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Diario Viral
Crónica
Texto informativo con interpretación

¡Feliz día de la liberación!

Pregunté a mis hijos qué les gustaría hacer cuando puedan salir el domingo y dijeron: andar en bici, viajar en una furgoneta y parar a picar en bares, dormir en el campo y ver las estrellas

Íñigo Domínguez
Un niño acompaña a su madre a hacer la compra en Madrid el 22 de abril
Un niño acompaña a su madre a hacer la compra en Madrid el 22 de abrilAndrea Comas (EL PAÍS)

Esta semana es una de mis favoritas del año: el 21 es el aniversario de la fundación de Roma; el 23, el día del libro y el 25, la fiesta de la liberazione, el día que Italia se sublevó a los nazis y al fascismo en 1945. El 20 es el cumpleaños de Hitler, pero bueno, también el de un amigo mío. El yin y el yang van juntos, pero esta semana gana el yang, el blanco, por goleada. Este año añadiremos a la lista otra liberación, la del 26, el día que los niños van a poder salir. Pregunté a mis hijos qué les gustaría hacer y dijeron: andar en bici, viajar en una furgoneta y parar a picar en bares, dormir en el campo y ver las estrellas. También ir al zoo a ver a los animales, porque estarán extrañados de que ya no vaya nadie a verles. Todo llegará; de momento con un paseo van que chutan.

Confieso que ya el otro día una de mis hijas y yo burlamos el encierro, se lo había prometido. Fue solo un momento para comprar el pan, pero qué emoción, lo recordará toda su vida. Llevaba días viendo niños acompañando a sus padres a los recados, porque esto no era normal y además los chavales están muy concienciados. (Atención, como deferencia al rastreador de la Guardia Civil, que tendrá mucho trabajo estos días, le señalo que esto que acabo de decir puede generar desafección al Gobierno). El martes también salimos a protestar a las siete al balcón para que se corrigieran las medidas de los niños, cosa que finalmente ocurrió (esto debería generar afección, salte el resto del párrafo señor rastreador, creo yo). Algunos vecinos, señores majetes de derechas, salieron corriendo con ollas y cucharas, aunque no tienen hijos pequeños, porque pensaban que era contra el Gobierno. Les dijimos que no, que eso es otra cacerolada a otra hora, pero por solidaridad se quedaron. Uno de ellos ya cree que la Guardia Civil le va a pinchar el teléfono, es que al hombre le ponen la cabeza loca con mensajes tremebundos que no sabe ni de donde le vienen. Es curioso, los mismos que claman que les coartan la libertad de expresión son la prueba andante de lo contrario, todo el día a ver quién dice la barbaridad más gorda. Cuando puedan salir harán giras por los pueblos. Por cierto que he perdido una apuesta, creí que se tardaría más en lograr poner en el mismo titular coronavirus y ETA, pero salió el jueves en un periódico: “La Audiencia Nacional decide dar portazo al chivatazo a ETA en plena crisis del coronavirus”. La realidad ya es pura plastilina para niños de todas las edades.

Yo creo que los niños se portarán muy bien en la calle porque esto les está impresionando mucho. Contó el jueves un lector en una carta a la directora que su hijo prefiere no salir el domingo porque “el virus parece más listo que estos mayores que salen en la tele”. El otro día en clase de mis hijas les explicaron lo del meteorito que se cargó a los dinosaurios y luego una me preguntó preocupada si también ahora habrá una extinción masiva. Con lo que está pasando, cosas peregrinas les parecen posibles. Le dije que solo hay un fenómeno cósmico extraordinario de este tipo cada millones de años y acaban de suspender los sanfermines, así que podemos estar tranquilos. No habrá encierros, solo uno, el nuestro.

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También creo que podemos confiar en la responsabilidad de las familias. Estos años han soportado la delirante asignatura de Science sin asaltar el ministerio de Educación. Ya saben, lo de dar Ciencias solo en inglés y que los niños tengan que aprender “píloro” y “cotiledónea” en ese idioma. España, en cambio, adolece de enseñanza de conciencia civil y democrática, pero a los niños italianos se les enseña con entusiasmo el día la liberación. Comenzó con un llamamiento por radio leído por Sandro Pertini, luego presidente de la República. Niños, mirad: puedes estar en la cárcel por oponerte a un dictador, ser condenado a muerte y después ser presidente de Italia y levantar la copa del Mundial 82. Pertini, es curioso recordar ahora el término, fue uno de los miles de disidentes enviados por Mussolini al confino. Así se llamaba el confinamiento, mandar unos años a islas o pueblos perdidos a opositores y personas que ofendían la raza, como los homosexuales. En fin, a los desafectos del régimen, igual que se decía en el franquismo. Ya ven que hay que tener cuidado con la elección de las palabras, como desafección.

Uno de los grandes escritores italianos, la escritora Natalia Ginzburg, tiene un libro maravilloso, Las pequeñas virtudes, título de uno de los relatos, inolvidable manual de educación infantil. En el primer capítulo, Invierno en Abruzzo, cuenta su vida en su confinamiento en un pueblo de montaña, con su marido, Leone Ginzburg, intelectual antifascista. Pasaron allí tres años, con sus tres niños, una vida pobre, gélida y monótona. Con la caída del fascismo, en 1943, volvieron a Roma y su esposo entró en la resistencia. Pero fue detenido, torturado y murió en prisión. Pertini se cruzó allí con él, contó que tenía el rostro roto por los golpes, pero fue esto lo que le dijo: “Desgraciados de nosotros si el día de mañana no sabemos olvidar nuestros sufrimientos, si en nuestra condena atacamos a todo el pueblo alemán”. Nunca es mal momento para enseñar a no odiar al adversario, por eso mejor que estos días los niños no vean los plenos del Congreso. Además debemos intentar que sean mejores que nosotros, y si ven a algunos elementos y elementas podrían pensar que está chupado.

Natalia Ginzburg aún no sabía en su confinamiento lo que le deparaba el destino, cuenta en su relato esos momentos cotidianos que luego se le hicieron preciosos, y termina recordando el final de su marido en unas líneas conmovedoras: “Ante el horror de su muerte solitaria, ante las angustiosas alternativas que precedieron su muerte, yo me pregunto si esto nos ha pasado a nosotros, a nosotros que comprábamos las naranjas a Girò y dábamos paseos en la nieve. Entonces yo tenía fe en un porvenir fácil y feliz, rico de deseos cumplidos, de experiencias y empresas comunes. Pero aquel era el tiempo mejor de mi vida y solo ahora que se me ha escapado para siempre, solo ahora lo sé”. Feliz día de la liberación a nuestros pequeños héroes llenos de futuro.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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