ha salido a pasear todos los días a su perro, pero este sábado ha notado mucha más gente en su caminata. "El perro está impresionado y hasta un pelín asustado porque es cachorro y adoptado 15 días antes de todo este lío, no había visto a tanta gente en su vida", cuenta. "Lo adoptamos en un momento muy oportuno, ¡y se llama Simón! Pero fue casualidad", bromea. "Tengo una hija pequeña, ahora salgo con el perro y luego con ella. Deporte hago con los paseos, no soy 'runner' ni me voy a convertir ahora. Estamos deseando que abran Madrid Río, porque falta espacio. Con los niños se vuelve incómodo", opina. / PABLO LINDE
Marcel Rodríguez, 8 años: "Me apetece jugar ya en la calle, pero no lo llevo mal"
Marcel Rodríguez, de ocho años, dice que lleva bien el confinamiento. Este sábado ha salido a las calles de Valencia con su madre, Cecilia. "Lo llevo bien, porque hago muchas cosas en casa. No me aburro y cuando lo hago, me pongo a leer o a jugar a la consola, pero solo un ratito, eh", dice mirando de soslayo a su madre. "Y también juego al fútbol en el pasillo y al basket, y estudio. Claro que echo de menos el colegio, pero también hago videollamadas con mis amigos", dice el niño, antes de imitar a uno de los protagonistas de su serie favorita, 'Dragon Ball', mientras posa para la foto. "También tengo ganas de ver a mis amigos. El otro día vi por fin a Guillem en la puerta de casa", añade. "A dos metros de distancia", apostilla Cecilia. "Guillem quiere venir a mi casa a dormir en la jaima, y también me apetece jugar al 'basket' en la calle, pero no lo llevo mal", insiste Marcel, que no parece necesitar hermanos para entretenerse. "Bueno, a ver cuándo puede venir Guillem", responde su madre. / FERRAN BONO
Con información de Noor Mahtani, Pablo Linde, Bernat Coll, Margot Molina, Ferran Bono y Sonia Vizoso.
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