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La batalla por el pulmón verde de Bombay

Un plan para ampliar el metro enfrenta al Gobierno y a ciudadanos por la tala masiva en el único bosque de la capital financiera de India, hogar de una tribu aborigen

Protesta contra la construcción del metro y la tala de árboles en Aarey, el 22 de septiembre.
Protesta contra la construcción del metro y la tala de árboles en Aarey, el 22 de septiembre.Aparna Bangia

“Quieren acabar con el pulmón de la ciudad a toda costa”, clama el profesor Sandeep Parab, liberado este lunes tras pasar el fin de semana en una comisaría de Bombay junto a otras 28 personas. A última hora del viernes, las redes reunieron a centenares de personas en Aarey, la mayor zona verde de la metrópoli india, alertados porque las autoridades aprovecharon la noche para derribar los árboles que las protestas de los últimos fines de semana intentaban proteger. La medida obedece a una orden judicial que desestima la petición de detener una tala masiva para desarrollar el metro de Bombay. Un plan que enfrenta desde hace años a autoridades y ciudadanos en una megalópolis que necesita mejorar su transporte público tanto como preservar sus espacios verdes para sobrevivir a la contaminación, y de la que también depende la supervivencia de los warli, la última tribu de Bombay.

“Alrededor de 500 árboles fueron talados este fin de semana. Es una desgracia, pero seguiremos nuestra lucha para evitar que el único bosque de Bombay acabe asfaltado”, dice Amrita Bhattacharjee, poco después de conocer, el lunes, la decisión del Tribunal Supremo de parar la tala hasta finales de mes, cuando escuchará sus demandas. Como portavoz del Grupo por la Conservation de Aarey (ACG, en inglés), Amrita ha capitaneado la indignación ciudadana en las calles y en los tribunales desde que, en noviembre de 2014, se anunciase el derribo de 2.700 árboles para edificar un aparcamiento multi-nivel para el metro de Bombay.

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Los activistas critican que el proyecto urbanístico hace peligrar Aarey, una vasta zona verde de 1.300 hectáreas, vital para los 22 millones de habitantes de Bombay y única dentro de la jungla de asfalto india. Subrayan no solo su riqueza ecológica, sino su papel regulador del clima y del drenaje de la capa freática del principal centro económico nacional, cuya actividad es paralizada por las inundaciones anuales del monzón. También es hogar de los warli, una tribu aborigen que teme que se les expulse de este bosque, y cuyos miembros participan también en las protestas. Las autoridades, por su parte, alegan que la futura línea de metro transportará a 1,7 millones de personas cada día, reduciendo en 650.000 el número de vehículos que colapsan el contaminante tráfico de la capital financiera de India, aligerando sus viejos trenes locales que mueven a 7,5 millones diariamente.

“No estamos en contra del desarrollo urbano ni de la expansión del metro, pero creemos que hay otros intereses detrás”, explica Amrita Bhattacharjee: “Hay otras opciones”. En 2015, el Gobierno creó una comisión para analizar la viabilidad del proyecto tras las protestas de 1.200 ciudadanos frente a sus oficinas en el paseo marítimo de la ciudad. Los únicos dos científicos independientes de aquel comité se opusieron a que se emplazara en Aarey por su importancia ecológica. Pero las autoridades rechazaron los cuatro lugares alternativos para las cocheras del metro y otros dos más propuestos por las plataformas ciudadanas. La negativa y posteriores decisiones del Gobierno regional hacen que los críticos señalen intereses ocultos.

Prakash Bhoir, con su mujer, Pramila, una de las detenidas este sábado, cultivan la tierra en Aarey.
Prakash Bhoir, con su mujer, Pramila, una de las detenidas este sábado, cultivan la tierra en Aarey.Á. M.

Desarrollo urbanístico contra medio ambiente

El pasado 6 de junio, justo después del Día Internacional del Medio Ambiente, el Estado de Maharashtra, cuya capital es Bombay, autorizó el uso de 40 hectáreas de Aarey —además de las 30 adjudicadas al metro— para la construcción de un zoo y un safari nocturno. “El Gobierno está al servicio de promotores y agentes inmobiliarios, no de los ciudadanos”, resume Stalin Dayanand, director de la ONG medioambiental Vanashakti. En 2015, este grupo pidió al Tribunal Verde Nacional que Aarey fuese declarada y protegida como zona ecosensible. Después de tres años de litigios y violaciones de las órdenes judiciales contra las excavaciones ilegales de MMRCL, la empresa que gestiona el metro, el tribunal decidió que la cuestión estaba fuera de su jurisdicción.

Aarey tiene una ubicación preferencial en Bombay, una megaurbe cuyo crecimiento está limitado por el mar y donde el precio del suelo está entre los más caros del mundo. Pese a acoger una media de 570 árboles por hectárea y una biodiversidad de 80 tipos de mariposas, 77 especies aviares o una docena de mamíferos diferentes, incluidos leopardos, esta rica y frondosa parcela de tierra verde no es considerada un bosque. De ahí el conflicto legal para el que Dayanand solo tiene una explicación: “Si Aarey no es declarado legalmente un bosque es porque es la mejor forma de que los especuladores extiendan sus tentáculos hacia el Parque Nacional de Sanjay Gandhi”. Su grupo, Vanakshakti, llevó esta cuestión ante el Supremo de India alegando que parte de Aarey fue concedido a este parque nacional, lo que demostraría su estatus si se guardase constancia del registro.

Esta zona verde es un pequeño apéndice de tierra al sur del parque de Sanjay Gandhi, que se extiende 109 kilómetros cuadrados al norte de Bombay. Pero su estatus está legalmente cuestionado. La mayor parte se donó al departamento de lácteos ganaderos de la región en 1951 y desde entonces se conoce como Colonia Lechera de Aarey. Pero solo una pequeña fracción se destina al ganado; el resto es un área selvática, sembrada de lagos y riachuelos. Después, otros trabajadores se asentaron junto a los granjeros; uniéndose así a los adivasis (aborígenes) del bosque. De los 10.000 miembros de diferentes tribus que habitan Sanjay Gandhi desde hace generaciones, los warli de Aarey ahora temen por su existencia desde que se conoció el proyecto del metro y el plan de desahucio contra los 1.500 miembros de su comunidad.

Trazos en las fachadas de las casas de la tribu de los 'warli', que representan la interacción del hombre con el medio ambiente.
Trazos en las fachadas de las casas de la tribu de los 'warli', que representan la interacción del hombre con el medio ambiente.Á. M.

La última tribu de Bombay

“Ni nos van a echar de aquí ni van a acabar con el bosque”, dice Prakash Bhoir, marido de una de las arrestadas el viernes. Como miembros warli que habitan las 27 padas (poblados tribales), Prakash y su familia temen el desahucio por ser considerados ocupantes ilegales de Aarey tras la creación de la colonia lechera, como ha ocurrido con otras familias tribales desde que se anunció la llegada del metro.

La Ley de Derechos Forestales legitima que tribus aborígenes tengan servicios y derechos. Pero los warli no solo han vivido en Aarey sin agua y electricidad durante décadas, sino que podrían ser obligados a abandonar su hogar por falta de papeles que les acrediten como moradores legítimos del bosque.

“No entiendo por qué no importa la naturaleza”, se pregunta Prakash, junto a su cabaña decorada con los trazos que representan la interacción del hombre con el medio ambiente. Curiosamente, esta pintura también adorna la mayoría de las oficinas del Gobierno de Maharashtra. El mismo que quiere poner fin al hábitat de esta tribu mediante la deforestación del único pulmón de Bombay.

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