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Condenado por maltratar a su pareja un conocido abogado de víctimas de violencia machista

El juzgado entiende que el letrado del caso de los sanfermines "merece el mayor de los reproches penales, porque en todo momento fue consciente de la ilicitud de su conducta"

El abogado Miguel Alonso Belza atiende a los medios en 2008.
El abogado Miguel Alonso Belza atiende a los medios en 2008.Jesús Diges (EFE)

Solo hacía dinero con ello, no se lo creía. El abogado Miguel Alonso Belza, especializado en defender casos de violencia contra la mujer, entre otros el de Nagore Laffage, víctima de asesinato machista en Sanfermines de 2008, y letrado del turno de oficio de Violencia Contra la Mujer de Gipuzkoa, ha sido condenado a penas que suman siete años de prisión por maltratar a su expareja sentimental. La sentencia detalla cómo el abogado pateó, tiró del pelo, escupió y arrojó contra la pared a la víctima en las discusiones que mantuvieron en varias ocasiones durante 2016. Una de esas discusiones fue grabada por su expareja.

El Juzgado de lo Penal número 2 de San Sebastián ha condenado al letrado por haberla agredido físicamente, a partir de 2016, cuando ella decidió poner fin a la relación. La Fiscalía había solicitado 10 años de cárcel por estos hechos, mientras que la acusación particular había elevado las penas hasta los 19 años. Cuentan fuentes cercanas al caso que desde que la mujer decidió denunciar, en enero de 2017, hasta ahora, "su vida ha estado del revés". "Fue ella quien tuvo que cambiar sus rutinas, dejar por periodos largos su trabajo, marcharse fuera de la ciudad... El hecho de ser quien era, una persona reconocida, lo hizo todo mucho más difícil".

La sentencia, a la que ha tenido acceso EFE, destaca que Alonso Belza es "un reputado abogado en la lucha contra la violencia sobre las mujeres, que en los últimos años había asumido un papel muy activo, con múltiples intervenciones públicas sobre la materia". "Esto nos obliga a analizar si estamos ante una especie de doctor Jeckyll y Mr. Hyde, por cuanto el señor Alonso Belza defendía en estrados a mujeres víctimas de la violencia machista con rigor y exquisito celo profesional, pero cuando se quitaba la toga se transformaba en un maltratador, como si adoptase el papel de aquellos hombres contra los que había pedido la máxima de las condenas por sus crímenes machistas, copiando sus métodos y conductas", refiere la sentencia.

La denunciante "no termina de creer que esto, por fin, haya sucedido, ni que haya tenido este final", según fuentes cercanas al proceso. El círculo de la violencia machista tiene un patrón que, como casi todos, este caso cumplía. "No podía creer que él estuviese haciendo aquello, intentaba buscar una explicación, creía que era ella la que estaba haciendo algo mal. Con cada agresión llegaban perdones y flores: en su trabajo, en el portal de su casa, en el garaje... Ella estaba literalmente enganchada a su maltratador". Como ocurre siempre. Timanfaya Hernández, psicóloga sanitaria y forense experta en violencia de género lo explica a menudo: "Ninguna maltratada imagina que lo será. La violencia comienza a menudo de forma sutil y silenciosa. Se va colando en el día a día hasta que se convierten en normal". Esa es la razón de que detectarla sea tan difícil.  

A la víctima de Belza le costó mucho hacerlo. "Tanto, que no lo hizo ella. Lo hizo una amiga, que vio claro lo que estaba ocurriendo después de verla con moratones, la mano vendada, notarla aislada... Supo que algo ocurría y, en un primer momento, fue ese amiga junto a un hermano de la víctima quienes fueron a poner una denuncia". Después, relatan desde el entorno del caso, la convencieron para que fuese ella a poner la denuncia. Lo hizo con muchas dudas y, hasta hace no mucho, seguía teniéndolas. "A la gente le costaba creer que ese hombre que veían como un reputado profesional fuese un maltratador, lo que implicaba que no la creían a ella y sentía que todo por lo que estaba pasando no merecía la pena".

Hasta ahora. El magistrado condena a Alonso Belza a 8 meses de prisión por un delito de coacciones leves, 16 meses por un delito de maltrato habitual, 4 años y 6 meses por seis delitos de maltrato no habitual, y otros 6 meses de cárcel por un delito de lesiones. El abogado tendrá que cumplir la pena de prisión, ya que el juez ha desestimado la pretensión de la defensa de que imponga una pena alternativa, como multas o trabajo en beneficio de la comunidad. 

El juzgado entiende que el abogado "merece el mayor de los reproches penales, porque en todo momento fue consciente de la ilicitud de su conducta, en su condición de abogado especializado en la materia",  y considera probados los hechos narrados por la exnovia de Alonso Belza, quien describió numerosos episodios de violencia a partir de abril de 2016, cuando el letrado, quien "no aceptaba la idea de finalizar su relación" comenzó a enviar mensajes a la mujer de forma insistente, a controlar sus amistades y su teléfono móvil, a discutir con ella, encarándose y gritándole al oído, "y en varias ocasiones a agredirla".

Una de esas discusiones fue grabada por la víctima, que había seguido el consejo de un amigo y había instalado una cámara en su domicilio, una prueba que la defensa solicitó que fuera anulada, pero que el juez ha considerado lícita. En ese vídeo se aprecia cómo Alonso Belza arroja su teléfono móvil y otro objeto a la víctima, le grita, le propina una bofetada en la pierna, la empuja y la agarra por la solapa. La sentencia considera que estas imágenes sirven de prueba de los hechos concretos que se aprecian, sucedidos en noviembre de 2016, y también "del infierno" vivido por la mujer "por partida doble".

A pesar de todo ello, explican fuentes del procedimiento, "ahora ella sabe que vale la pena hablar, insistir, pelear y seguir hasta el final". Cuentan cómo el tiempo y la perspectiva y el apoyo de su familia y sus amigos hicieron que "viese" el maltrato al que había estado sometida. "Uno que no veía el primer día que fue a declarar. Entonces incluso sentía pena por su agresor", dicen esas mismas fuentes, y añaden que, entre las cosas que le ha dejado el caso, ella recuerda dos: "A una mujer que, sin conocerla de nada a ella y sabiendo quién era él, se presentó a declarar porque vio una de las agresiones. Otra es saber que, a pesar de que alguien ostente cierto poder, ya no hay impunidad".

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