El monzón de India evidencia los efectos del cambio climático
Inundaciones y sequías sacuden las superpobladas urbes indias, agravadas por un desarrollo urbanístico explosivo y la ineficiente gestión de los recursos acuíferos
Es un lunes del mes de julio, y como es costumbre por estas fechas, las lluvias del monzón han inundado la ciudad de Bombay. En esta ocasión han causado una docena de muertos, el desvío de medio centenar de vuelos y la cancelación de otros tantos trenes. La alerta roja ha obligado a declarar el día siguiente, martes, como festivo, lo que ha conllevado pérdidas millonarias para la capital financiera de India. Al otro extremo del país, los habitantes de Chennai (antes Madrás) carecen de agua desde hace un mes debido a la mayor sequía en décadas. La crisis en la capital regional más al sur del subcontinente ha llevado a que el actor y activista medioambiental Leonardo Di Caprio se haga eco en redes de cómo grupos de mujeres cargadas de cántaros vacíos arañan agua de pozos escuálidos. Esta es la imagen de los efectos del cambio climático.
"El cambio climático extrema las condiciones en todo el país. Según el modelo de proyección, la periodicidad de lluvias torrenciales se reducirá de 100 a 20 años para el 2100. Los aguaceros aumentarán en intensidad y en frecuencia”, explica a EL PAÍS Prasoon Singh, del departamento de Ciencias de la Tierra y Cambio Climático en el Instituto de Energía y Recursos (TERI), de Nueva Delhi. El experto insiste en que las autoridades pongan en marcha los planes establecidos tras las inundaciones de 2005, que causaron más de mil muertos en Bombay y alrededores. “Las inundaciones urbanas son un fenómeno relativamente nuevo, pero cada vez más repetido y extendido en ciudades indias. Pero todas las medidas se olvidan cuando termina el monzón”.
Esta particular estación del año en el subcontinente viene acompañada por olas de calor y sequías. Mientras se superaban los 50 ºC en ciudades del norte de India, las lluvias pre-monzónicas —entre marzo y mayo— fueron las más bajas en 65 años; por lo que el Sistema de Alerta Preventiva de Sequía declaró la alarma en más del 42% del país mientras que los niveles de 91 de las principales reservas nacionales se desplomaron al 20% de su capacidad; menos que el año pasado y que la media de la última década. La crisis se agrava por un déficit del 44% en las precipitaciones entre octubre y diciembre de 2018, durante las conocidas como lluvias postmonzón y que proporcionan entre el 10-20% del total de agua necesaria.
“Nuestro monzón se espera en octubre. Así que la crisis durará hasta septiembre con solo una décima parte del agua necesaria [20 litros por persona para consumo e higiene básica, según la OMS]”, dice por teléfono, Jayaram Venkatesan, coordinador de Arappor Iyakkam, colectivo de la ciudad de Chennai. En esta ciudad, los habitantes aguardan frente a los tanques cisterna y se quejan del olor fétido del agua mezclada con el alcantarillado. La falta de lluvias en la capital del estado meridional de Tamil Nadu, de 11 millones de residentes, ha hecho caer por debajo del 1% el nivel de cuatro embalses, lo que ha reducido al 40% el agua canalizada.
Chennai sufre los efectos de la sequía desde hace semanas a pesar de ser una ciudad costera bañada por más de 3.500 masas de agua y cuya media de precipitaciones en los últimos cuatro años ha sido mayor que la del resto del país. “La estimación necesaria para abastecer a todos los residentes es de 830 millones de litros de agua, pero el Gobierno no puede dar más de 270. Esto solo es un tercio de lo que la ciudad necesita para beber y cocinar. El resto se obtiene del subsuelo para baños y limpieza, pero estas reservas también se agotaron”, se queja Venkatesan, que insiste en la responsabilidad de las autoridades.
Crecimiento desmesurado sin gestión de recursos
Las precipitaciones del monzón son vitales en toda la región del sur de Asia. Sin embargo, desde 2015, con la excepción de 2017, India ha sufrido sequías generalizadas cada año combinadas con inundaciones, como las que causaron unos 350 muertos en el estado sureño de Kerala el verano pasado. “Al cambio climático se añade la planificación urbana. Las llamadas junglas de asfalto evitan la infiltración de las precipitaciones en el subsuelo, mientras que más asentamientos humanos ocupan los recursos acuíferos. Al mismo tiempo, solo el 30 o 40% de las aguas residuales en las ciudades indias son tratadas, lo que afecta a su seguridad”, resume a este diario Samrat Basak, director del Programa Agua en India del Instituto de Recursos Mundiales (WRI).
Con una población de más de 20 millones de habitantes —la mitad que toda España— Bombay ejemplifica esa descripción. Apéndice de cemento ganado al mar fruto de la combinación de siete islas, la megalópolis india más densamente poblada forma una depresión de terreno en su centro, donde en estas fechas el aeropuerto internacional está anegado. El obsoleto sistema de drenado diseñado por el Imperio británico, de más de 150 años, se une a la deforestación continuada del entorno para agravar una política de gestión de aguas denunciada desde hace una década. “Tras las inundaciones de 2005, una comisión experta recomendó un sistema de bombeo hacia la costa pero solo el 30% del plan se ha completado tras millones invertidos”, señala Prasoon Singh. “Además, el sistema de drenado funciona al 50% por el bloqueo ocasionado por los residuos sólidos”
Al otro extremo del país, la situación se repite. “Según nuestro estudio de 2017, solo se tratan un tercio de las aguas residuales por lo que 1.000 litros no procesados son vertidos diariamente a los recursos acuíferos”, denuncia Jayaram Venkatesan desde Chennai. Su organización ha presentado una decena de peticiones al Gobierno local entre las que figuran cero vertidos, 100% del tratamiento de aguas, control de su recolección y distribución, además de auditorías sociales. “Los ciudadanos también deben implicarse”, dice Venkatesan, consciente de lo mucho que queda por trabajar en el aspecto de la concienciación de una sociedad con escasa educación medioambiental y menos ejemplos cívicos por parte de sus autoridades.
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