Los hospitales ponen en marcha un plan para que 700.000 pacientes reciban su medicación a domicilio
Pacientes con VIH, hepatitis B o C, trasplantados o con cáncer debían recoger sus fármacos en los centros sanitarios, con el consiguiente riesgo de contagio
De todos los grupos con posibles excusas para no quedarse en casa, el de los enfermos —generalmente crónicos— que tienen que ir al hospital a por su medicación, porque esta no se vende en farmacias, es especialmente vulnerable. Son unas 700.000 personas, según calcula la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH), para las que el 25 de marzo el Gobierno encontró una solución: por primera vez se permite que en vez de ir ellos a la farmacia hospitalaria, sea el centro sanitario el que les envíe la medicación a casa o a la botica más cercana a su domicilio.
Se trata, mayoritariamente, de personas con VIH, hepatitis B o C, esclerosis múltiple, trasplantados o con tratamientos contra el cáncer, explica Olga Delgado, presidenta de la sociedad de farmacéuticos de hospital. Ellos, por la complejidad de sus procesos o por el precio de los tratamientos, no pueden comprar su medicación en la botica de su barrio o pueblo, sino que tienen que ir periódicamente (por ley no se les puede dar dosis para más de tres meses) al hospital a recoger su medicación. Algo que en estos momentos supone no solo salir de casa, sino hacerlo para ir a un lugar, el hospital, donde se concentran los afectados más graves por la Covid-19, con el consiguiente riesgo de contagio, agravado porque en algunos casos, como las personas con cáncer que reciben quimioterapia, están inmunodeprimidos.
La orden SND/2003/2020 de hace 15 días establece que “de forma excepcional, la autoridad sanitaria competente de la comunidad autónoma podrá establecer las medidas necesarias para administrar medicamentos de uso hospitalario fuera del centro hospitalario, siempre que las condiciones del paciente, de la enfermedad, del medicamento o de la situación epidemiológica así lo aconsejen”. No da más detalle, y ello ha provocado que cada comunidad —y, en algunas, cada centro— haya establecido su propio protocolo.
Según una encuesta en 150 hospitales donde están prácticamente todos los grandes que ha hecho la SEFH, el 90% ya ha puesto en marcha sistemas para enviar la medicación al paciente, ya sea a su casa o a la farmacia que él indica. “Los que faltan puede ser porque estén preparando el sistema o porque no tengan esta casuística”, explica Delgado, quien afirma que la recepción de la medida fue muy positiva por sus colegas. “Se ha trabajado muy rápido a nivel nacional. No ha habido reticencias".
Delgado explica que cuando se planteó el problema de cómo dispensar estos medicamentos se pensó, primero, en dar dosis para más tiempo a los pacientes, pero entonces había riesgo de agotar las existencias e inflar la factura de los hospitales de los primeros meses. Aunque cada centro ha establecido su manera de trabajar, la sociedad de farmacéuticos establece que haya una consulta telefónica con el afectado. “Es fundamental que el paciente quiera”, dice.
Modelos diferentes
A falta de unas instrucciones detalladas, cada hospital ha establecido sus criterios para decidir a quién incluye en el programa y cómo se hace. Por ejemplo, el hospital La Fe de Valencia lo prevé para “todos los pacientes que lo soliciten salvo inicio o cambios de tratamiento", según la encuesta de la sociedad. El de Cruces (Barakaldo, Bizkaia) afirma que envían la medicación a domicilio después de hablar por teléfono con el afectado y si este vive en el País Vasco. El de La Paz, de Madrid, establece tres supuestos: que sean pacientes en cuarentena por coronavirus, que vivan solos y no puedan desplazarse, pacientes de riesgo por edad avanzada, pluripatológicos o inmunodeprimidos, y deja abierta la posibilidad a otros casos. Otros (varios de Ciudad Real, por ejemplo), no ponen ninguna limitación, mientras que algunos solo ofrecen el servicio si el paciente no tiene que acudir por otro motivo al hospital (por ejemplo, a una revisión o a hacerse una prueba), cuando se supone que pueden aprovechar para recoger sus medicinas.
Para el reparto también hay variedad de fórmulas, desde usar a la Cruz Roja (el de Barbastro, en Huesca, por ejemplo, o algunos de Baleares) hasta a grupos de voluntarios con vehículos cedidos por concesionarios (La Paz en Madrid) o los coches propios del hospital (Gregorio Marañón de Madrid).
A Arturo Mercadal, de 59 años, que nació y vive en Ciutadella (Menorca), la Cruz Roja le llevó este miércoles a su casa las cajas de pirfenidona que tiene que tomar para la fibrosis pulmonar idiopática que le diagnosticaron hace cinco años. “Llevo desde el 13 de marzo sin poner un pie en la calle, pero con la medicación no puedo fallar ni un día”, dice este zapatero por teléfono. Habitualmente, él lo que hacía era llamar al hospital de Maó para que le enviaran la medicación al de su ciudad, y ahí la recogía. Esta vez le llamaron del hospital y le preguntaron que si iba a estar en casa. "Esto es mucho más cómodo”, afirma, y reconoce que le gustaría que la medida no durara solo lo que el confinamiento, sino que se prolongara.
Delgado cree que eso no sucederá. Tampoco lo opina Ramón Espacio, presidente de la Coordinadora Estatal de VIH/sida (Cesida), el grupo que más utiliza la farmacia hospitalaria. Son alrededor de 110.000 los afectados que tienen que medicarse cada día y que, salvo que haya novedades terapéuticas importantes, tendrán que hacerlo toda la vida. Espacio valora la iniciativa, pero afirma que debe ser una opción más. Las asociaciones de afectados y las de sanitarios que los atienden llevan casi dos décadas discutiendo si se puede llevar a las farmacias comunitarias (las de la calle) la dispensación de los antirretrovirales, pero el presidente de Cesida piensa que eso puede eser contraproducente en algunos casos. “Primero, por el coste”, ya que se supone que las boticas tendrán que sacar un beneficio de la venta de esos medicamentos, un margen que en los hospitales no se aplica ya que todos los fármacos se dispensan gratis. Y, segundo, por privacidad. En pueblos donde solo hay una farmacia por ejemplo, la persona con VIH puede sentirse cohibida a ir ahí a recoger sus pastillas porque ello supondría que todo su entorno se enterara. Lo mismo puede pasar si se recibe periódicamente un paquete de un hospital en casa, advierte Espacio.
Lo que no se sabe es cuánto durará este sistema. Todo depende del ritmo al que se vuelva a la normalidad.
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